La Jornada 4 de noviembre de 1996

Héctor Aguilar Camín
Opciones indígenas nacionales

No sé cómo pueda aterrizarse en la práctica la noción de autonomía para los pueblos indígenas, sobre la que el Congreso ha de pronunciarse en breve. He leído en La Jornada algunos intentos de explicar ese punto como si fuera obvio. Me parece menos obvio que nunca. Para empezar, no hay acuerdo en la modalidad autonómica deseada. En la especificidad del estatuto autonómico hay quienes prefieren la autonomía a nivel de la comunidad (como el INI y Adelfo Regino, coordinador del pueblo mixe) y hay quienes prefieren el estatuto de ``regiones autónomas pluriétnicas'', como el Congreso Nacional Indígena y antropólogos como Héctor Díaz Polanco, quien ha escrito un libro sobre el tema.

Díaz Polanco escribió también cuatro artículos en La Jornada destinados a la arqueología de mis razones y sinrazones indigenistas (25, 26, 27 y 28 de octubre/96). No discuto con Díaz Polanco. Tiene razón cuando dice que no entiendo la idea autonómica que se propone para los pueblos indios de México. Sigo sin entenderla después de leer sus artículos. Esa es mi objeción: es una idea poco clara cuyas consecuencias pueden ser, por ello mismo, refrendar el aislamiento de los pueblos indígenas o convertirse en una nueva ficción jurídica y una nueva simulación indigenista de fin de siglo. En todo caso, no veo por qué los pueblos indios no pueden intentar otras cosas dentro del régimen institucional vigente. Por ejemplo:

1. Fundar un partido político nacional, aprovechando el auge de su causa para ganar elecciones y tener una presencia irrecusable --municipal, estatal y federal-- que les permita defender, con su propia voz y su representación propia, las causas indias y no indias que quieran. (Entre esas causas, si se empeñan en ello, la causa de la autonomía, sea comunitaria o regional.) Más rápido que ningún otro partido, podría construirse hoy en México el Partido Zapatista de Liberación Nacional o el Partido del Congreso Nacional Indígena, suficiente para que la organización de los pueblos indios se eche de cabeza en la contienda democrática sin necesidad de padrinos, partidos, ni legisladores solidarios. Creo que se convertirían en la cuarta fuerza política de México, hecho que les daría una presencia institucional propia que nunca han tenido en este país.

2. Los pueblos indios podrían reclamar para sí las posiciones de la administración pública federal dedicadas a atender cuestiones indígenas. La Comisión Nacional de Derechos Humanos acaba de publicar un Directorio de servicios y programas de las instituciones del sector público federal orientados al desarrollo de los pueblos indígenas. El directorio tiene más de 600 páginas y enlista el doble de dependencias y programas destinados a servir a los pueblos indios. Supongo que no habría objeción razonable a que los pueblos indios se sirvieran directamente de los puestos y presupuestos destinados a ellos. El mismo reclamo de administración directa podrían hacer los indígenas en el ámbito estatal y municipal. Un reclamo de voz y voto podrían plantear también en todas las instancias de gobierno donde se toman decisiones educativas, culturales, de política social, de política económica y de obra pública que afectan a la población indígena de México.

3. En su propio beneficio y en beneficio histórico del país, los pueblos indios podrían emprender una cruzada nacional contra dos aislamientos que son su talón de Aquiles tanto de como el de la lucha contra la pobreza en México: el aislamiento cultural y el aislamiento geográfico. El aislamiento cultural se remite a la persistencia de una población indígena de varios millones que no habla español y carece, por lo mismo, del primer instrumento de supervivencia en una sociedad mayoritariamente castellanizada. El movimiento de los pueblos indios podría proponerse garantizar la supervivencia de las lenguas indígenas junto con la plena posesión del español para todos los indígenas de México.

El aislamiento geográfico se refiere a que la parte dura del México indígena --la más pobre, aislada y monolingüe-- vive refugiada en unas 18 mil comunidades de difícil acceso, la mitad de ellas de menos de 100 habitantes y la otra mitad de menos de 500 (José del Val: ``La reconstitución de los pueblos indios'', La Jornada, 8 de octubre de 96.). No hay programa de inversión pública o beneficio económico que pueda llegar a esas comunidades. No es razonable exigirlo de ningún gobierno ni esperarlo de ningún modelo de desarrollo. He ahí una tarea civilizatoria que los pueblos indios pueden ofrecerse a sí mismos y al país: agrupar su población dispersa, colaborar con su fuerza política a una reagrupación demográfica que permita intentar al menos la erradicación de los núcleos de pobreza irreductible en que fueron convertidas, por su terrible historia de opresión, dispersión y aislamiento, las zonas de refugio indígena.