ANTIGUOS PALACIOS
Esta gran urbe, que el gobierno promociona como un centro financiero internacional de servicios y negocios, que cuenta con los mejores centros comerciales de América Latina, cobija, más allá de sus grandes avenidas con rascacielos, una enorme población --el 75 por ciento de sus habitantes--, cuya perspectiva de vida es la angustia por sobrevivir.
Estimaciones gubernamentales ubican que tan sólo en el Distrito Federal hay seis millones de personas que viven en la pobreza, en una urbe donde el costo de vida es de los más elevados del país. Asimismo, un millón de habitantes sobreviven en la línea de la pobreza extrema.
El investigador Carlos Bustamante, en un balance sobre la política para el combate a la pobreza de un estudio de próxima publicación, patrocinado por el gobierno capitalino y desarrollado por la UNAM, señala que al millón de personas que sobreviven en pobreza extrema se añaden ``más de cinco millones de habitantes que se encuentran sobre la línea de pobreza''.
Otrora espejismo que atraía grandes flujos de migración de las zonas rurales durante los años del auge industrial, hoy es una urbe caracterizada por una acentuada segregación social, virtuales ghettos que caracterizan a una metrópoli en una eterna disputa por la sobrevivencia urbana.
Una análisis sobre la estructura social patrocinado por el Consejo Nacional de Población y en el que participaron el DIF, la Unicef y el Instituto Mexicano de Estudios Sociales arrojó: la ciudad enfrenta ``un aumento desmedido de la desigualdad y la pobreza de un sector de miseria mayor a la quinta parte de la población capitalina.
``Otro sector que se podría denominar proletariado pobre, que constituye el 60 por ciento, y una quinta parte de sus habitantes formado por clases medidas con limitados grupos altamente acomodados, no mayores del 3 por ciento''.
Como en las grandes metrópolis, la ciudad de México concentra los niveles más agudos de miseria en su zona conurbada. Chimalhuacán, Ixtapaluca, Chalco y Nezahualcóyotl son municipios que concentran una pobreza más cruda.
Entre el auge estadístico y la realidad de la pobreza urbana
Javier Beristáin Iturbide, responsable de las finanzas de la capital, define: ``En el Distrito Federal se puede hablar con certeza de que entre 1.8 y 2 millones de personas conforman la población englobada en la pobreza, pero aun con todo, sus ingresos siguen siendo superiores a los del resto de cualquier entidad; por ello, aún se mantienen los flujos migratorios''.
Ambigua por su definición tanto de gobernantes o políticos como de investigadores, la medición de la pobreza constituye un dato altamente manipulable. La definición de pobreza --acota Beristáin-- siempre es motivo de controversia.
``Sin embargo, sin equivocarnos mucho, podemos considerar a un millón 700 mil personas como pobres, y gran parte de ellos no asalariados, pues el problema de la pobreza se relaciona mucho con este sector, porque un asalariado, como quiera, tiene percepciones estables y acceso a seguridad social. El verdadero problema de la pobreza son los no asalariados y con ellos, sumándolos. podemos llegar a más del 20 por ciento de la población capitalina.''
Las estadísticas oficiales refieren que comparativamente con los niveles de bienestar social en el país, los índices de marginación del DF ``son los más bajos del país'', y según el propio Conapo los niveles de marginación en la ciudad son muy bajos.
Valoraciones del desaparecido Programa Nacional de Solidaridad califican a la marginación en la ciudad como baja. A su vez, el INEGI valora que la ciudad tiene niveles de bienestar ``muy altos'', con excepción de Milpa Alta.
Las cifras que soportan dichas valoraciones aluden a la disponibilidad de servicios en la capital del país: las viviendas que disponen de drenaje alcanzan el 93.8 por ciento; con agua entubada, 96.3 por ciento, y con electricidad, 99.3 por ciento.
Con estas cifras como estigma, el Departamento del Distrito Federal ha dejado de percibir recursos del denominado ramo 16, que son transferencias federales destinadas a mitigar la marginación social. A partir de 1995, el gobierno capitalino debe soportar los gastos destinados a la asistencia social.
Bajo los mismos ``indicadores sociodemográficos'' se advierte que 45.58 por ciento de la población capitalina vive en condiciones de hacinamiento.
El director de la política social del DDF, Carlos Ortega Carricarte, sostiene que para enfrentar la pobreza en la ciudad debe partirse de otros parámetros y analizarla más en el nivel micro de las denominadas Aréas Geoestadísticas Básicas, donde pueden detectarse más directamente los niveles de pobreza urbana.
Para el investigador Carlos Bustamante, la pobreza en la ciudad debe referirse ``al subconsumo de los requerimientos mínimos reales o deseables''.
El especialista subraya que ``la pobreza extrema es una condición absoluta, en donde los individuos no se pueden proveer de una alimentación suficiente; se trata de un sector de la población que requiere mejorar con urgencia sus condiciones de nutrición y de salud para estar en posibilidad de aprovechar las oportunidades de desarrollo que ofrece la sociedad''. En este grupo se ubica la población que percibe hasta un salario mínimo. La pobreza moderada --define-- ``puede entenderse como la insatisfacción de las necesidades básicas, definidas de acuerdo con el nivel de desarrollo de cada sociedad''. Es un sector que debe ser sujeto de atención de los programas sociales.
