El director de cine Franco Zeffirelli hace, en una de las páginas de su autobiografía, un breve análisis de la personalidad de las cantantes. Basado exclusivamente en su amistad con María Callas, asegura que las cantantes tienen una visión simplificada del mundo, sin complicaciones, ``porque tienen muchas otras cosas de que preocuparse, y sobre todo del peligroso y atlético asunto de producir sonidos milagrosos con un trocito de carne de la garganta''. Hay diversas clases de bravos; no el individuo bravo cuyo valor roza la brutalidad, sino la expresión ¡bravo¡, esa que suele gritarse al final de una canción, de una obra de teatro, o de una proeza notable, casi siempre acompañada de una cerrada ovación que termina por sepultarla. Hay bravos tímidos, más bien murmurados por debajo del aplauso; y hay otros, en el extremo opuesto, que marcan el final de la obra con una precisión y una fuerza asombrosas, en el momento justo en que el público debe manifestarse con una ovación cerrada. El mejor bravo del mundo, según los especialistas, fue grabado el 11 de julio de 1959, en Amsterdam. Aquel bravo espectacular, proferido con una voz desgarradora, que puede ser de mujer o de hombre, marcó el final del hit de Puccini O mio babbino caro, interpretado por ese ``trocito de carne'' que tenía María Callas en la garganta. Este bravo prodigioso está registrado en el álbum María Callas, Live Recordings 1953-1962. Debe haber, desde luego, otros bravos importantes que no tuvieron la suerte de quedar inmortalizados en un disco.
El Ultimo de la Fila, banda española con aires del sur y sin embargo fincada en el norte, reaparece en México con su más nuevo intento: La Rebelión de los Hombres Rana. La portada es un óleo de estética renacentista, en tonos dorados, con un ángel que avanza cuadro adentro, debajo de un techo sostenido por arcos. Al fondo reposa, con los pies metidos en una palangana de agua tibia, un buzo con traje de neopreno, visor, respirador y una bebida de frutas en la mano izquierda. En la parte de abajo puede leerse el título en letras de la época: Aurora un Taberna.
El motivo del hombre rana, que se antoja para un disco completo (11 canciones que hablaran de la vida y obra de un buzo o algo por el estilo) se agota en la canción ``Vestido de Hombre Rana'' y no vuelve a aparecer. Aunque las letras son a veces demasiado cursis (``a buscar caracolas en el fondo del mar'', o bien, ``en un bosque de risas de cascabeles que te alegrarán'') o cerca del sinsentido (``y los ángeles traigan pizzas con sólo llamar'', o ``hazte líquida como un sueño a medio soñar''), la música es de una factura extraordinaria; guitarras con aires del sur (de España) trabajando sobre un monotema que predomina en los once tracks del álbum. La Rebelión de los Hombres Rana es un álbum que hay que comprar, robar o pedir prestado, con miras a no devolverlo; es la puesta a tiempo, y a tono, de esta banda que parecía estarse volviendo un vejestorio. El final de este álbum puede marcarse, con toda justicia, con un bravo espectacular.
Veinte años antes de que María Callas provocara el mejor bravo del mundo, la revista argentina El Hogar anunciaba un viaje a Nueva York. Sobre el dibujo de una multitud diciéndole adiós a los pasajeros de un barco, empieza el texto publicitario: ``Nueva York está en la cumbre de su temporada social. Su espectacular barrio de teatros está en pleno esplendor de alegría''. Luego viene la lista de seguridades que ofrecen estos barcos y a continuación las comodidades de abordo: ``Se le brindan espaciosas cubiertas para deportes, pileta de natación al aire libre, café veranda y biblioteca. Todos los camarotes tienen vista al mar, con ventilación moderna, camas espaciosas, agua corriente fría y caliente''. Este viaje de Buenos Aires a Nueva York, anunciado en 1939, costaba 480 dólares, ida y vuelta, en primera clase. Aproximadamente lo mismo que cuesta hoy un viaje en avión de la ciudad de México a Nueva York, en clase turista. En la biblioteca del barco SS. Argentina, que desembocaba en el café veranda, tuvo lugar, el 10 de enero de 1939, el concierto de un grupo flamenco que se llamaba El Primero de la Fila, debido a que su cantaor era el primogénito de una bonaerense de nombre Lafila. Aunque ninguno de los músicos había puesto nunca los pies en España, su manera de hablar, aun en los momentos de intimidad, era perfectamente andaluza.
El grupo actuó para los pasajeros todas las tardes del viaje, pero nada más después de la actuación del diez de enero, cuando el cantaor finalizó con un melisma de antología, se oyó un bravo del calibre de aquel que cosecharía la Callas en Amsterdam, por medio de su incomparable ``trocito de carne'' en la garganta. Esto según el testimonio de un pasajero que tuvo la fortuna de presenciar los dos prodigios. Por desgracia para el cantaor, aquel bravo nunca fue registrado, quedó suspendido unos instantes frente a las costas de Brasil, antes de perderse en el mar para siempre.