LA CIENCIA EN LA CALLE Luis González de Alba
Historia para adultos

Cuando era al revés

En septiembre de1847 los ejércitos de Estados Unidos llegaron hasta la capital de México, un país mucho mayor que ellos, e izaron su bandera en el Zócalo. El hecho fue aplaudido por Marx y Engels, pues mostraba que una (entonces) pequeña república, donde por primera vez las fuerzas de la producción eran libres, podía fácilmente aplastar al (entonces) gigante de régimen feudal y precapitalista, que había llegado desde la frontera de Oregon hasta la de Panamá, sin conseguir mantener su integridad. Perdida la guerra, por parte de México, tras una serie de desastres militares, torpezas y pugnas internas en plena guerra, los Estados Unidos exigieron como botín los territorios del norte, que iban desde Nuevo México hasta California, así como el reconocimiento de la independencia de Texas, proclamada 10 años antes. Para México, éstos habían sido territorios sin mayor utilidad económica.

El informe secreto de Aranda

No fue un hecho sorpresivo la guerra, pues 65 años antes, en 1783, el conde de Aranda escribía al rey de España lo siguiente, en un informe secreto acerca de los recién independizados Estados Unidos, el país más joven del mundo y el primero en darse un régimen republicano: ``Mañana será gigante, conforme vaya consolidando su constitución y después un coloso irresistible en aquellas regiones... La libertad de religión, la facilidad de establecer las gentes en territorios inmensos y las ventajas que ofrece aquel nuevo gobierno, llamarán a labradores y artesanos de todas las naciones... y dentro de pocos años veremos levantado el coloso que he indicado.'' El conde de Aranda le pide al rey desprenderse voluntariamente de sus provincias americanas y crear en ellas reinos independientes, aunque fraternales. La monarquía española rechazó la idea, exactamente la misma sobre la que Inglaterra ha mantenido, hasta el presente, su influencia desde Australia a Canadá.

El aviso de Onís

Pasaron 30 años de las predicciones de Aranda y en 1812, ya en plena guerra de independencia, la guerra que había querido prevenir el conde, el embajador de España ante los Estados Unidos, Luis de Onís, escribe al rey de España desde Filadelfia, pues los Estados Unidos construían su capital con las ideas urbanísticas más avanzadas de la época: ``Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta República y confirmándose sus miras hostiles contra España'' (eran contra México las miras hostiles, pero por ese año, y hasta 1821, todavía éramos la Nueva España). ``Vuestra excelencia se halla enterado ya, por mi correspondencia, que este gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en la embocadura del río Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico... Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe''. Aquel proyecto, se hizo realidad 35 años después, en 1847, con absoluta exactitud, pues Nogales, Sonora, nuestra frontera actual, está precisamente en el paralelo 31. Esto sabíamos desde 1812, pero ni los virreyes españoles ni los posteriores gobiernos mexicanos, independientes a partir de 1821, tomaron provisión alguna: estábamos muy ocupados en pelearnos entre nosotros mismos.

Por suerte mataron a Morelos

Mientras el conde de Aranda ve, desde 1783, la libertad de religión y las ventajas de libre comercio y libre establecimiento en un territorio inmenso, ofrecidas por los nacientes Estados Unidos, como el motor que hará del nuevo país un coloso irresistible, Morelos plantea como el segundo de los Sentimientos de la Nación: ``2§ Que la Religión Católica sea la única, sin tolerancia de otra.''¡Zas! ``4§ Que el dogma sea sostenido por la jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los Obispos y los Curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó: omnis plantatis quam nom plantabir Pater meus Celestis Cradicabitur. Mateo, cap. XV'' ¡Recontra- zas por el buen cura Morelos! Menos mal que lo mataron a tiempo y no llegó a tener poder para arrancar las plantas que Dios no plantó; las malas yerbas, claro está, habrían sido las definidas por él. Hoy de nuevo estamos llenos de jardineros obtusos, dispuestos a arrancar malas yerbas que cada quien define según sus particulares odios. El jardín de la democracia y su sana mezcla de yerbas nos sigue siendo ajeno...

y repulsivo.

Otros ``sentimientos de la nación''

``9§ Que los empleos los obtengan sólo los americanos''. ``10§ Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha''. No aclara el intolerante cura el tipo de sospecha de la que deberán estar libres, y no podemos imaginar el examen de admisión al que habría sido necesario someter a los artesanos recién desembarcados para determinar que, además de ser artesanos, fueran ``capaces de instruir''. Y luego vamos por ahí gimoteando acerca de los daños que nos han causado los estadunidenses. Nadie nos ha tratado peor de como lo hemos hecho nosotros mismos. Qué admirable capacidad de cerrazón.

Un golpe fracasado

El levantamiento popular encabezado por Miguel Hidalgo la noche del 15 al 16 de septiembre de 1810, concluyó en menos de un año con la detención, fusilamiento y decapitación de los dirigentes. Pero el último punto de los Sentimientos de la Nación, que una educación hueca y estupidizante nos hace venerar sin leerlos, exige solemnizar el 16 de septiembre como, dice Morelos, ``el día aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad comenzó''. A riesgo de contradecir a uno de los héroes oficiales, recordemos que la voz de la independencia se había levantado muchas veces con anterioridad en tumultos populares y rebeliones indígenas mucho más importantes por su número que el fracasado golpe de Hidalgo, y que nuestra libertad, santa o no, debía esperar hasta 1821, a diez años de fusilado Hidalgo y dispersados sus seguidores, para ser realidad.