Eduardo R. Huchim
Televisión

Otra vez Ricardo Salinas Pliego, presidente de Televisión Azteca, está en el centro de la discusión pública, y más allá de los informes, desmentidos y contrainformes, algo parece estar fuera de toda duda: es objeto de una investigación por parte de la Procuraduría General de la República, como lo destacó hace unos días La Jornada.

Ahora bien, una investigación no presupone necesariamente la culpabilidad del investigado, aun cuando a veces así se perciba debido a la distorsión tan frecuente en asuntos concernientes a la procuración de justicia.

Precisamente la culpabilidad o inocencia es lo que se comienza a definir cuando la investigación concluye, no antes. Y ni siquiera entonces se tiene legalmente seguridad sobre la comisión o no de un delito, pues esto sólo le compete determinarlo a un juez luego de conocer las pruebas que aporten el ministerio público y los defensores.

En el caso concreto de Salinas Pliego, es claro que si se acreditan pruebas suficientes, deberá procesársele. La investigación en curso, empero, no invalida los signos positivos que Televisión Azteca ha comenzado a reportar a la sociedad en varias vertientes, lo cual no equivale a convalidar toda su programación, en la cual existen segmentos tan objetables como los de la otra empresa, Televisa.

Entre tales signos positivos destaca el hecho de que, por primera vez, el monopolio que por decenios constituyó Televisa afronta una fisura representada por Azteca, cuya importancia se ha acrecentado después de abortada la pasajera apertura informativa que protagonizaron Alejandro Burillo y Ricardo Rocha y que devino en la renuncia del primero a su puesto de vicepresidente ejecutivo. Con todos los peros cualitativos que se quiera, Televisión Azteca es ya una competencia real de Televisa, incluso en un terreno tan caminado por ésta como es el de las telenovelas. Nada personal ha tenido tal impacto social y alcanzado tal rating que Televisa se ha visto obligada a modificar horarios y replantearse estrategias. Es muy posible que, en el rubro de telenovelas, pronto sea preciso hablar de antes y después de Nada personal, cuyo tema musical (de Armando Manzanero), adicionalmente se ha convertido en un éxito discográfico y en la plataforma de popularidad para una cantante, Lisset. Por supuesto que Televisión Azteca no es la creadora de este éxito, sino sus productores encabezados por Carlos Payán y Epigmenio Ibarra, pero sí debe acreditársele el haber tenido la visión y la sensibilidad suficientes para darle el medio difusor a tal creación.

En el aspecto informativo, pese a los enojosos gritos de Javier Alatorre, la credibilidad lograda por los noticiarios de Azteca parece haber superado la de Televisa, aun cuando en términos cualitativos todavía haya varias asignaturas pendientes, que seguramente ya atiende gente como Sergio Sarmiento, Ricardo Medina, Pablo Latapí y Leonardo Curzio.

Adicionalmente, en la cobertura de eventos deportivos como los Juegos Olímpicos y la Copa Mundial de Futbol, la gente de Tv Azteca, dirigida por José Ramón Fernández, sencillamente le ha propinado severas palizas a Televisa.

En resumen, aunque con asegunes, Azteca ha comenzado a ser una opción frente al tremendo poder de Televisa. No quiere ser esto un ejercicio de maniqueísmo, pero ya se sabe que un monopolio televisivo no es deseable y, en cambio, siempre serán saludables la competencia y la pluralidad. Y en buena medida una y otra llegaron junto con Salinas Pliego a la televisión.

Pero si éste fuera hallado culpable de algún delito por un juez, por supuesto que será preciso aplicar la ley.

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Y a propósito de televisión, qué lamentables ofensas al lenguaje se cometen en las traducciones verbales y escritas del por tantos conceptos elogiable Canal 22. Dos ejemplos notables: en la espléndida representación de la ópera Rapto en el serrallo, de Mozart, hubo numerosas fallas ortográficas en los letreros respectivos, particularmente en el segundo acto. Así, además de una marcada ausencia de acentos, se escribió hay en vez de la interjección ay, y un con c en vez de s. El otro caso, peor aún, se dio en la serie Un siglo de guerra, en la cual el traductor habla de casualidades abandonadas o causadas (supongo que se trata de víctimas o bajas, del inglés casualty) y de la autoconfidencia en vez de la autoconfianza. Algo debiera hacerse para evitar dislates como éstos.