Francisco Vidargas
Sor Serafina

El primero de febrero de 1691 sor Serafina de Cristo, monja del convento de Santa Paula (o de San Jerónimo) de la ciudad de México, redactaba una misiva al obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, titulada Carta que aviendo visto la Athenagórica que con tanto acierto dio a la estampa Sor Philotea de la Cruz del Convento de la Santíssima Trinidad de la Ciudad de los Angeles, escribía Seraphina de Christo en el Convento de N.P.S. Gerónimo de México. Haya sido conocida o no en su tiempo, pronto se perdió para la historia pues ``fue escrita en un momento crítico de la vida'' de su verdadera autora: Sor Juana Inés de la Cruz.

Tres siglos más tarde, el año 1960 en una librería anticuaria de Madrid, el padre Manuel Ignacio Pérez Alonso adquiría algunos ``papeles viejos'' que podrían ser de interés para la historia de la Compañía de Jesús en México. Entre ellos venía la epístola ``irrespetuosa'' de una monja desconocida dirigida a un prelado poblano. Después de haberla trabajado, estableciendo hipótesis sobre la identidad de la religiosa, el historiador jesuita la integró a la colección de autógrafos de la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero de la Universidad Iberoamericana, en donde fue expuesta, por primera vez, en 1982.

La historia ``gusta de ironías'' y mientras muchos se alistaban en 1995 para viajar a Europa en busca de los documentos perdidos de Sor Juana, en Toluca se daba a conocer un ``complejo enigma literario en prosa y en verso'' que obligó, inmediatamente, a reinterpretar ``la versión tradicional de su crisis final''. Nuevamente se trataba del documento autógrafo de Serafina de Cristo, ``entretenimiento lúdico conventual'' que permitió a Sor Juana ``desahogar el asombro, la ira y el contento'' que le produjo la aparición de su Crisis de un sermón, editada en Puebla como Carta Athenagórica (1960) por Fernández de Santa Cruz y que redituó en un gran malestar teológico-político.

Sor Serafina plantea una adivinanza sobre quién fue el destinatario real de la Athenagórica. A lo largo de siete partes, en forma ``poco respetuosa'' da las claves para descifrar el divertimento epistolar. Poco a poco descubrirá la identidad del ``soldado castellano'' de la milicia de Cristo que ``sin acabar de sacar hizo su papel contra la invencible'' Sor Juana y pretendió ``con sus fueros espantarla''. Dicho personaje no era el célebre predicador portugués Antonio Vieyra (como lo creyó el clérigo poblano) sino Antonio Núñez de Miranda, antiguo confesor de la jerónima, quien con dureza le cuestionó su pensamiento y divertimentos.

Pero, ¿cómo saber en realidad quién era Sor Serafina, si el libro de Prophessiones que hazen las Religiosas De el Monasterio de Sancta Paula (1586-1713) no la tiene registrada? Tampoco se conocen indicios bibliográficos de su existencia.

Compulsando testimonios, sometiéndola a método heurístico para confrontar las pruebas de certidumbre y veracidad y mediante la ``crítica interna'' del documento, Elías Trabulse arroja luz sobre la monja: da cuenta del buen conocimiento no sólo de la Athenagórica y de la Respuesta a Sor Philotea de la Cruz (1691), sino de la Inundación Castálida (1689), además del amplio manejo de conceptos, argumentos y términos que revelan sus conocimientos teológicos, su erudición clásica y gran capacidad versificadora.

También se le hicieron al manuscrito otros diagnósticos: marca de agua del papel (que fue igual a otros documentos novohispanos), de tinta (común en manuscritos de la época), de caligrafía y de rúbrica (misma que utilizó entre 1691 y 1692). El conjunto de evidencias confirmó ``que es un documento autógrafo de Sor Juana''.

Desde su muerte, diversos hechos capitales de la vida de Sor Juana han quedado ocultos. En el prólogo a la Fama y Obras Pósthumas (1700), Juan Ignacio de Castorena y Ursúa habla de ``muchos discretos papeles y cartas'' que escribió la poetisa y que ``sin dificultad se perdieron''. Poco a poco se han encontrado algunos que han aportado más conocimientos, difundidos por estudiosos como José María de Agreda y Sánchez, Luis González Obregón, Enrique A. Cervantes, Dorothy Schons, Lota M., Speel, Guillermo Ramírez España y Aureliano Tapia Méndez.

La edición facsimilar del documento autógrafo que ahora da a conocer Elías Trabulse (Toluca, Instituto Mexiquense de Cultura, 1996), descubre ``entretelones insospechados y actitudes diferentes bajo el hábito de una monja''. Tras las páginas amarillentas de la Carta de Serafina de Cristo --recuperación invaluable de nuestro acervo documental-- ``nos encontramos de repente, oculta en un documento desconocido, con la sonrisa'' de una Sor Juana Inés de la Cruz que lucha, hasta el final, por sus ideas.