La Jornada 3 de noviembre de 1996

CULTO A TANATOS

Raúl Llanos Samaniego A los muertos no sólo hay que llorarlos, sino también festejarlos, consideraron los familiares de Pedro Morales, fallecido hace un año y a quien ayer lo recordaron con ritmos de banda norteña, una botella de añejo y bastante comida.

Las notas de las tarolas, el acordeón y la guitarra inundaron el ambiente del camposanto y el hecho contrastó con la solemnidad de cientos de personas que ayer se dieron cita en el Panteón Dolores, con motivo del Día de Muertos.

``Estamos pasando un rato con él, como le hubiera gustado estar ahorita con nosotros, comiendo y bebiendo'', expresó uno de sus familiares al pie de la tumba de René, cuya fotografía, enmarcada y bien limpiadita, se alzaba entre las veladoras colocadas encima de la lápida.


Ofrenda de muertos frente al hemiciclo a Juárez, por
miembros de varias ONG que luchan contra el sida.
Foto: Ana Isabel Patiño

Así, mientras los niños jugueteaban entre las maltrechas tumbas, las mujeres platicaban y los hombres pedían una canción más. ``Un traguito para entonarnos'', repetían los integrantes de la banda, y va de nuevo...

Pero así como este hecho fue hasta cierto punto raro en el Panteón Dolores, también se dieron muchas situaciones que se repiten año con año: los precios excesivos de las flores, la aglomeración de visitantes, el tráfico vehicular en las calles aledañas, la falta de vigilanci y los puestos de frintangas.

``¡Qué bárbaros, cómo han incrementado (el precio de) las flores!'', exclamó la señora Ernestina Méndez, quien no tuvo otra opción que resignarse y pagar sus ramos. ``Qué le vamos a hacer, si venimos a ver a nuestros muertitos cada que se puede''.

En el corredor de flores de ese panteón, los precios variaban. Desde la tradicional cempasúchil, de a 5 pesos el ramo, hasta las rosas, que de 30 pesos no bajaba la docena.

La vara de girasol se ofertaba a 12 pesos; estatis a seis pesos; alcatraz, de a 15 pesos la media docena; terciopelo, a 5 pesos, y el ramo de polares iba desde 5 hasta 10 pesos, ``dependiendo qué tan frescas las quiere'', afirmaba los expendedores.

Ya parece lujo visitar a los difuntos

``Cada vez resulta más caro venir a ver a sus difuntos, como si esto fuera un lujo'', manifestó Ernesto Juárez, quien ayer acudió con sus dos hijos y su esposa a visitar la tumba de su hermana. Dijo que acudió desde temprano para evitar las aglomeraciones, lo cual difícilmente logró, pues desde las 9 de la mañana el aforo de personas al Panteón Dolores fue constante.

``Fácil, fácil nos gastamos como 150 pesos en un rato. En la mañana compramos un ramo de flores que nos costó 20 pesos, luego le pagamos otros 20 al chavo que nos ayudó a limpiar y regar la tumba. Otros 10 pesos de dos refrescos de botella y cuando fuimos a echarnos un taco pagamos otros 50 pesos. Eso más las chucherías y los pasajes, ya se fueron dos días de mi salario''.

Las calles aledañas a este panteón se caracterizaron por dos hechos: el congestionamiento vehicular y el tapiz que implicó los cientos de puestos de vendedores ambulantes. Desde los puestos de pambazos y quesadillas hasta los de jugos, refrescos, helados y juguetes.

Refrescos de 4 pesos con 50 centavos --cuando su precio oficial es de 2.20--, cuatro tacos de canasta, a peso; calaveritas de plástico, también a peso; pizarrones a 10 pesos; carritos de madera, a 10; paraguas a 12 pesos. De todo se vendía, tuviera o no que ver con el Día de Todos los Difuntos.

Todo bajo control policiaco

Más de 50 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) participaron en un operativo de vigilancia para evitar la comisión de posibles ilícitos. También la Cruz Roja instaló un centro de atención y una ambulancia, a cargo de David Murillo, para atender situaciones de urgencia y sumarse a los esfuerzos del ERUM y de Servicios Médicos del DDF.

Hasta la media tarde, la benemérita institución había atendido una a veintena personas aquejadas por la insolación, presión alta, un descalabrado y una persona que sufrió una cortada en la mano al tropezar con una piedra.

En la avenida Constituyentes un grupo de policías hacía esfuerzos enormes para impedir el congestionamiento, sin embargo, el arribo de autobuses, microbuses, taxis y automóviles particulares opacaron sus intenciones.


Roberto Garduño E. ¿Y tú ya estás informado?, fue la pregunta que con pétalos de zempoaxóchitl fue inscrita en el suelo, y cuestionaba a los transeúntes y curiosos que observaban las ofrendas para los muertos de sida. Hermanas, hermanos, padres, parejas, amigos, honraron a las víctimas con la intención de cuidar a los vivos.

