Leon Bendesky
Ida y vuelta a Asunción

Según algunas versiones, en el Paraguay se pierde hasta un 80 por ciento de las llamadas telefónicas internacionales. Esto se debe al atraso tecnológico de la compañía estatal Antelco y al conflicto que se ha creado con los trabajadores a raíz de los planes para su privatización. Durante las primeras horas del día es prácticamente imposible conseguir una línea de larga distancia. Muchas empresas están empezando a trabajar más temprano para poder comunicarse y los faxes se mandan desde Clorinda, la ciudad argentina más cercana a Asunción, apenas del otro lado del río.

Este asunto genera diversas anécdotas, pero también disgustos y una fuerte ineficiencia en el funcionamiento de la economía y de la sociedad en general. No puede evitarse la sensación de estar aún más aislado en este país de por sí remoto.

Así que estar en Asunción puede, y tiene que ser visto con cierto humor, como una experiencia distinta. En el Hotel Bavaria, administrado por Doña María con un profundo celo teutónico, es ya imposible hacer llamadas fuera del país. Está ubicado en la calle de Choferes del Chaco y presta su servicio rígido sin sorpresa o cambio alguno día tras día. El nombre de la calle recuerda a los choferes que abastecían de agua a los soldados paraguayos durante la Guerra del Chaco y que fueron masacrados por la aviación boliviana. Buena parte de la historia reciente del Paraguay y mucha de la imaginación colectiva giran en torno a este enorme región del norte, que comprende casi la mitad del país. Es una zona de clima muy difícil, de tierra en general semiárida pero con áreas donde se concentra la ganadería. La carne es relativamente barata y muy abundante y se puede comer un magnífico trozo en La Paraguayita, con una buena cerveza producto de la influencia alemana. Un lugar de reunión de la población local a la hora del almuerzo es el conocido restaurant San Roque, propiedad de la familia Knapps que lo ha operado durante 50 años.

No hay muchos atractivos en la ciudad de Asunción, pero pude encontrar un punto notable, El Museo del Barro. Creado de manera privada por un grupo entre cuyos integrantes están el arquitecto y pintor Osvaldo Salerno y el antropólogo Ticio Escobar, es verdaderamente un lugar especial. Desde el diseño y la construcción hasta las colecciones de arte popular que están expuestas finamente. Han reunido una colección muy amplia y espectacular del arte plumario de los guaraníes que es única en el país. El Estado paraguayo no contribuye a la formación de museos y la preservación del arte, cuestión que es muy apreciable cuando se parte de la experiencia mexicana.

Asunción está situada a orillas del río Paraguay pero, curiosamente, se las ingenia para vivir a espaldas suyas. Es prácticamente nula la vida urbana que se desarrolla en función del río, lástima. Ahora la hidrografía de la región cumplirá una nueva función no sólo geográfica sino económica con la construcción de la vía transocéanica que irá desde Bolivia hasta Argentina. Esa es una de las obras de mayor magnitud planeadas como parte de los desarrollos del Mercosur. Tal vez con ello Asunción se vuelque hacia el río y cambie su fisonomía.

La política paraguaya sigue marcada fuertemente por la preeminencia del Partido Colorado, cuya maquinaria sirve todavía como una gran fuente de control. En todo caso las fuerzas de la oposición se recomponen y es mayor la lucha electoral.

Lo más grato de Asunción es poder reunirse con amigos entrañables y conversar largamente; ese fue el placer de ver de nuevo al sociólogo y político Jorge Lara y a su esposa la psicoanalista Maru Escobar. El muy largo viaje al cono sur tuvo, así, su más grande recompensa.