La Jornada 26 de septiembre de 1996

En el PRI, el todo sigue como antes puso fin al reino de los posgraduados

Carlos Monsiváis --Presente!!!

El sector agrario, el obrero, el popular, el territorial, el femenil, el de los jóvenes, el de cada uno de los estados de la República, todos quieren singularizarse en la Asamblea, declarada histórica cada tres minutos, con el ímpetu de quien anuncia la canonización antes del nacimiento de quien será santo. Estar presente: arrancarle un gajo al protagonismo de fin de siglo.

Una voz que clama en el desierto

--¡Arriba Roberto Madrazo Pintado!!!

Nadie lo secunda, de seguro, seamos positivos, para no dejar solos a los que guardan silencio. En el Auditorio Nacional, las dos grandes pantallas instauran el gran dilema de la sesión de clausura, ¿a quién ver: al presidium, que es la realidad de antes, o a las pantallas, que convierten al Momento Histórico en videoclip? Los aplausos son fuertes pero leves, vigorosos pero tenues, no sé si me doy a entender. La tecnología, y ese cosquilleo anímico que lleva el nombre de experiencia partidaria reciente, nos advierten que ya nada es Como Antes; la composición de la Asamblea rectifica lo anterior: todo sigue Como Antes, para que todos sepan que cuando termine Antes no habrá Después. O seguimos en el pasado o no hay futuro.

Aquí, éste es el mensaje coral, se alumbra el PRI nuevo; aquí nace un espíritu partidario imbatible y al servicio de las mejores causas de nuestro pueblo, aquí se produce uno más de los generosos alumbramientos de un PRI vital y fuerte. En cada intervención, se atestigua el parto gigantesco que, según los malquerientes, da como resultados un clon, un partido igual al que se conocía, pero capaz de recuperar el terreno por otra parte, como aquí se informa nutridamente, jamás perdido.

El sábado 21 de septiembre las discusiones fueron particularmente álgidas, debido sobre todo a las insistencias vindicatorias: fuera Carlos Salinas y el que fue su maestro-de-intrigas José Córdoba Montoya/ fuera yuppies del PRI/ contra el neoliberalismo que quiso hacernos creer que México era una gran franquicia con pretensiones de nación. Se dieron los gritos, los improperios, los desbordamientos, y algo parecido a la algarabía resurreccional. A lo largo de las cuatro mesas en que se dividió la Asamblea, el PRI se acercó por instantes a la condición de un partido realmente existente. Esto no niega las manipulaciones, ni la ideología del rencor, ni el uso de pretextos políticos para darle espacio al vertedero de frustraciones, sólo afirma que por momentos la multiplicidad de líneas creaba la ilusión del desvanecimiento de la Línea, esa sucesión de órdenes a nombre de la Razón de Estado, el seudónimo dramático del presidencialismo. Y hoy domingo la síntesis de los días anteriores tiene desde el principio buen aspecto: Es la hora de la coincidencia.

En la discrepancia o en el asentimiento, el centro del lenguaje priísta es la alabanza. Elogios y autoelogios son algo más que señas de identidad o muletillas de conversación, son el motivo del discurso, la tierra firme de las intervenciones: ``Que usted, Señor Presidente, se condujo siempre con un gran respeto y apertura hacia el priísmo nacional/ El día de ayer, los priístas rescatamos la esencia ideológica de nuestro partido/ Hay una nueva cultura política priísta, abierta, plural, respetuosas y propositiva/ Todos los que han intervenido en esta Asamblea demostraron convicciones, talento.../ El debate fue amplio, profundo de gran calidad/ La valía de nuestro ideario y la emoción de nuestro compromiso.... ``a ojo (a oído) de buen cubero, por lo menos el 80 por ciento del discurso priísta consiste en homenajes y auto-premiaciones. No es verdad que la glorificación interna sea un valladar contra la crítica del exterior. Más bien, en el minuto exacto en que desaparecieron los ideales (que los hubo) se apoderaron del campo los intereses, y, necesariamente, los intereses cubrieron las funciones de los ideales. Y en el tono siempre encomiástico se despliega el mensaje: lo que hemos hecho es notable, porque nada más se podía hacer, y no hay mayor hazaña que la aceptación de los límites.

Si en algún nivel cabe la comparación del PRI con un organismo stalinista, el Gulag priísta es inconfundible: la desaparición en la nómina.

Se propone la dispensa de la lectura de los acuerdos de las cuatro mesas. Un murmullo resentido se neutraliza en el acto. Se procede a recoger el voto delegación por delegación. Ha llegado la hora del ritual portentoso, el de la Unanimidad. Todos a Una. Cada delegación se pone de pie, y no se requiere de ensayos para que la coordinación sea perfecta. Acatar es hacerse del ritmo exacto. Se grita ``¡APROBADO!!'', y la palabra casi surge de las entrañas del inconsciente colectivo priísta, es un rugido feroz y feliz, es una exhibición de humor privado, el ``¡APROBADO!!'' es un Ole, un Viva, un Ra Ra Ra, un DURO/DURO, un Orale, un scrimmage para el Mayoriteo. Luego, en el intermedio, se hará múltiplemente la Ola, pero en verdad la Ola inmejorable, la conversión del paisaje en un solo cuerpo, es la de la votación, pasión estética se revela en la Ola de la Unanimidad.

