Carlos Cipolla escribió un breve y delicioso texto sobre el papel de la pimienta en el desarrollo económico de la Edad Media. Aparte de recordarnos sobre el poder afrodisiaco de la pimienta, cosa que todo mundo sabe, hila a partir de la necesidad de rehacer la oferta de esta especia la historia de las Cruzadas y el papel que en ello jugó Pedro el Ermitaño.
El asunto es que con la reanudación de los suministros de pimienta, Europa pasó de ser un lugar lúgubre a un espacio vital, con un aumento del vigor de los hombres y de las oportunidades económicas. Como empresa económica aquellas guerras provocaron el incremento del comercio de armas, de especias y la usura especialmente en torno a los mercaderes italianos.
Para tranquilizar sus conciencias esos mercaderes incrementaron sus donativos a la iglesia que, por su parte los utilizó en la construcción de templos y monasterios. Y de tal manera, la natural tendencia deflacionista ocasionada por los tributos recogidos de la sociedad se convirtió, en cambio, en una mayor demanda global efectiva. El incremento del gasto llevó a la creación de empleos y a una expansión del consumo, con lo que ganaron más los sastres y panaderos. Así se multiplicó el efecto del gasto y se desarrolló la economía europea. A pesar del crecimiento de la población generado por el progreso económico, fue mayor el aumento del ingreso con lo que creció también su nivel per cápita y se evitó la trampa malthusiana.
Puede ser que el profesor Cipolla esté grave e irremediablemente influido por la lectura de Keynes. Este debe ser un defecto en su interpretación de la historia, que seguramente sería prontamente destacado por cualquier economista que hoy se precie de alguna seriedad, sobre todo si trabaja para el FMI, el Banco Mundial o el gobierno mexicano.
Cipolla hace también una observación interesante con respecto al desarrollo económico de Gran Bretaña comparándolo con el de Italia. Dice que Gran Bretaña dispuso de lana cuando en la Edad Media la lana era la materia prima más buscada, de carbón cuando éste era la materia prima más valiosa, durante la Revolución Industrial, y de petróleo cuando éste es, actualmente, la fuente de energía más utilizada en la producción. Italia que no contó con estos recursos dispuso, en cambio, de mármol, usado para construir iglesias y monumentos funerarios. Pero los comerciantes italianos supieron aprovechar las condiciones de riqueza y gusto de su población para desarrollar una eficiente manufactura de tejidos.
Salta a la vista algo que aquí sabemos bien, la incapacidad que ha tenido la economía mexicana de aprovechar sus posibilidades de desarrollo. El caso del petróleo hacia fines de la década de los 70 es muy ilustrativo. Los enormes ingresos petroleros fueron convertidos en deuda externa, provocándose la primera gran crisis de los últimos quince años. Esto fue, a diferencia de los ejemplos anteriores, un verdadero arte de prestidigitación, digno del mago Copperfield (aunque la verdad parece más fácil desaparecer la estatua de la libertad), transformando una potencial ganancia en pérdidas millonarias para la nación. Una década y media de prácticamente nulo crecimiento serviría a Cipolla para escribir otra narración contrastante con la que ofrece en el texto que aquí se comenta.
A la luz de lo que ocurre hoy en México es posible derivar una conclusión: a esta economía le falta pimienta, la política económica es definitivamente insípida. Y si parece ligero el tratamiento de Cipolla del papel de la pimienta en el desarrollo económico, puede siempre argumentarse que en nuestro caso la ligereza no está peleada con una visión de la crisis, sobre todo si se aprecia la ligereza de la forma en que ésta se administra y la de quienes la disfrutan.