``Tememos hasta salir a trabajar'': habitantes
José Gil Olmos, enviado/ I, Yerbasantita, Gro.,27 de septiembre Con temor, los campesinos de este ejido de la sierra sur de Guerrero atisban desde sus casas. En el quicio de la puerta uno de ellos, cuya familia es acusada por el gobierno de formar parte del Ejército Popular Revolucionario (EPR), confesó: ``Tene-mos miedo hasta de salir a trabajar. Nos sentimos como sitiados por los militares''.
Desde dos meses atrás, el Ejército Mexicano intensificó la vigilancia por tierra y aire en las montañas de esta región de Coyuca de Benítez, donde surgió por vez primera el EPR. Para salir y entrar en la zona, mujeres y hombres son revisados y sus nombres anotados en listas militares. Los campesinos han suspendido todo tipo de reunión y el trabajo en el campo se encuentra casi abandonado. Sin embargo, los de Yerbasantita niegan cualquier relación con el EPR, pues, según afirmaron, ``somos gente de paz''.
Soldados del Ejército Mexicano que permanecen en las
brechas de los pueblos aledaños a Yerbasantita.
Foto: Francisco Olvera
La detención de tres de sus habitantes y la muerte de otro, los cuatro acusados de pertenecer al grupo armado, las incursiones casi diarias de tropas del Ejército Mexicano en el centro del poblado, donde interrogan a hombres, mujeres y niños, y el sobrevuelo constante de helicópteros militares al cerro El Guajolote, donde se descubrió, en una cueva, ropa, armamento y equipo, han hecho de Yerbasantita el principal foco de atención castrense de la sierra de Coyuca.
En un día claro, desde lo alto de este poblado, que cuenta con cerca de mil 500 habitantes, se puede observar en el horizonte las playas del puerto de Acapulco. Pero, a diferencia del resto del municipio -el único en la entidad considerado de alto desarrollo-, este ejido no cuenta con una supercarretera; carece de servicios de agua, drenaje y salud; en la única escuela, los maestros faltan hasta dos días a la semana, y el único camino que lo comunica con la cabecera municipal de Coyuca, cuando llueve, hay que esperar días para transitarlo.
El camino de terracería que va desde Coyuca a Tepetixtla, que pronto será asfaltado completamente, porque ya lo está en algunos tramos, es vigilado por las tropas del Ejército y por la policía motorizada.
En los tres retenes militares instalados desde el pasado 28 de junio, cuando apareció por primera vez el EPR, los soldados revizan minuciosamente a las mujeres que viajan en las camionetas, y a los hombres les piden una identificación y sus nombres son anotados en una lista.
Si alguno de los hombres pertenece a una de las comunidades consideradas ``peligrosas'', como Atoyaquillo, Paso Real, Tepetixtla, Yerbasantita o Las Compuertas, es separado e interrogado. Sus nombres se cotejan con otra lista que ya tienen, y los soldados los interrogan sobre su destino y el de sus familia.
-¡Alto! ¿De dónde vienen? Disculpen, pensábamos que eran unas personas transgresoras -dice un joven soldado, al detener el vehículo en el primero de los tres retenes instalados en menos de 30 kilómetros.
-Venimos de Yerbasantita -responden los reporteros.
-¿Encontraron a los encapuchados? ¿Qué les dijeron? ¿Donde están? -interroga otro de los militares, algunos de los cuales se ven cansados, otros ariscos y la mayoría nerviosos.
Todos están instalados en campamentos de la sierra y diariamente realizan labores de revisión en la montaña.
Por la mañana, el interrogatorio se vuelve diálogo, cuando llega un teniente, a quien, dice, siempre le gustaron las películas de guerra, como Apocaliposis now y la serie de televisión Combate.
-Es que desde chico quise ser soldado -explica el militar, que nunca deja la metralleta, siempre carga con el chaleco antibalas y el casco de acero y, a veces, se queja de que la prensa los trata mal, a pesar de que sólo estan haciendo su trabajo.
-¿Pero no tiene miedo de morir aquí en Guerrero? -le cuestiona un reportero.