Los resolutivos se convierten en abstracciones, y las abstracciones en adhesiones. La Unanimidad es, si valen las expresiones, la carrera inmóvil de la conciencia, el grito que disimula la afonía. ¿En qué piensan mientras votan? Una apuesta telepática: en lo que harán en la tarde, en los negocios, en la educación de los hijos en el extranjero, en todo menos en las consecuencias de esta reunión.

¿Cómo se integra esta Asamblea? Bueno, quizás habrá quien vea cómo modos de vida, empleos, inercias y ambiciones ocupan el lugar de las personas, pero tales desplazamientos son propios de cualquier partido. Más bien, o notorio es la emergencia de lo que se creía sepultado, el PRI anterior a las especializaciones, más nacionalista que feligrés de la modernidad, más caciquil que tecnócrata Caciques versus tecnócratas, mal título para Juan Orol, magnífico para los comentaristas políticos y para quienes en la Asamblea dan por concluido el reino de los postgraduados. Curioso resentimiento contra Harvard y Stanford y M.I.T. y Princeton y Yale Such, such were the grades. La Asamblea instala de ahora en adelante una puerta estrecha, y no aspirarán a las candidaturas fuertes gente sin prolongada militancia y sin puestos de elección popular. Esto se comenta: no les dimos los cadáveres de Salinas y a su Gran Visir, pero a cambio cercenamos la prepotencia de la especie que llegó al PRI desde arriba, y creyó justificar su arrogancia porque seleccionaba su asistencia a bodas y bautizos y no se enredaba con el inglés a la hora de pasear a la familia por Orlando.

Si hay sentimentalismo hay resentimentalismo, y esta ideología del cobro de los agravios le otorga perfil distintivo a la Asamblea y a sus integrantes tan resentimentales. Si el poder económico es lo básico, que por lo menos algo del poder político se decida en la talacha, que se contabilicen las horas de atención al canje de votos por servicios. Señala el locutor. ``Un aplauso a los miles de priístas que están viendo esta transmisión''.

A lo mejor no hay ninguno, pero si son capaces de ver la transmisión, no son tecnócratas.

El tedio es la substancia de la militancia y el abucheo el llamado a despertar. ¿En qué se puede invertir la espera?

El grito de ¡ME-XI-CO!!! no se puede prolongar en demasía. ¡DU-RO!! ¡DU-RO!! no tiene mucho caso. ¡CO-LO-SIO! ¡CO-LO-SIO!! y ¡JUS-TI-CIA, JUS-TI-CIA!! inspiran pero al carecer la exigencia de resonancias penales se vuelven inconvincentes. Mejor la Ola, que siempre entretiene. Se desata la fiebre de la Ola, y de pronto le toca el turno al presidium, alborozado con su raíz popular. ¡Qué bonito hacen la Ola los altos funcionarios! No tienen gracia pero divierten. O-TRA, O-TRA. Y el Presidium complace dos veces más al voyeurismo del ridículo (La excepción: la estatua de don Fidel, que está en el PRI antes de la partición de las aguas, y no tiene por qué complacer a nadie).

El maestro de ceremonias se enardece y grita para igualarse con el espíritu del nuevo depositario del belicismo acústico: el locutor de la tele. Esta sería la oportunidad globalizadora de exclamar: ``Delegados priístas del mundo entero'', reconociendo que el partido es ya un estado de ánimo internacional. En vez de eso, se limita a exclamar:

--¡Recibamos al Presidente de la República!!!

El doctor Ernesto Zedillo Ponce de León envía el brazo a todos los confines del aplauso, y saluda y exhibe su carismática felicidad. Los reflectores fomentan la locura. Zedillo corre por el escenario, subraya la idea de juventud y persuade de su sabiduría muscular a los 4 mil 423 delegados. Como todos, se inspira en el habla más sincera, el elogio a raudales.

--Profundo orgullo... firme convicción, el partido de mis principios, el partido de mis ideales, el partido de mi militancia política.

La sana distancia entre el Presidente y el PRI se archiva o se congela.

--Unidad y convicción presentes como nunca antes en las mujeres priístas. Este es el PRI del que soy miembro orgulloso como mexicano, como ciudadano y como Presidente de la República... Hoy afirmo con gran, con profunda convicción, que lo que fortalece al PRI como partido político fortalece, también, al Presidente de la República.

--Preguntas al calce; ¿El ``carro completo'' en las elecciones es la solidez en el mando? ¿No hay más ruta que la nuestra? ¿Si el PRI pierde la Presidencia se debilita? ¿Habrá PRI en el año 3000 con tal que subsista la Presidencia?

--Para que el PRI, al iniciar el siglo XXI, siga siendo el mejor partido de México... Con gran orgullo ahora afirmo que ahora sí la línea fue que no había línea.

Si no hubo Línea, sí, y con profusión, se impartieron líneas y quizás lo más justo seria decir: ``Hubo trueque de líneas. Cancelaron el Fuera Salinas y obtuvieron el No más tecnócratas en la silla''. Pero muy probablemente las reflexiones están de más. El Presidente agrega.

--No hay ninguna contradicción entre servir a todos los mexicanos, y servir al PRI.

Hasta hace unas horas, históricamente, la había y considerablemente.

Pero todo se modifica en un santiamén, o la reforma del Partido Revolucionario Institucional no tiene caso. Se declara inaugurada la campaña del 97, y se índica la Línea presidencial.

--¡VAMOS A GANAAAR!!!

Lo que es bueno para el PRI es bueno para la Presidencia, y la victoria eterna del partido más desacreditado en la historia de México es lo que fortalece y preserva a las instituciones. Cómo tonifica la vida pública la retención del poder