Congelan el caso Salinas
José Ureña Atrás de los debates, entre los vacíos de sus nuevos documentos y sobre los reclamos generalizados, la cúpula priísta filtró su decisión: el ex presidente Carlos Salinas no será enjuiciado.
``No fue tema de la Asamblea. La Asamblea fue para discutir la reforma interna'', justificó ayer Santiago Oñate Laborde.
Por eso en la jornada sabatina, en el Plan Sexenal, a la exigencia de emitir un pronunciamiento de los delegados, se optó por remitir el asunto a la Comisión de Honor y Justicia de Vicente Fuentes Díaz.
Pero no se actuará, previno un directivo del partido:
``Nadie aportó nuevos elementos y el Ministerio Público no ha promovido acción penal. Estamos igual que en diciembre pasado, cuando la Comisión de Honor y Justicia no encontró causales para su suspensión o expulsión''.
Burla o no a la Asamblea, el procedimiento rindió frutos y ayer apenas si dos voces aisladas interrumpieron a Oñate desde las alturas del Auditorio Nacional para gritar ante la pasividad de la concurrencia: ``¡Fuera Salinas!''
El silencio contrastó con el coro de todos al final de la inauguración del viernes, en el gimnasio Juan de la Barrera, y con los documentos y los exhortos recurrentes durante los debates del sábado en las mesas de Estatutos y Código de Conducta.
Los planteamientos conmovieron a los reporteros, quienes ayer, en la teleconferencia, insistieron a Oñate y preguntaron en cuánto tiempo dará respuesta la Comisión de Honor y Justicia a la expulsión de Salinas. Oñate: ``No tiene un plazo preestablecido. La Comisión de Honor y Justicia lo que requiere es, a partir del estudio de la petición que se le ha formulado, allegarse las pruebas, en varios casos que le han sido turnados, para poder definir la situación''.
Desde Tlaxcala se insistió, y el directivo dijo: ``Parecería que son ustedes, los señores representantes de los medios, quienes piensan que la Asamblea fue con el propósito de tratar el asunto del ex presidente Salinas de Gortari''...
Su excusa: ``Un partido que responde al principio de legalidad, no realiza ni juicios sumarios ni juicios unipersonales. Cuenta con órganos, en este caso la Comisión de Honor y Justicia, que es la que lleva a cabo los procedimientos''...
Pese a la omisión, la sombra de Carlos Salinas se paseó por la Asamblea. Se paseó cuando la gente, desesperada por la espera, evocó ``¡Co-lo-sio, Co-lo-sio!'' una y otra vez, a las 11:18 horas, y luego, casi desgañitada, se puso de pie con repetidos ``¡Duro, duro, duro!''
Eso no lo escuchó parte del gabinete -José Angel Gurría, Guillermo Ortiz, Francisco Labastida, Herminio Blanco-, que llegó minutos antes de su jefe, cuando la asistencia estaba cansada, rebasada por una directiva que le negó su derecho a escuchar los documentos que aprobó y con deseos de abandonar horas de encierro.
A las 11:26 se abrió la sesión. Agustín Basave hizo un pequeño recuento de los trabajos -no la lectura de los textos y ni siquiera una síntesis de ellos-, dirigidos por Humberto Roque Villanueva para dar al PRI nueva Declaración de Principios.
Si algo se demostró, dijo Basave, es que ``Luis Donaldo Colosio vive''. Eso pareció revivir a la gente. Pareció, porque sólo hubo aplausos y una porra débil. También se confirmó que el partido tiene ``una enorme vitalidad y una gran fuerza'' y que ``ayer rescatamos la esencia ideológica''.
Siguió Cesáreo Morales. El Programa de Acción, elaborado con la conducción de Fernando Ortiz Arana, es la convocatoria con que el PRI contenderá en 1997 y ``son compromisos que nos darán el triunfo''.
Netzahualcóyotl de la Vega no centró tampoco los asuntos sustantivos de los nuevos Estatutos, pero, cetemista al fin, celebró que ``los sectores quedaron bien definidos como pilares del partido'' y en ellos se percibe ``una demostración más de la democracia que impera en nuestro partido''.
Manuel Cadena se refirió al Código de Etica Partidista. Lo mandaron por Elba Esther Gordillo, a la que rechazaron como presidenta de mesa los tres sectores, y ella recibió la rechifla de la mañana cuando la mencionaron.
