Néstor de Buen
Estado de derecho

En el marco espléndido del Centro de Convenciones se celebra en Guanajuato el V Congreso Nacional de Abogados de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados que preside con acierto el notable penalista Jesús Zamora Pierce.

Lo inaugura Vicente Fox, con saco y corbata y con presencia y facilidad de palabra. Lo clausura Ernesto Zedillo y es de agradecerle el gesto. No dejó de ser emocionante en el acto inaugural la presencia de los soldados del estado: el único estado que cuenta con Ejército propio, me parece que por una decisión de Benito Juárez, al hacer escolta a la bandera nacional. Y un coro de voces jurídicas cantando el himno nacional. Alguna de sus estrofas se me pierde vergonzantemente en agudos imposibles y no dejo de pasar mis penas.

Pero hago mi luchita. No canto, pero dibujo bien. El tema, simple y esquemático: el Estado de derecho. Un grupo selectísimo de participantes con pluralidad ideológica, todos expertos en la materia salvo este escaso cantante que aún no sabe por qué demonios, siendo civilista (renovado) y laboralista (con riesgos de decadencia) acepta broncas de Derecho Público. ¡Si me viera mi viejo maestro don Manuel Pedroso! Escribo la noche del jueves, después de una larga jornada de discursos, todos buenos, algunos excelentes y con firmas de plena categoría: Mariano Azuela (que no leyó), Sergio García Ramírez, Marcos Kaplan, Emilio Krieger, Manuel González Oropeza y Clemente Valdés. No compareció José Luis Soberanes, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, y lo sustituyó con éxito notable un joven profesor español de Zaragoza que se llevó una ovación, sorprendente para él mismo. Su nombre: Francisco Palacio Romeo.

Lo gracioso del tema es que cada quien cuenta la historia a su manera, como en la canción de Sinatra. Porque unos convierten al Estado en protagonista, con buenas y malas conductas, con lo que lo confunden con el Gobierno. Y algún otro, ligeramente conservador, se cambió de tema y habló del Estado de derecho como condición, situación subjetiva frente al derecho aunque al final, no sé si involuntariamente, volvió al buen camino al meterse con la división de poderes. De paso se botó la puntada de afirmar que en los países socialistas, actuales y de antes, no hay Estado de derecho y de un plumazo borró del mapa una de las ramas más interesantes del derecho moderno.

No fue el autor de esa intervención ninguno de los listados arriba. Se identificó como liberalísimo y enamorado del derecho de propiedad y al terminar su intervención, invocando viajes urgentes, se salió por la puerta de servicio. Me dejó con preguntas no formuladas que sustituyo por adjetivos, no pronunciados.

Lo curioso es que se me olvidó su nombre.

Ya hablaré este viernes (el pasado para mis lectores) del Estado de derecho y la división de poderes.

Por ahí asoman las barbas maléficas de Don Venus Carranza y de su discurso inaugural del constituyente (1o. de diciembre de 1916) en el que reclamó y obtuvo la hegemonía absoluta del Poder Ejecutivo.

Hoy, casi 77 años después, quisiéramos echar reversa.

Trabajé como loco en la ponencia con lecturas inacostumbradas. Y, no se lo digan a nadie: me fasciné con el encuentro con la Teoría del Estado. Culpa será, en el fondo, de Manuel Pedroso y de Mario de la Cueva.