Sacudir la apatía de la gente, meta de sacerdotes y obispos: Godínez
Blanche Petrich Este domingo --que las leyes de la liturgia católica llaman 30 ordinario-- toca hablar desde los púlpitos acerca de la hipocresía de los fariseos y escribas que decían una cosa y hacían otra. Así que la homilía de los obispos y los sacerdotes bien puede volver a tener su carga política.
Al menos, reconoce el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Ramón Godínez, el arzobispo de México Norberto Rivera seguirá buscando ``impulsar la participación de los ciudadanos como tales, que a sus deberes ciudadanos añadan la fuerza de la fe''. Lo que quieren los sacerdotes y obispos, dijo, es ``despertar la conciencia de la gente, sacudirles la apatía''.
La homilía del 28 ordinario que pronunció el domingo 20 el prelado en la Catedral Metropolitana abordó el tema de ``al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios''. Y lo hizo ``no porque quisiera sino porque es su obligación, así lo marca el evangelio'', apunta a su vez el director del Centro de Comunicación Social, José Alvarez Icaza. La liturgia, en efecto, ordena ese tema en el vigésimo octavo domingo después de la Pascua.
Una eminencia en cultura religiosa, Alvarez Icaza adelanta un chistorete: ``En las misas dominicales de ahora en adelante bien podemos esperar nuevos mensajes urbi et orbi.
El secretario del Episcopado, monseñor Godínez, coincide en prever que pueden venir nuevos mensajes políticos desde el púlpito. ``Si se rastrean se van a encontrar muchas palabras en las homilías de todos los templos y parroquias'' como las que pronunció dos domingos atrás el arzobispo Rivera. Entre otras cosas, el prelado dijo en esa ocasión que ``cuando la autoridad se sale del marco desde donde puede y debe gobernar, no hay obligación de tributarle obediencia''.
Aunque la escaramuza que provocó la homilía del día 20 entre la Secretaría de Gobernación y la jerarquía católica por la dura amonestación que le dirigió Angel Andrade Rodríguez al arzobispo Rivera ha quedado saldada, Godínez admite que les ``sorprendió'' lo visceral de la reacción de las autoridades ``y sin agraviar, también la de los comunicadores''.
Añadió: ``A nivel de la autoridad hay una hipersensibilidad. En cambio, a nivel de los ciudadanos hay apatía. Buena parte de los ciudadanos no quieren o no saben participar. Y es ahí donde nosotros los sacerdotes y los obispos queremos despertar la conciencia''. Aclara de inmediato: ``Desde luego no queremos suplantar al laico. El laico tiene sus derechos y obligaciones y al sacerdote no le toca suplantarlo, pero sí le toca animarlo a que cumpla con sus obligaciones''.
Pero ya que se reabrió el debate sobre los derechos políticos de los religiosos y la separación Estado-Iglesia, el dirigente de la Conferencia Episcopal comenta sobre los cambios ``que tendrían que hacerse'' para normar el artículo 130 reformado: ``Tiene que haber un juego recíproco entre la realidad y la letra de la ley. Los legisladores deben tener mucha sensiblidad hacia la vida de la población a la que quieren oganizar y orientar. La libertad religiosa la hemos vivido conociendo la ley y sin conocerla. Y eso es lo saludable. Primero es la vida y luego las normas''.
A propósito de las voces que plantean la necesidad de una nueva reglamentación para las iglesias, Godínez expresó su desacuerdo. ``Más que eso, necesitamos tomar conciencia de nuestro derecho de expresar la fe y del deber de ser responsa- bles para expresar la fe. Ese derecho no lo otorga la autoridad, lo tenemos por ser personas. A la autoridad le toca reglamentar el ejercicio de los derechos, orientar a la población para que haya un suficiente campo de libertad; pero la autoridad tiene que respetar lo que el señor Norberto llama ``el proyecto de Dios'', vivir como hermanos, no como enemigos''.
¿Límites a lo que se puede decir desde el púlpito? El obispo los reconoce: ``Tenemos una norma de derecho canónico que nos prohíbe participar en política partidista. Uno, como ministro, no debe pertenecer a un partido o sindicato. En ese sentido la separación Estado-Iglesia ha sido saludable''.
Finalmente, concluye que si esto genera conflicto, como el temporal que despertó la homilía del día 20, ``lo único que esto manifiesta es ignorancia'' sobre los derechos políticos de los religiosos, que ``son también sus derechos humanos''.
José Alvarez Icaza también atribuyó a la ``gran ignorancia religiosa'' de un ``desangelado funcionario'' de la Secretaría de Gobernación, la reciente y fugaz polémica.
``Fue una reacción pintoresca. Revela que algunos funcionarios no entienden muchas cosas. Me sorprende que cuando un arzobipo de la jerarquía de monseñor Rivera dice que hay que darle al césar lo que es del césar, los que hacen aquí las funciones del césar no se mueran de entusiasmo, porque es un reconocimiento de la Iglesia a los poderes y la autoridad del poder civil. Yo si fuera secretario de Gobernación estaría encantado''.
Añade: ``No procede que a nadie se le ocurra pensar, a estas alturas, que se deben confundir los campos del césar y los campos de Dios, que tantos conflictos han creado en la historia''.
Alvarez Icaza, quien admite que ``siempre critica al secretario Chuayffet''. Esta vez ``quiero defenderlo. Pobre --dice-- le cayó una tranquiza que no se merece''. Y recuerda que el ``documento de marras'' que amonestó al obispo e inclusive habló de multas rápidamente, fue desmentido por sus superiores.
Sin embargo, apuntó que lo que en el fondo reflejó el incidente es ``el temor del gobierno a cualquier cosa que desarrolle un poder de opinión. Teme que la Iglesia tenga una fuerza en la opinión pública que, por otra parte, siempre ha tenido''.