Evitó la oposición que la Comisión Conasupo fuera disuelta por el PRI
Oscar Camacho G. y Roberto Garduño E. Ni viva ni muerta...
La comisión investigadora de la corrupción en Conasupo quedó ayer, tras siete horas de intenso debate, presión opositora y astucia priísta, en ``estado latente'', según definió el coordinador priísta Humberto Roque Villanueva.
--Véalo reflejado en la biología. ¿Qué sucede cuando un individuo no está en la plenitud de sus facultades, pero tampoco está técnicamente muerto? Está vivo, pero a la vez no puede operar, dictó Roque.
--¿Y entonces, las investigaciones podrán continuar? --se le preguntó.
--En mi opinión, no, mientras no tengamos la decisión definitiva --respondió.
En el senado, durante la discusión sobre
la pervivencia
de la Comisión Conasupo. Foto: José Antonio
López
--Y es que los priístas, que llegaron a la sesión de ayer dispuestos a ``matar'' a la Comisión Conasupo, se toparon con una oposición perredista, panista, petista y ciudadana que arribó con ``tanques de oxígeno y equipo de primeros auxilios, para revivirla'' del estoconazo que desde la noche anterior le había dado el PRI.
--Y así, en bloque, PAN, PRD, PT e independientes, se enfrentaron al PRI con un objetivo común: no dejar que se le diera carpetazo y se disolviera la comisión que investiga la corrupción en Conasupo.
Y a su manera, cada cual logró lo que buscaba...
Los priístas: obtuvieron que el informe final de diez meses de investigaciones en Conasupo se diera por cerrado y se turnara al Ejecutivo en los términos en que lo aprobó el día anterior la mayoría priísta de la Comisión Conasupo.
Lograron también --y así lo reconocían en sus curules--, que el ``costo político'' de darle carpetazo de un solo golpe y en una sola sesión se diluyera. ``La vamos a matar, pero poco a poco, de inanición...'', diría en su asiento uno de los hombres cercanos a Roque Villanueva.
La oposición: con sus 22 intervenciones, su presión y sus argumentos, dobló al PRI y le hizo aceptar que no se disolviera la Comisión Conasupo en la sesión de ayer, y que fueran los coordinadores del PRI, PAN, PRD y PT quienes dijeran la última palabra en la Comisión de Régimen Interno y Concertación.
Al final de la sesión, todos parecieron darse por satisfechos: los priístas festejaron, pero igual lo hacían el panista Javier Gutiérrez Vidal, el perredista Cuauhtémoc Sandoval y el independiente Tonatiúh Bravo.
--¿Empate técnico? --se preguntaban los reporteros.
--No --diría Roque Villanueva--: ``En estado latente...''.
--Los opositores, a su vez, consideraban que si bien no habían ganado la guerra, ``sí ganamos una batalla y eso nos deja con vida y nos abre la posibilidad de mantener con vida los trabajos de la comisión'', indicaban.
Para ello, la oposición tuvo que batallar durante siete largas horas, en las que una y otra vez los 22 diputados del PAN, PRD, PT e independientes, acorralaron con sus argumentos a la fracción del PRI.
Apenas iniciada la sesión, los priístas resintieron el primer embate opositor, cuando Adolfo Aguilar Zinser los encaró desde la tribuna y los arrancó de sus curules, y de su hasta entonces holgada tranquilidad: ``¡El responsable de la muerte de la Comisión Conasupo tiene nombre y apellido: se llama Ernesto Zedillo Ponce de León y es Presidente de la República, a él acuso!''.
Frente a la tribuna, el líder de la mayoría priísta, Roque Villanueva, dio la espalda a Aguilar Zinser y seco ordenó a su operadora, Rosario Guerra: ``contesta''.
La diputada obedeció. La tormenta comenzó. El Bronx se dio a su tarea: ``¡Aguilar, cállate, traidor...!''.
En la tribuna, el diputado independiente, con su aspecto de faquir, prosiguió su alegato. Cuestionó a los priístas, les dijo que denigraban el Congreso, que con su actitud hacían inútil la vida parlamentaria, los tachó prácticamente de empleados del Ejecutivo, y les espetó que el documento final para cerrar las investigaciones no lo habían elaborado los diputados del PRI sino en las esferas del Ejecutivo. ``¿Por qué Zedillo mató a la comisión? ¿A quién está encubriendo?''.
