Tal vez será ingenuo pensar que el discurso construye a la realidad y, sobre todo, que las buenas intenciones pueden cambiar las inercias de décadas. Sin ser maliciosos, lo que se puede sacar en claro de la 17 Asamblea del PRI que acaba de concluir es: que resultó una curiosa mezcla de regresos al pasado, con un clima altamente polarizado y lleno de filias y fobias, cambios simbólicos y modificaciones a los requisitos para ser candidatos.
Fue la Asamblea que trató de cobrarle todas las facturas al salinismo: desde la supresión del famoso liberalismo social del siglo XIX, recuperado por el ex presidente hoy en desgracia, hasta las expresiones de ``¡fuera Salinas!'', esa encarnación del villano, uno de los últimos presidentes que movió al partido, le dio un nuevo discurso y una nueva estructura territorial, es ahora el personaje más despreciado, el símbolo que encarna la caída del PRI, a pesar que las cifras digan otra cosa. Sin embargo, si el PRI llevara hasta sus últimas consecuencias esa operación para ``purificarse'', tendría que arrancar pedazos de Miguel de la Madrid, de José López Portillo, Luis Echeverría y así sucesivamente, hasta quedarse frente a un espejo sin imagen. Asimismo, la otra parte de la operación afectiva fue la consagración de Colosio, paradójicamente un político que desarrolló su carrera bajo la tutela de Salinas, es hoy la figura que supuestamente conjunta al guía, al mártir y al héroe. En esta trama de buenos y malos, de afectos y odios, los priístas hicieron su catarsis.
El regreso al ``nacionalismo revolucionario'' y a sus lemas, no cumplidos o practicados, de justicia social y democracia, y los requisitos de militancia de diez años, cargos de dirección partidista y puestos de elección popular para ser candidato a la Presidencia, al Senado y a las gubernaturas de los estados, completaron el cuadro de la Asamblea.
El discurso del presidente Zedillo insistió en la idea de que la única línea era no tener línea. Esta tesis puede ser vistosa en un discurso que quiere afianzar las ligas democráticas, pero resulta ingenuo pensar que así será como si fuera un discurso performativo, que transforma lo dicho en realidad. Bastantes pruebas se han dado en este sexenio de la forma en la que los espacios se han ido llenando y esa supuesta falta de línea ha sido compensada por la línea de los duros, de los caciques y de los que están dispuestos a cualquier cosa para no perder el poder. ¿Qué opinan Bartlett, Madrazo y Figueroa de la supuesta nueva ética partidista?
Ahora con la ``sana distancia'' entre partido y gobierno, y de forma más específica entre Presidencia y partido, se abren nuevos retos y problemas. Por ejemplo, estuvo presente en la Asamblea la necesidad de un cambio de política económica, lo cual llegó de forma más o menos específica a la demanda de no vender la petroquímica, sin embargo, en los documentos finales no fue incluida la propuesta y quedó un texto lleno de lugares comunes, pero sin ningún compromiso. ¿Cómo pueden creer los priístas que el presidente Zedillo está gobernando con su programa, cuando en realidad está aplicando otro, no sólo distinto del partido, sino opuesto al que él mismo prometió en su campaña? Estos ejemplos muestran que los discursos políticos y los documentos se pueden manejar conforme a las necesidades del momento y que su cumplimiento es muy relativo.
El cambio que sí altera la dinámica del PRI es sin duda el de los requisitos para ser candidato. Con las nuevas exigencias se logra el clásico doble efecto; por una parte se quiere resolver un problema de viejas rencillas entre los ``políticos'' y los ``tecnócratas'', entre los que han hecho algún tipo de trabajo partidista y los que han llegado directo a los altos puestos de gobierno sin ensuciarse las manos con algún tipo de militancia, campaña o cargos directivos; por otra parte, se limita el cuadro de posibilidades, por ahí alguien hizo las cuentas y señaló que ahora con esas medidas la única posibilidad del gabinete de Zedillo para el año 2000 era Silvia Hernández, actual titular de Turismo. ¿Será el resultado deseado?. La limitación es clara. Al cambiar las reglas de reclutamiento los burócratas con posgrado en el extranjero son castigados para 1997 y el año 2000. ¿Este cambio es un avance o un retroceso?
Quizá los correctivos llegan demasiado tarde, ya cuando todo el modelo económico está en marcha. Por lo pronto, queda un perfil ideológico que regresa al origen, y ahora de nuevo todos los priístas podrán ser otra vez revolucionarios, pero en la práctica la pregunta sobre qué país quieren no tendrá una respuesta fácil, a menos que dentro de algún tiempo venga la 18 Asamblea y modifique otra vez las cosas antes del final del sexenio.