En los últimos días se ha reanimado la polémica sobre el destino de los complejos petroquímicos de Pemex, iniciada hace año y medio, cuando el gobierno anunció su venta a particulares. En este tenor, el sábado pasado, en una de las mesas de trabajo de la 17 Asamblea Nacional del PRI, se acordó por abrumadora mayoría una declaración en rechazo a la venta de esos complejos. Cabe lamentar la omisión de esas expresiones en el documento final de la asamblea, aun considerando que la propuesta no estaba dirigida a ese texto.
Entrevistado ayer, el subsecretario de Energía se mostró favorable a la privatización, aunque también habló de ``reconsiderar cuál es la mejor forma de alcanzar el objetivo de una industria petroquímica globalmente competitiva en México''. Luego, ante una pregunta que aludió sin mencionarla a la asamblea del PRI, para luego inquirir sobre si habría ``marcha atrás al proceso privatizador del sector petroquímico de Pemex'', el funcionario dijo que se trataba de un asunto complejo, que no podía ser resuelto con un ``marcha atrás'' o un ``se sigue adelante''.
A su vez, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial reiteró su postura de que la privatización petroquímica no tiene por qué despertar oposición.
Ante estas y otras expresiones recientes al respecto, cabe hacer varias consideraciones: por una parte, no se debe pasar por alto, o subestimar, el hecho de que el actual gobierno, el que formuló la propuesta de la privatización, emanó justamente del partido en cuyo interior se rechazó, el sábado pasado, esa política. Ello reduce significativamente el margen de acción para desincorporar las plantas petroquímicas que pertenecen a la nación. Por la otra, es difícilmente entendible que un dirigente del sector privado crea que una decisión del tamaño de la privatización petroquímica pueda ser adoptada sin conflictos ni oposiciones en un país como México: por décadas, la propiedad pública de los recursos naturales --y especialmente los petrolíferos-- ha sido, además de salvavidas económico de la nación en tiempos de crisis, un factor medular de creación de identidad nacional.
Una tercera reflexión que suscitan estos episodios es que, en el contexto actual, resulta cada vez menos fácil imponer decisiones cupulares sin tomar en consideración los intereses y las convicciones de importantes sectores de la sociedad, independientemente de que éstos se expresen dentro o fuera de las filas del partido gubernamental.
Finalmente, no habría que subestimar la plena conciencia que muchísimos mexicanos tienen sobre la industria petrolera nacional. Para esa percepción mayoritaria, los complejos petroquímicos de Pemex revisten un papel estratégico en la economía del país, como proveedores de materias primas industriales básicas, como elemento necesario para un desarrollo nacional menos dependiente, en un área en la que tenemos ventajas comparativas importantes, y como elemento medular para la defensa y la preservación de la soberanía nacional.