Rosario Guerra, con el rostro descompuesto y los ojos encendidos ya preparaba su respuesta a Aguilar Zinser, pero con la ayuda y el asesoramiento del ex director de Conasupo, Ignacio Ovalle Fernández.
Pero lo que terminó de enfurecer a los priístas fue la demanda de Aguilar Zinser para que, si el Congreso no era capaz de asumir su tarea con dignidad y autonomía, se le diera, entonces también, carpetazo.
--¿Qué sentido tiene, señores diputados, qué sentido tiene la actividad legislativa si nosotros mismos renunciamos a ella?
Habría muchos mexicanos que aplaudirían el carpetazo de esta Legislatura y después de hoy muchos más los harían''.
Del pasillo central descendió Rosario Guerra. Elegante con un escotado vestido negro, era impulsada por sus correligionarios: --``Bórralo'', ``acábalo'', ``duro Rosario, duro contra los traidores...''.
Empezó con una defensa al trabajo ``serio, técnico y profesional'' de sus compañeros priístas en la comisión, y pasó de inmediato al enfrentamiento directo:
La diputada priísta, amenazante su brazo derecho, no quitaba la vista de Adolfo Aguilar Zinser, mientras en el Bronx los vítores continuaban:
``Sería muy caro para la Cámara lo frívolo, lo mundano, lo prejuicioso, entonces sí triunfaría el fundamentalismo que hoy oímos en esta tribuna: un fundamentalismo del todo o nada, un fundamentalismo de que, o tengo razón o cierren la Cámara. Eso, compañeros, no son razonamientos, son simplemente fanatismos''.
Ya calientes los ánimos, la diputada priísta, que no dejó de observar y manotear en dirección de Aguilar, se dio vuelo e hizo eco al Bronx: ``Que no se les olvide, el que traicionó ayer traiciona hoy, traicionará mañana, y seguirá siendo el mismo tipo de persona que ha demostrado ser en los hechos y no a través del diálogo, de los acuerdos y de la construcción''.
Rosario Guerra terminó, pasó retadora frente a Aguilar Zinser, subió hasta su curul y allí Humberto Roque la recibió con sonoras palmas. Pero no todo culminó ahí.
Vino entonces una propuesta de Crisóforo Salido para que se votara si continuaba trabajando la comisión, pero los priístas lo rechazaron y tras un debate de procedimiento que perdió Roque Villanueva, la oposición logró que se sometiera a votación si era de urgente y obvia resolución la propuesta en cuestión.
Los priístas, entonces, tuvieron que decir públicamente y con sus nombres --pues la votación fue nominal-- que no, que no querían saber ya nada de esta comisión.
En el ínter, se daba una extraña coordinación entre las bancadas del PAN y del PRD. El perredista Cuauhtémoc Sandoval, ante la ausencia de su coordinador, Pedro Etienne --quien no ha asistido a las dos últimas sesiones--, le gritaba al panista Ricardo García Cervantes:
--``Líder, ¿qué hacemos...?''.
Vino luego el largo debate que parecía no tener salida. Debate en el que el ex director de Conasupo y hoy diputado priísta, Ignacio Ovalle Fernández, era juez y parte. Juez porque votó y parte porque el voto que hizo fue sobre las acciones que hubo en Conasupo el tiempo en que él dirigió esa paraestatal.
Debate en el que Ovalle aceptó, ante los cuestionamientos de Aguilar Zinser, que efectivamente autorizó un pago de 6 millones de dólares a Maseca, pero que lo hizo por órdenes del Consejo de Administración encabezado por Jaime Serra Puche.
Y cuando todo parecía entrampado, el panista Alejandro González Alcocer subió a tribuna y desde ahí propuso que fuera la Comisión de Régimen Interno y Concertación la que determinara si continuaba viva la Comisión Conasupo.
Era la salida que todos esperaban y así se aprobó. Y con ello el certificado de Roque Villanueva: Ni viva ni muerta. ``En estado latente''.