La gente insistió en que se leyeran los documentos. ``Llevaría un mínimo de cuatro horas'', rechazó Juan S. Millán Lizárraga, secretario general que evocó la constancia de estados y sectores para los mismos y sacó las votaciones en un dos por tres.
Vino una larga espera de Ernesto Zedillo. Llegó emocionado, saludador como en sus tiempos de campaña y en el reencuentro de su gente se paseó frente al estrado y tuvo en todos los delegados el aplauso fácil para cuanto decía.
Oñate habló de ética, de cómo PRI y gobierno se han debilitado en ocasiones ``pero es la sociedad la que menos ha ganado''. Convocaba a fortalecer al partido cuando, de las alturas, a su izquierda, cayeron dos gritos:
-¡Fuera Salinas!
-¡Sssshhhtt! -reaccionaron más, y disiparon los temores de rebelión, que quedaron virtualmente apagados durante la mañana dominical en pláticas privadas con gobernadores y dirigentes estatales para pedirles control sobre sus delegaciones. No hubo más incidentes y lejos quedó la jornada del viernes.
Ayer, a la salida del Auditorio Nacional, gente que se decía de la agencia Harris hacía una encuesta y encontraba la insatisfacción en los delegados efectivos. Esa agencia, por cierto, tiene encima una auditoría.
Adentro del auditorio, en su segunda teleconferencia, Oñate y los presidentes de comités estatales alababan su evento.
-A los tecnócratas se les frena porque se les exige militancia y a los políticos se les facilita el retorno a los cargos de dirección m -soltó un reportero.
-En cuanto a su expresión inicial de tecnócratas y políticos, el PRI de hoy no la reconoce. Quienes militan en nuestro partido son políticos por convicción -respondió el dirigente.
Así se estrenaba el nuevo Partido Revolucionario Institucional, el que nació en la 17 Asamblea Nacional.
Ciro Pérez Silva y Rosa Icela Rodríguez Algunos con paso resuelto, otros confundidos o escépticos, los priístas llegaron ayer a la clausura de la 17 Asamblea Nacional sin saber a ciencia cierta cuál será la aplicación real de las nuevas reglas de su partido ante la elección federal de 1997 y frente a la crisis económica de la que México no acaba de salir.
Ante el único cambio significativo que implican los requisitos para ser candidato a Presidente de la República, gobernador y senador, la incertidumbre prevalecía: ``¿Y qué tal si en 1999 nos cambian otra vez las reglas para que llegue un tecnócrata, como los otros presidentes?''
Para el gobernador de Tlaxcala, José Antonio Alvarez Lima, los nuevos requisitos para ser candidato priísta significan ``un rechazo contra los muchos arribismos que hubo en el pasado reciente''.
Sin embargo, el que fuera cercano colaborador de Carlos Salinas llamó a tener ``cuidado, porque puede ser una camisa de fuerza demasiado estrecha''. Precisó que las nuevas reglas se van ``a probar'' durante las elecciones de 1997 ``y, como todas las cosas que pasan en el partido, nada debe ser para siempre y nada debe ser para tanto''.
Pese a todo, el entusiasmo entre los políticos-políticos era evidente al referirse a la exigencia de una militancia de diez años y un puesto de elección popular para esos cargos. ``Ahora tendremos más chance'', decía un viejo político en tono de broma.
Y aunque afirmaron que esto ``no cierra las puertas a los tecnócratas'', fueron más los que festejaron la medida ``porque antes nos imponían a candidatos que no conocían ni en su casa y ahora se va a privilegiar a quienes hagan trabajo de partido, a los verdaderos militantes''.
También fue bienvenida la propuesta priísta en torno a la defensa contra la privatización de la petroquímica. El titular de Petróleos Mexicanos, Adrián Lajous, aseguró que se tomará en cuenta, pues se trata de ``una opinión importantísima para todos los mexicanos'', aunque dijo desconocer el texto de la declaración oficial en la materia.
Por lo que hace al liberalismo social, quienes en el pasado reciente lo aplaudían con vehemencia, ahora festinaban su reemplazo por el nacionalismo revolucionario, ``que dio origen al PRI y que nunca debió cambiarse por caprichos sexenales'', dijeron.
Incluso los allegados del salinismo, como el secretario de Desarrollo Social, Carlos Rojas, tuvo que aceptar el cambio de esa doctrina política.
