Varias son las condiciones que Virginia Woolf señala como necesarias para que las mujeres puedan tener acceso a la creatividad literaria, y ejercerla de forma continuada. Las leyes y las costumbres son sin duda determinantes. Cómo pensar que pudiera ser una condición favorable a la atmósfera espiritual propicia para crear obras de arte el hecho, por ejemplo, de estar expuesta la mujer a ser apaleada si se negaba a contraer matrimonio con el hombre elegido por sus padres.
Virginia Woolf explica el extraordinario florecimiento de la narrativa femenina inglesa en el siglo XVIII y principios del XIX, debido precisamente a los leves cambios en las leyes, las costumbres y el modo de vida. Podemos encontrar en Inglaterra mujeres que escriben con extraordinaria frecuencia y exitosamente. En esa época, no sólo no era extraño el que las mujeres de las clases medias y altas eligieran a sus propios maridos sino que, además, disponían de cierto tiempo libre y habían recibido alguna educación. La asidua lectura de la Biblia fue, sin duda, una fuente inagotable de inspiración narradora. Y es significativo --señala la autora en su ensayo ``Women and Fiction'' publicado en The Forum en 1929, cuando la escritora tenía 47 años-- ``el que de las cuatro grandes novelistas consideradas entre los clásicos de la ficción inglesa --Jane Austen, Emily Bront‘, Charlotte Bront‘ y George Eliot--, ninguna tuvieran hijos y dos de ellas no se casaran''.
¿Por qué se produce este brote extraordinario en el campo de la narrativa? Porque --responde la autora-- es el género más fácil para una mujer: la ``novela es la forma artística menos concentrada''. Esto quiere decir que puede dejarse en cualquier momento y ser retomada con más facilidad que una obra teatral o un poema. Ahí están los ejemplos de George Eliot que interrumpía su trabajo para cuidar a su padre, o de Charlotte Bront‘, quien dejaba la pluma para pelar papas. Este último argumento no me convence particularmente. Se dice de José Gorostiza que escribió su obra capital Muerte sin fin, de concentrada elaboración intelectual y penetrante lucidez, en su escritorio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, diariamente, algún tiempo antes de ponerse a despachar asuntos diplomáticos.
Como quiera que sea, la mujer en esa época vivía casi exclusivamente en casa, en el centro de la sala de estar rodeada del ir y venir de sus habitantes a los que observaba, analizaba y luego recreaba. Estaba preparada para ser novelista no poetisa. Más todavía, su experiencia no pudo haber sido marítima, como en el caso de Conrad, ni de guerra, como en el de Tolstoi. La única con la que podía contar era la provista por sus emociones. Orgullo y prejuicio (1813) y Cumbres borrascosas (1848) fueron escritas por mujeres a las que estaba prohibida cualquier experiencia, excepto aquélla que podían adquirir en los salones de la clase media. no podían tener experiencia de primera mano en la guerra, la navegación, la política o los negocios.
Si a principios del siglo XIX las novelas escritas por mujeres eran, en gran parte, autobiográficas, ahora, de acuerdo con la autora, ha sido trascendido su deseo de expresar sus propios sufrimientos, de defender su causa para comenzar a explorar su propio sexo y escribir acerca de las mujeres como las mujeres nunca antes habían escrito; las mujeres en la literatura eran, hasta hace muy poco, creación de los hombres.
En este siglo XX --y Virginia Woolf cubrió su primera parte de manera esplendorosa-- ha habido condiciones que han transformado sustantivamente a la mujer, y no nada más a la inglesa. Ahora tiene el voto, se gana la vida y se ha convertido en ciudadana responsable. Las relaciones de la mujer ya no sólo son emotivas; son también intelectuales y políticas.
Así, teniendo las mujeres tiempo libre, libros a su disposición y un poco de espacio en la casa para su uso exclusivo, se dedicarán cada vez más al arte de las letras incursionando, de acuerdo con la Woolf, en géneros más complejos y hasta entonces poco cultivados por ellas como son el ensayo, la poesía, la crítica, la historia y la biografía. Profetiza la autora que, en el futuro, escribirán menos novelas, pero mejores.
No cabe duda que las condiciones materiales que por tanto tiempo les han sido denegadas, son condiciones a las que ahora sí pueden aspirar las mujeres, con posibilidades de lograrlo: tiempo libre, algo de dinero y un cuarto propio.