José Agustín Ortiz Pinchett
¿De qué se ríe el licenciado?

Me impresionó ver en los diarios la fotografía de un sonriente Carlos Salinas de Gortari, tomada en el vestíbulo del Hotel Sheraton Carlton, a unas cuadras de la Casa Blanca en Washington. Recordé aquella sátira de Jesús Martínez dedicada a Miguel Alemán, ¿De qué se ríe el licenciado?, que costó a Palillo la cárcel. Al presidente Alemán le gustaba reírse, no que se rieran de él.

¿Cuáles serán los motivos que tiene el licenciado Salinas para estar tan contento? Le basta con leer las noticias del día en los periódicos de México --recibe a La Jornada por Internet-- para poder reírse de todos nosotros:

De la condena al neoliberalismo. El priísmo declaró que en su próxima Asamblea va a censurar al neoliberalismo por ser contrario a la Revolución Mexicana. El rechazo contra esa doctrina desborda al PRI. La mayoría abrumadora de los mexicanos no creemos en ese reverdecimiento del porfirismo. Es sólo una fórmula de modernización de la tiranía de una casta sobre las demás. Pero el seudo liberalismo va a seguir funcionando en México.

Como dijo Jaime Serra Puche, nos guste o no, seguiremos en el primer mundo.

De la intención de expulsarlo del PRI. Muchos priístas exigen la expulsión de Carlos Salinas de ese partido. Salinas se ríe de eso. Expulsarlo no es tan fácil, se requeriría un juicio previo, derecho de audiencia y otras monsergas. ¿Quién podría atreverse a servir de fiscal, de jurado, de juez? Por más mala memoria que tengamos, todos podemos recordar los elogios que recibió Salinas de sus posibles jueces.

Del rechazo de Farell para que se le considere tapadera de la corrupción. Arsenio Farell fue miembro distinguido del equipo, colega y amigo de Salinas. Se podría pensar que su nombramiento es una garantía para que no se revisen las privatizaciones, para que no se siga adelante con los casos graves de corrupción y para que no se investigue a los que se han enriquecido desde sus cargos públicos como la familia Salinas y como la familia Hank González-Rohn, sólo para dar un ejemplo.

Farell dijo a los diputados (probablemente con razón) que no tiene facultades legales para realizar pesquisas y que sólo puede actuar cuando haya denuncias específicas o bien cuando se trate de enriquecimiento inexplicable. Las leyes mexicanas han sido construidas justamente para garantizar la impunidad. Es cosa de risa loca.

La ley también garantiza la impunidad de la difamación. Don Arsenio se dio el lujo de acusar al consejero ciudadano, Santiago Creel Miranda de ser el encubridor y beneficiario de la reprivatización de Imevisión. Después con elegancia se desdijo de lo que dijo diciendo que ``eran dichos coloquiales''.

De la urgencia del PRI para resolver el caso Colosio. Salinas también se puede reír ampliamente de las presiones priístas para resolver el caso Colosio. Aunque no hubiera ordenado el magnicidio, tendría que explicar por qué no se ahondó en la investigación. Después de 30 meses del asesinato el nuevo fiscal especial ha declarado que tiene dudas sobre todo y sobre todos, y que 25 fases del caso están confusas.

De la situación económica de México. Salinas puede sentirse muy satisfecho por la situación en que está el país. El sólo tiene, digamos, 15.7% de la responsabilidad. En el fondo, nadie tiene ninguna responsabilidad porque nadie puede exigirla. La falta de crecimiento económico, el empobrecimiento y la incapacidad para elevar el poder de compra son costos que tuvimos que pagar los mexicanos por 50 años de proteccionismo. Lo que hicieron Salinas y su equipo fue realizar un ajuste como instrumento de la justicia divina.

Observemos muy bien el problema de la impunidad. Cuando haya un organismo autónomo y apolítico capaz de revisar las cuentas a los funcionarios públicos y exigirles responsabilidades, el problema ``tan humano de la corrupción'' empezará a encararse en México. Mientras tanto, Carlos Salinas de Gortari y toda la legión que lo precedió y lo acompaño podrán reírse de nosotros.