La XVII Asamblea Nacional Ordinaria del PRI ha sido ocasión para que el gobierno lance una nueva campaña de desinformación, a fin de hacer creer que hubo grandes cambios, cuando lo que aconteció es todo lo contrario: el PRI está ahí más fresco que el dinosaurio de Monterroso.
1. La XVII Asamblea priísta terminó por avalar, en primer lugar, el control que ejerce Carlos Salinas sobre la vida pública del país, y ese es el punto clave, pues a pesar de las denuncias contra él, la reunión estuvo controlada por salinistas y se opuso a la expulsión de éste del tricolor.
2. La propaganda oficial pretende, sin embargo, hacer creer que en la asamblea hubo un enfrentamiento tras el cual los viejos políticos obtuvieron grandes triunfos, y su desprestigiado propagandista John Womack, Jr. nos da la clave de la operación al empezar a difundir en la prensa norteamericana la versión mañosa de que la asamblea constituyó ``un revés'' para Salinas ( El Financiero , 26 de septiembre), siguiendo así la vieja treta de entusiasmar a los políticos profesionales para que le sigan haciendo el trabajo sucio a los tecnócratas en las elecciones del 97.
3. La reunión demostró, por el contrario, lo que ya todos saben, y es que el PRI agoniza por la falta de democracia interna. La débil revuelta, no de ``las bases'' sino de algunos de los cuadros medios, terminó en el ridículo, pues los tecnócratas encabezados por Córdoba y Zedillo lograron una vez más darles atole con el dedo, y los priístas que se atrevieron a actuar no lograron modificaciones a los estatutos (para consagrar principios de democracia interna) ni al programa (para impedir que prosiga la entrega del país).
4. El priísmo de hoy en día queda uncido claramente a los intereses multinacionales y de la mafia criminal de Carlos Salinas, aunque los militantes priístas pretendan que no es así y traten de curarse en salud diciendo que quisieron pero no pudieron, lo que es una falacia.
5. La Asamblea Nacional, no debe olvidarse, es (formalmente) el órgano supremo del PRI, aunque realmente éste se haya dirigido siempre desde Los Pinos, y lo acontecido ahora no es una excepción. La asamblea no se eligió democráticamente ni fue un espacio abierto de discusión, sino un foro manipulado en el que su director escénico (monsieur Córdoba), al igual que lo hizo en 1990, toleró un mínimo libre juego de los priístas que fungiese como catarsis, como aconteció con el traído y llevado requisito de militancia para aspirar a cargos de elección.
6. La principal falla de la propaganda gubernamental no la constituye, sin embargo, la pretensión de hacer creer que ``los políticos'' vencieron a ``los tecnócratas'', sino la de que tras la asamblea el Institucional se ha separado del gobierno. Córdoba lleva meses haciéndole decir a Zedillo que el Legislativo ya es un verdadero poder, que jueces y magistrados son ya independientes, que los estados de la Federación ya son autónomos, y ahora lo exhibe poniéndolo a afirmar que el PRI ya se separó del gobierno: como si una mentira repetida hasta el cansancio terminase por engañar. La afirmación de Zedillo de que esta vez ``la línea fue que no había línea'', no hace sino evidenciarlo aún más, pues como todo el mundo sabe, el gobierno impuso a Oñate y a Millán a la cabeza del tricolor, impidió que se abriesen espacios democráticos en la organización y que se reformasen a fondo los principios y el programa, y se opuso a la expulsión de Salinas (Proceso , 1038). Zedillo acaso no se ha enterado que ``la línea'' sigue, pero que quien la da no es él sino Córdoba, en nombre de Salinas (y acaso de él) a través de Ortiz Martínez, de Chuayffet y de casi todo el gabinete: y en el PRI mediante Santiago Oñate, que no ha sido otra cosa que el mozo de estoques del aventurero galo.
7. La XVII Asamblea probó que el PRI es irreformable y que, a pesar de la gravedad de la crisis política, no deja de ser un instrumento del régimen presidencialista. Los posibles cambios se dejaron otra vez en la ambigüedad y, al igual que en la XIV Asamblea, una vez terminada ésta los delegados priístas no saben qué fue lo que aprobaron, y va a ser como siempre la cúpula del partido la que redacte los nuevos documentos básicos.
8. La Asamblea de 1996 señala, por lo mismo, (aunque a muchos no les guste) un momento de triunfo de la tecnocracia, aliada a los dinosaurios del PRI, en contra de unas cuantas voces democráticas y nacionalistas.
9. Los priístas no sólo aceptan ya plenamente que se les dicten principios y se les nombre candidato presidencial, sino que se les mate a éste y que se saquee el país. Están en contra de la entrega de México (en la asamblea de su partido), pero votan a favor de la misma (en las Cámaras).
10. 1996 no es, sin embargo, 1990. La XVII no es la XIV Asamblea y los tecnócratas se equivocan al creer que pueden seguir manipulando al país como lo hacen con los priístas: por la vía de la corrupción. La XVII Asamblea era una oportunidad más para reconvertir al PRI en una organización de ciudadanos, separarlo del gobierno y aceptar su democratización y cambios en la política económica e impulsar así la transición, pero se convirtió en un paso más del partido (y del país) hacia el despeñadero, pues con el PRI instituído como un instrumento de simulación no hace sino agravarse la crisis política. El desafío es cada vez mayor para la sociedad mexicana.