Daniel Cazés
Nuestra modernidad aeronáutica

Dice la publicidad que las aerolíneas mexicanas están entre las más puntuales del mundo. Eso debe significar que sólo por excepción sus aviones despegan o aterrizan a horas diferentes de las comprometidas con sus clientes. Como también dicen que la publicidad mexicana es la menos engañadora del mundo y la única que es un auténtico servicio de información para los consumidores, admito que soy yo quien muy a menudo me equivoco al creer que he entendido los mensajes propagandísticos, porque demasiado frecuentemente me toca viajar en los vuelos excepcionalmente retrasados.

¿Por qué se retrasa un vuelo? Eso casi nunca puede saberse. Ya he llegado a sospechar que, sin darme cuenta, se ha expedido alguna ley internacional que prohíbe que los pasajeros puedan saber qué sucede cuando los aviones en que viajan no se mueven, o cuando deben retroceder en su movimiento y regresar a inmovilizarse en el punto de partida. ``Traemos al santo por la espalda'', dio como toda explicación hace un par de meses un piloto que había puesto en marcha un avión de TACA y horas después uno de Aviateca desde el mismo aeropuerto rumbo a México (sus pasajeros tardaron más de 24 horas en un viaje que iba a durar cuatro).

El viernes comencé este texto en el aeropuerto de San José, Costa Rica, donde me presenté a las 5:45 horas para tomar el 380 de Mexicana, que salió finalmente pasadas las 10:00 horas.

Imaginé a quienes me esperaban, llegando a Balbuena como a las 9:00 horas entre el apelotonamiento de taxis y otros autos cuya circulación en las puertas del aeropuerto jamás podrá ordenarse (creo que es por diposición constitucional). También recordé que ahí sería extraordinario que alguien les informe lo que acontece: tendrán que discernir lo que consignan los diminutos monitores sobre las cabezas de la multitud que espera en la sala de llegadas internacionales. Hay un enorme muro en que una pantalla más bien pequeña hace publicidad a una de las empresas beneficiadas con la privatización del Benito Juárez. Ha sido estrictamente prohibido que sobre ese espacio, que todos deben ver, se coloquen un reloj y un tablero con informaciones útiles. Para conocerlas, es indispensable escudriñar las pantallas en las que todos los vuelos aparecen ``a tiempo'' hasta que los retrasados desaparecen y entonces hay que ir a unos módulos de plástico amarillo donde avisan que están demorados. Puede pasar mucho tiempo (he tenido que esperar hasta ocho horas) antes de que se sepa que, tras cambiar unas cinco veces el horario de llegada, el vuelo finalmente aterrizó o se canceló.

Hoy a un oficial del 380 se le escapó, acosado por un grupo de pasajeros, que el actuador de las aletas (¡¿?!) se había averiado y que por eso no habían llegado la víspera; esta mañana lo repararon en Guatemala, se volvió a romper y ya lo estaban reparando. --Sí --dice un viajero--, en la esquina hay un taller buenísimo para las talachas.

Otra viajera consiguió que la cambiaran de línea casi al tiempo de que anunciaran que ya podíamos abordar.

El vuelo con su escala no fue malo. Pero al llegar, unos 300 pasajeros de dos o tres vuelos tuvimos que esperar ante no más de cinco ventanillas abiertas y unas 25 cerradas, para pasar migración. Luego hubo que aguantar a los de Gobernación que verifican el paso de drogas --¿cuántas toneladas incautarán ahí cada semana? Finalmente tuvimos que descubrir, tras recorrer medio aeropuerto, que ya no se toman los taxis como hasta antier; como nadie da esa información, debimos recorrer de regreso el medio aeropuerto.

Casi idéntico a lo que ofrece la publicidad sobre aerolíneas y otros servicios aeroportuarios, ésa que sin duda me resulta ininteligible. Por ello es muy probable que los legisladores que nos representan (y que para proponer y votar sólo consultan a sus jefes de partido o patrones del Ejecutivo) se abstendrán de aprobar una ley que proteja los derechos de la ciudadanía destinataria de la publicidad, y alguna otra que sancione los abusos de las líneas aéreas y de esa paraestatal llamada ASA.

¿Alguien ha pensado en la necesidad de un ombudsman especializado en cada una de estas cuestiones? Debe ser tan tremendista como yo.