-No, es que, mire, nosotros somos como los artistas. Ellos quieren morirse sobre el tablado. Nosotros, como guerreros, nos gustaría morir combatiendo -dice orgulloso, franqueando el paso de los vehículos que son detenidos por varios minutos.
Yerbasantita en la década de los años 70
Cuando Lucio Cabañas se rebeló contra el gobierno, a finales de los años 60 y principios de los 70, con la formación del Partido de los Pobres (Pdlp) -que más tarde se unió al Partido Revolucionario Obrero Clandestino (Procup)-, Yerbasantita sufrió el acoso, incluso, ataques de las tropas militares, que andaban en busca de quienes ayudaban a la guerrilla.
De la sierra sur baja el aire que, por las noches, refresa la costa grande de Guerrero. De allí también vienen café, maíz, frijol y arroz, que los campesinos siembran en las montañas. Pero el recuerdo de Lucio Cabañas se guarda con mucho cuidado, a pesar de que, junto con Atoyac y Tecpan de Galeana, éstos fueron los ``territoritorios naturales'' de las fuerzas encabezadas por el maestro rural.
-¿No será que el gobierno piensa que ustedes apoyan a la guerrilla como lo hicieron con Lucio Cabañas hace tiempo? -se le pregunta a un joven campesino que tuvo que regresar a su comunidad y abandonar su trabajo en Acapulco para que el Ejército no pensara que estaba con el EPR, ya que, como parte de la estrategia de contrainsurgencia, se ha tomado el censo de población de las comunidades para detectar a los posibles miembros del EPR.
El silencio precede a la respuesta: ``Bueno, nosotros no sabemos nada de eso. Nosotros estábamos chiquitos y ni siquiera lo conocimos. Nosotros somos campesinos. Muchos ni siquiera sabemos leer ni escribir. Somos gente de paz''.
Lluve sobre Yerbasantita. Es tiempo de campaña electoral, pero aquí la comunidad manifiesta poco interés en participar en las votaciones del próximo 6 de octubre, aunque reconocen simpatía por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). ``No sabemos si vamos a votar porque no sabemos si los partidos van a resolver los problemas del pueblo. A la mejor ni votamos'', advierte uno de los campesinos.
El camino se abre en algunos tramos, por la fuerza del agua que baja de la montaña en esta época de lluvia. Sin embargo, los helicópteros no dejan de sobrevolar sobre el cerro El Guajolote. Vigilan la zona donde la Organización Campesina de la Siera Sur (OCSS) tiene simpatizantes. Esta Agrupación ha sido acusada de ser parte del ``frente de masas'' del EPR.
``Nosotros no somos de ninguna organización armada. Si estamos en la OCSS es porque es una organización democrática que denuncia la represión del gobierno, pero somos gente de trbajo'', aclara otro de los campesinos.
Desde hace dos meses, agrega una mujer, ``los hombres ya no quieren salir a trabajar al campo porque tienen miedo de que los agarre el gobierno -así identifican al Ejército y a la poilicía-. Los soldados han dicho a la gente que en Yerbasantita se va a poner feo porque aquí están los encapuchados. Dicen que somos del EPR. Así dicen, pues, pero nostros no sabemos nada''.
Recuerda que, el martes 17 de septiembre, cuando enterraban al joven campesino Benjamín Avila Blanco, muerto en el último ataque, un día antes, en Aguas Blancas, al que se le encontró una credencial de elector en las ropas que identifican al EPR -acción que ya fue reconocida por el grupo armado en su ultimo comunicado-, los soldados estuvieron en todo el poblado por más de hora y media preguntando por los encapuchados.
``Había helicópteros que daban vueltas a la comunidad. La gente tiene miedo, y ya no queremos más gobierno (Ejército) aquí. ¿Para qué están aquí? No ayudan, sólo meten miedo. Nos gustaría que mejor viniera alguien que nos ayudara y nos protegiera.
``El gobierno dice que en Yerbasantita los hombres no quieren trabajar, que son flojos y que, por eso, están en el EPR, pero nosotros sólo queremos dejar de ser pobres, queremos trabajar el campo, no sabemos nada de guerrilla, nada'', dice temeroso otro de los campesinos, que prefiere guardar su nombre en el anonimato y que pide que no se tomen fotos en los rostros de los hombres de la comunidad