En su 17 Asamblea el PRI inventó su propia utopía: regresar al estatismo monolítico y centralista y abrió una nueva etapa interna: la esquizofrenia ideológica. Ni neoliberalismo ni nacionalismo revolucionario, sino todo lo contrario...
Expulsar a Salinas por su ``liberalismo social'' y su neoliberalismo sólo sería posible expulsando, junto a él, a Ernesto Zedillo. ¿Quién más neoliberal y continuista de la política económica y social del salinismo que el actual presidente?
¿Cómo separar a ambos? ¿Cómo juntar el neoliberalismo zedillista con el regreso al nacionalismo revolucionario?
Entrampado en su propia esencia, el priísmo llegó a la 17 Asamblea para reivindicar un pasado que antes fue su identidad como partido y que ellos mismos destruyeron. La 17 Asamblea del PRI en ese sentido ha sido representativa de su pasado y su presente: estuvieron los fantasmas de los que crearon las condiciones para asesinar a Obregón y Colosio; el espíritu de Calles y Salinas; la corrupción de Alemán y López Portillo; el conservadurismo de Avila Camacho y Miguel de la Madrid; el autoritarismo y la intolerancia de Díaz Ordaz; el populismo de López Mateos y Echeverría; lo circunstancial de Pascual Ortiz Rubio y Zedillo; la ausencia total de Cárdenas, todos diciendo que el único camino es nuevamente la demagogia política, el disfraz, el autoritarismo y la fuerza.
El aplaudido por ellos mismos ``liberalismo social'' no puede ser sustituido por el nacionalismo revolucionario, simplemente porque el Estado ya no juega el mismo papel que antes de las reformas neoliberales, y porque la integración económica es diametralmente contraria a lo que significó la ideología surgida de la Revolución Mexicana. El PRI, en su Asamblea Nacional, ha dado pruebas fehacientes de que es un aparato desfigurado que se ahoga a la mitad del río, y que la globalización no soporta los candados y remiendos nacionalistas que han aprobado.
Minimizada la reforma electoral, desmentida por las mismas prácticas de siempre, la única expectativa que quedaba era si el PRI tendría capacidad de transformarse a sí mismo, y esto se acaba de terminar. No hay ni habrá transición pacífica. La desfiguración ideológica del PRI, y la sobrevivencia de su poder fincado en la fuerza y la corrupción, abren al país a una etapa de gran peligro, pues de ahora en adelante la estabilidad sólo será posible con base en el sometimiento. Creadores de la descomposición social y política, de ahora en adelante ésta será usada para subordinar a todas las fuerzas políticas y prohibirles constituirse en referencias políticas con credibilidad. La 17 Asamblea priísta es el pacto de los peores.
La desfiguración ha derrotado también a Zedillo, pues su neoliberalismo, ahora, estará cuestionado todos los días por la esquizofrenia de su propio partido. ¿La 17 Asamblea habrá sido un preparativo para su renuncia?