-¿Ya se enterró al liberalismo social de Carlos Salinas?
-Me parece que, siendo una decisión de la asamblea, la debemos respetar todos los que somos priístas. Finalmente, lo que tenemos es una propuesta nacionalista, que propugna por la democracia y la justicia social.
El nombre de quien estuvo durante seis años detrás de la desechada doctrina política, ni en la ceremonia de clausura ni en las entrevistas fue mencionado. El último de los tres días de la 17 Asamblea Nacional, el nombre de Carlos Salinas de Gortari desapareció del vocabulario de los priístas. Y lo que fue primero un grito de repudio se convirtió en un silencio inexplicable.
Alguien le preguntó al líder de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, Humberto Roque Villanueva:
-¿Lo del ex presidente no trascendió para más?
-Esta asamblea no se convocó con ese propósito -cortó el legislador.
En el colmo de la amnesia, el líder sindicalista Leonardo Rodríguez Alcaine, dijo: ``No sé a quién se refiere'', al ser interrogado sobre el ex presidente Salinas.
Otros, como el dirigente priísta en el Distrito Federal, Roberto Campa Cifrián, negaban que la decisión de sostener a Carlos Salinas de Gortari dentro de las filas priístas fuera a restarle votos al partido. ``Para nada'', aseguró airado, como si tuviera enfrente los resultados de la elección capitalina de 1997. Aunque reconoció que dicho asunto provoca ``diferencias'' en la capital.
Militancia antes que arribismo
Los gobernadores de Tabasco y de Sinaloa, Roberto Madrazo Pintado y Renato Vega Alvarado, respectivamente, abordados en la explanada del Auditorio Nacional, sostuvieron que la decisión asumida por la Asamblea Nacional ``privilegia la carrera partidista''.
En contraste, el secretario de Relaciones Exteriores, José Angel Gurría Treviño, uno de los ``afectados'' por el cambio de estatutos, fue parco.
-¿En el gabinete, cómo cayó el candado? -se le preguntó.
-Vamos a ver cómo salen las resoluciones, para ver en qué contexto se dieron.
Otros, como el diputado tabasqueño César Raúl Ojeda Zubieta, fueron más claros al afirmar: ``Se acabaron los candidatos fast-track, las improvisaciones quedan desechadas. Se privilegia el trabajo político, de gente hecha en la lucha cotidiana de contacto permanente con las demandas de los ciudadanos, y esto seguramente va a fortalecer al partido''.
A los aspirantes improvisados o advenedizos Ojeda les advirtió que ``ahora, quienes quieran ser candidatos, no buscarán los espacios fuera del partido, esperando la mano protectora que los aliente a buscar la posición de privilegio'', y les aclaró: ``El que quiera avanzar en las posiciones públicas al amparo de las siglas del partido, pues tendrá que trabajar intensamente con el partido, imbuir en la conciencia de la organización el involucrarse con la base, y no llegando de manera fortuita''.
El semiretirado ex senador hidalguense Humberto Lugo Gil justificó la presencia de presidentes sin cargos de elección popular previa señalando que ``eran otras circunstancias y otros momentos'', e insistió en que, pese a todo, ``los tecnócratas también son necesarios porque sus conocimientos son importantes''.
El gobernador Alvarez Lima, ex diputado y ex senador, reconoció que la propuesta aprobada por la asamblea ``es un rechazo a excesos de apertura que hubo en el pasado, es un rechazo natural de irritación''.
Para el anfitrión Roberto Campa Cifrián, los nuevos requisitos para ser candidato a la Presidencia de la República ``son un viejo reclamo de los priístas que viene desde la 14 Asamblea, y hoy el priísmo ratificó una convicción en favor de la militancia y del esfuerzo''.
-¿No se cierra el espectro de candidatos al año 2000?
-Yo no lo veo así, de lo que se trata hoy es de ver que quien tenga interés de participar en política tiene que acercarse al partido, y esa es la diferencia, que trabaje con la militancia. No se le cierra la puerta a nadie.
Negó que los acuerdos alcanzados fueran producto de una ``rebelión'' en las filas de su partido o contra la dirigencia priísta, sino simplemente ``un triunfo de las bases''.
Luego de tres días de discusiones, los priístas concluyeron que era necesario hacer cambios en los principios, en los estatutos y en la doctrina... pero de Carlos Salinas, nada.