Iván Restrepo
El pulpo sobre el camarón

El camarón es el recurso más importante de la pesca nacional, por las familias que dependen de él y su alto precio. Las costas y zonas marítimas de Sonora y Sinaloa se distinguen por el monto de sus capturas y por estar allí las unidades industriales que lo procesan. Esa actividad data de principios de siglo cuando buques norteamericanos con sistemas mecanizados pescaban en dicha región. En el último medio siglo se consolidó la flota mexicana y sus sedes más importantes: los puertos de Guaymas y Mazatlán.

En la flota participan los sectores privado y social. El primero dispone de buques que operan en la zona marina; mientras el segundo, organizado en cooperativas, por lo general trabaja en las costas con técnicas artesanales. Durante la época en que abunda el camarón intervienen pescadores ocasionales que laboran la mayor parte del año en otras actividades. A estos actores se sumó en los últimos lustros un grupo social definido como ribereño, causa de algunos problemas.

Hasta 1992, el sector social tuvo la exclusividad de capturar camarón, pero con la política neoliberal y problemas de tipo financiero y administrativo, desde entonces está principalmente a cargo del sector privado, que se fortaleció al grado que la mayoría de las tripulaciones trabajan para él. La privatización ha causado serios enfrentamientos y la intervención de las dependencias responsables de la administración y manejo del recurso. Por ejemplo, en torno al uso de la red llamada chinchorro de línea, en uso desde principios de los años 80 en Sonora, Sinaloa y parte de Baja California y que originalmente sirvió para capturar sierra. La efectividad de la red en el caso del camarón la convirtió en una técnica al servicio de miles de pescadores durante ciertos meses del año y su uso se autorizó a principios de este mes.

Dicho arte de pesca, parecida a una red de volleyball, en algunos casos llegó a tener hasta 800 metros de longitud. Se elabora con hilo delgado de 7 centímetros de luz de malla y se fija verticalmente en el fondo marino, de manera perpendicular a la costa, en áreas poco profundas pescando cerca de una hora como máximo. Se calcula que funcionaban ilegalmente unos 3 mil chinchorros. Según los pescadores recurrieron a este sistema porque las bahías de Sonora se encontraban azolvadas y contaminadas. Pero todo indica que se inició para solucionar la situación de algunos grupos que no podían trabajar dentro de las bahías porque en ellas ya existían cooperativas pesqueras. El uso de la red no causó entonces problema con el sector privado debido a que la flota camaronera de altamar estaba en poder de las cooperativas, ya que aquél financiaba la pesca y compraba el camarón capturado con chinchorro. Con los cambios legislativos de 1992, buena parte de dicha flota pasó a manos privadas, y con ello comenzó el conflicto de intereses.

El sector privado alega que la medida de autorizar el chinchorro se tomó sin considerar su parecer y sin argumentos científicos; que la captura de camarón puede disminuir por la presencia de más pescadores; que el chinchorro está prohibido en todo el mundo; que puede propiciar un embargo por capturar fauna de acompañamiento. En fin, que en especial afecta a individuos maduros y prerreproductores. Mas las autoridades sostienen que el permiso se dio observando diversas especificaciones técnicas que impiden acabar con el recurso. Y que no se perjudican los intereses de los dueños de la flota camaronera, pues la pesquería de chinchorro opera desde hace años.

Ahora funcionarán sólo 2 mil de dichas redes. No podrán tener más de 200 metros de longitud; se aumenta la luz de malla y el grosor del hilo, con lo cual no podrán pescar arriba de diez brazas de profundidad. Tampoco se permiten en las cercanías de las bocas de las lagunas donde crece el camarón. Con estas medidas, una buena proporción del mismo escapará de los chinchorros migrando hacia aguas más profundas donde crece y pesca el sector privado.

Especialistas del Instituto Nacional de la Pesca, demostraron en varios estudios que las áreas y el funcionamiento del chinchorro se encuentran suficientemente normados, y por ello no se afectará ni la reproducción futura del camarón ni la pesca en altamar. Es falso que dicha red esté prohibida en el mundo. La confunden con otra de centenas de kilómetros de longitud que lo mismo captura tortugas, aves y tiburones, que picudos y mamíferos marinos. Las especificaciones y la reglamentación del chinchorro impiden hasta posibles daños a la vaquita y la totoaba, especies protegidas.

Así, más que argumentos técnicos, ecológicos o científicos sobre el funcionamiento del chinchorro, lo que hay es una lucha desigual entre el sector social y el industrial al competir por una misma especie. El último desea agrandar la enorme tajada que tiene del pastel camaronero. Para lograrlo, olvida los graves problemas socioeconómicos de miles de familias de pescadores en Sonora, Baja California y Sinaloa. Y algo no menos lamentable: alienta en el exterior a los que piden un embargo al camarón mexicano so pretexto de violación a las normas ambientales. Como si el atún no hubiera servido para mostrar los intereses imperiales disfrazados de ecología.