La Jornada Semanal, 3 de noviembre de 1996
todo me falta
Mario Montalbetti Ay, si solamente existiera el corazón
si solamente la boca
si nada más los dientes
la lengua
una flecha roja
un camino polvoriento
donde la visión galopa
a ras de tierra
en alas del polvo
masticando vidrio
llorando arena un desierto oscuro
como un tren
rondando el sueño
como un agua afilada
a la orilla del abismo
como un otoño sin hojas
un invierno sin nieve
un verano sin primavera si solamente llegara un otoño sin llamas ni sangre
una primavera más verano
que todo el otoño
y el invierno un viento desencadenado
un fuego desencadenado porque hay un puerto triste
en sus cuarenta días
y su noche descomunal
para no volver
al borde de la espuma
para no pensar
sino por siempre
para siempre soñar
sino por nada el mar de una sola ola
el naufragio de una sola muerte
el planeta de una sola voz
ay, si yo solamente pudiera
sin hablar de la lluvia
ni del mistral ni del alisio
ni del fuego interior
ni del poema perfecto
de los árboles desnudos
al extremo opuesto de mí mismo
a ti que me escribes mientras te escribo
me lees y me perdonas la impaciencia
me escuchas y me dices que no es cierto y esta gana súbita
esta súbita duda
que abandona la casa
y deja todo tirado
en un orden íntimo y exacto
que sólo otro solitario comprende
desde el fondo de su desierto intransferible
de su gana loca de decir cada vez menos
hablar cada vez menos
de su lamento
de su asco
de su espanto allí donde sueña el corazón su vino agrio
y mana lenta tarde
lenta noche
lenta manada humana
de sílabas contando
cantando en aguas regias
y en arenas movedizas
cantando a raíces cúbicas
y a manos llenas bajo el cielo trenzado
mantengo los ojos abierto al silencio
y no pido nada más
acaso
El desierto es mi pastor,
sucesivo
un invierno más sencillo que la luna
un mar desencadenado
donde se embarca el desierto
el desierto
el desierto
el desierto
escribir esta carta
de alzarse ardiendo el día
allí donde el mar levanta las esclusas
en relámpagos paralelos