Las 48 máscaras blancas con rostros de mujeres y hombres, que colgaban sobre un bastidor con fondo de tela negra, fue el tributo a los muertos por sida, entre los comales donde ardía carbón e incienso, discos con la música del grupo inglés Queen, con su desaparecido Fredy Mercury; el Colectivo Sol, La Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez, y Voluntad y Acción en lucha contra el Sida, tendieron al ras del suelo sus ofrendas.

Frente al límpido mármol blanco del Hemiciclo a Juárez, los parientes y amigos de aquellas mujeres y hombres que ya se fueron, para sólo regresar cada dos de noviembre, se apropiaron de la acera.

Comenzaron a desmenuzar la flor de los muertos sobre planchas de distintos tamaños. Después, sobre la alfombra color naranja, en los costados colocaron las patas de león, y el crisantemo paloma.

Ya preparada la entrada al mundo terrenal, los familiares y conocidos situaron las calaveras de azúcar y barro, ``para que se sientan como en casa''.

De pequeñas bolsas de plástico sacaron el pan de muerto, las cañas, mandarinas, naranjas, guayabas, jícamas, tejocotes, cacahuates, limas; lo único que se puede poner a los muertos en tiempos de crisis.

También se levantó la lona donde se dibujó el Hotel La Parada, donde las calacas aún disfrutan los placeres de sus osamentas, en una noche eterna, y donde quedaron varadas varias mujeres, entre ellas Ana, Lourdes, Mireya, Angélica, Rosa, Guadalupe y La Güera.

A las decenas de víctimas del mortal virus, los seres terrenales les dedican desde 1988 una ofrenda, que más que recuerdo, pretende convertirse en un día de muertos para los vivos.

Rafael Manrique, integrante del Colectivo Sol, resumió la intención de seguir recordando a los muertos por sida:

``luchamos por la prevención, por la información, contra la estigmatización y la culpabilización, porque hay sectores que aún piensan que los homosexuales son los culpables de la expansión del sida''.

Hace ocho años se lanzó la convocatoria para colocar ofrendas en la Alameda Central. Ahora nadie tiene necesidad de convocarlas; los vivos llegan solos, sin ser llamados frente al Hemiciclo a Juárez, sin necesidad de nada, es simplemente por la ``fuerza de la tradición''.

Entre la frontera del recuerdo y la realidad, decenas de parejas, familias enteras se acercaban a las ofrendas. De inmediato llegaban a sus manos las pruebas de que el sida es altamente prevenible con condones, información y folletos.

Algunos se alejaban. Otros, los que permanencían observando el manejo y uso del condón se asombraban, y en el momento cuando el pene de madera era cubierto por el látex del preservativo, reculaban y se retiraban.

Los menos tomaban la clase completa, y además se enfilaban hacia el Hemiciclo para leer los principales puntos de prevención del sida. Mientras, los hijos jugaban sobre los dos leones de mármol, que a manera de cancerberos vigilan el monumento; los padres leían.

Mientras proseguían las clases para el uso del condón Encanto, hecho en México y cuyo costo al público era de un peso por unidad, las ofrendas esperaban la llegada sus sus muertos.


De los corresponsales Los panteones en varias ciudades de la República recibieron ayer la visita de miles de personas que acudieron a ``convivir con sus difuntos'', de acuerdo con la tradición de los días de Todos los Santos y Fieles Difuntos.

En Morelos, tres comunidades indígenas cumplieron el rito: en Ocotepec, Xoxocotla y Coatetelco realizaron, como cada año, la festividad de Miquixtli.

Toda la noche del primero de noviembre y la madrugada del dos, repican las campanas del templo en Ocotepec. Las almas de los muertos ``cenan'' con sus deudos, juntos fuman y beben en un panteón ocupado por miles de personas, y adornado con flores y velas. También en Xoxocotla y Coatetelco, la gente acude temprano a lavar y pintar las criptas, o a colocar una cruz nueva. Desde allí trazan caminos a sus casas, con hojas de flor de zempoaxóchitl para que las almas puedan llegar sin problema al convite. Al mediodía del dos de noviembre se despide a los difuntos con música de mariachi y tríos, y ya de vuelta en el camposanto, se oficia una misa en náhuatl.

En Guadalajara, miles de personas acudieron a los panteones para visitar a sus muertos. Desde temprano, más de 500 policías vigilaron los 15 cementerios. Hasta las 18:00 horas de ayer, sábado, las autoridades emitieron el reporte sin novedad.

En La Paz, Baja California Sur esta costumbre no se encuentra muy arraigada, pero este año asistieron unas 60 mil personas al cementerio municipal de Los San Juanes, el más antiguo de la ciudad.

En Tijuana, Baja California, morirse cuesta entre mil 600 pesos por una caja de madera, hasta 180 mil pesos, aproximadamente, si es un ataúd de cobre. Las flores también varían de precio, y valen desde 30 pesos por una docena de claveles, hasta 500 pesos por igual número de gardenias, que es lo más común. (Francisco Guerrero, Gerardo Rico, Jorge A.Cornejo y Alfonso Gavito)