Julio Scherer García
Premio es vivir*

Hace casi diez años fui señalado con cargos infamantes, ladrón o cómplice de ladrones. Difundieron los actuales dirigentes de Excélsior que de la caja del periódico había desaparecido una fortuna y que yo, dueño de un poder ilimitado en la cooperativa, vejaba a trabajadores dignos y honrados. El presidente Echeverría participó con todo su peso en la contienda y secundó la turbiedad de cargos indemostrables.

Don Julio Foto: Marco Antonio Cruz

El 8 de julio de 1976, pasadas las cuatro de la tarde, junto con amigos y compañeros entrañables, salí de Excélsior para siempre. No imaginé entonces que reconstruiríamos el futuro imposible. Dueños sólo de nuestra decisión, en días oscuros e impredecibles empezamos desde cero. Ahora, ante ustedes, habría deseado que la palabra inefable les hiciera llegar el ánimo que me conturba y alegra. Sólo la voz del silencio podría transmitirles con fidelidad mi reconocimiento por su desprecio a la calumnia y por la confianza que externan en el trabajo colectivo del que formo parte en Proceso.

En un sistema como el nuestro, que a gala tiene el servilismo y la adulación al Presidente de la República, es arduo y paciente el ejercicio de la libertad. Todo la pone a prueba. En la época del licenciado Echeverría, uno de sus secretarios más cercanos, el licenciado Francisco Javier Alejo, llegó al extremo de afirmar que el prestigio del jefe de Estado es un problema de seguridad para el Estado. En lenguaje sin adornos esta teoría deja abierto el campo para matar. Se puede matar por razones patrióticas en salvaguarda del prestigio del jefe de la nación.

En tiempos del presidente López Portillo fue clara y directa nuestra discrepancia con él. Dijimos desde el origen de su sexenio que petrolizaba la economía con daños irreversibles para el país y denunciamos que llevaba la inmoralidad de su gobierno a niveles intolerables. No soportó nuestra crítica.

Con el licenciado Miguel de la Madrid nuestra relación tiene otro sesgo. Manuel Alonso, su hombre ante los medios de comunicación, me ha dicho que juzgar al Presidente con crudeza es tanto como faltarle al respeto. Pienso que no. Que los hombres se juzgan hasta el fondo, que la viva vivida de veras también para eso sirve. En el contrapunto del poder y la crítica sabemos hoy, sin que nadie nos lo haya enseñado, que el periodismo libre e independiente no necesita del poder para existir. Sabemos también que no ha nacido el hombre capaz demanejar un poder absoluto con honestidad.

Permítanme confiarles, para terminar:

Premio es vivir la vida con plenitud, hasta donde dé. Y da en la medida de uno mismo, pero sobre todo en la medida de los demás. No podría, pues, aceptar el premio a título personal. En nombre de mis compañeros y en el mío propio les expreso mi conmovida gratitud.

* Texto leído el 30 de mayo de 1986, al recibir el Premio Manuel * Buendía.