Al ubicarla geográficamente, algunos datos gubernamentales estiman que en el sureste de la ciudad se ubica el 23 por ciento de la población marginal y el 86 por ciento de todo el sector popular, mientras que en el suroeste se concentra la mayor población acomodada, con el 6 por ciento. De hecho, las delegaciones con mayor porcentaje de población marginada son las zonas rurales de Iztapalapa, Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta en la zona sureste. En el suroeste, Contreras concentra la mayor marginación social. La zona del Distrito Federal con mayor proporción de clases medias es el sureste, seguida del centro, particularmente la Benito Juárez, que tiene la mayor concentración de clases medias, seguida de Coyoacán.
Así, detrás de las altamente urbanizadas calles de la Miguel Hidalgo o la Cuauhtémoc, se esconden verdaderas ciudades perdidas donde se adolece de lo más elemental.
En otros casos se trata de asentamientos en avenidas, calles o en vías de ferrocarril. Es la pobreza en la zona más urbanizada de la ciudad donde sus moradores, a pesar de sus pésimas condiciones, reclaman el arraigo.
La pobreza, más allá de la estadística
La mayor parte de la población residente en la metrópoli que apenas sobrevive bajo el cobijo de la economía informal, no son reconocidos en las estadísticas oficiales como población ``pobre'', y por lo tanto disputan la legalidad que no les reconoce; logran su supervivencia empeñados en la delincuencia o mendigan abiertamente esperanzados en que la dádiva les permita trasponer los días.
``En el fondo explicativo de la desigualdad habida al interior del DF --advierte el análisis de Conapo-- está la más aguda desigualdad existente entre la misma población proletarizada media y acomodada de la ciudad, comparada con las condiciones materiales de existencia del campo mexicano, pero también de las pequeñas y medias ciudades de provincia''. El Consejo Nacional de Población señala: la desigualdad socieconómica es sumamente marcada, aun tratándose de una entidad federativa que puede considerarse privilegiada. Más de la quinta parte de su población se encuentra en niveles marginales de subsistencia básica, otras dos terceras partes cuentan con niveles apenas suficientes para cubrir sus necesidades materiales.
La pobreza en la ciudad ha comenzado a tener algunos cauces de salida: la expulsión de sus habitantes a la periferia; la migración de aquellos que no han podido soportar la carga económica que representa vivir en la ciudad y han sucumbido a la presión inmobiliaria.
En la actualidad, los flujos de migración hacia la ciudad de México tienen como principal destino de asentamiento los municipios conurbados.
De los mil habitantes que llegan diariamente al Valle de México, solamente 200 se quedan temporalmente en el Distrito Federal.
Los migrantes a la ciudad de México no encuentran más las oportunidades que ofreciera antaño el espejismo industrial. Lejos de ello, arriban a una metrópoli donde tienen que competir crecientemente por la sobrevivencia económica, en medio de la segregación y la indiferencia de una gran urbe.
Estos flujos migratorios alimentan la población en extrema pobreza, generalmente conformada por grupos campesinos que se suman a los contingentes crecientes de la población marginal que duerme en las zonas suburbanas, pero aparece en el corazón de la metrópoli para reclamar empleo, servicios y asistencia social.
Bajo este contexto, el análisis de Conapo advierte:``El contraste tan marcado y próximo entre colonias desiguales y aun entre subzonas de la misma colonia puede ser sintomático de una tensión altamente sensible en el roce de unas familias con otras, y de una inseguridad cada vez mayor por parte de las familias acomodadas y de las clases medias que ven con recelo a los estratos marginados y populares en la gran ciudad''
En los confines de Iztapalapa, casi llegando al cerro, comienza una
sinuosa vereda de piedras, tierra, miseria y abandono, bautizado casi
eufemísticamente como el Camino Real que conduce a la
Ampliación Campestre Potrero. Ese es el nombre con que los urbanistas
sellaron su ironía.
Es uno de los muchos rostros de pobreza en la ciudad de México, cuya magnitud asoma a lo lejos, con sus vecindades semiderruidas en el centro que ocultan las carencias; mujeres galantes que disfrazan sus miserias para rematar su cuerpo al mejor postor; la proliferación de los mendigos y una creciente delincuencia, herencia de la crisis que azota la ciudad.
Andando sobre el Camino Real --en Iztapalapa-- se llega a la Santísima Trinidad, un miserable templo casi tan antiguo como el asentamiento irregular amparado en el PRI.
El sermón del cura exige más sacrificios, reclama los mezquinos intereses humanos, mientras que entre cumbia y cumbia, la calles se inundan de insaciables mensajes radiofónicos que prometen un mejor futuro para el país, en alusión a las muy cercanas elecciones en el contiguo estado de México.
Sin embargo, también la pobreza se cotiza en miles: entre los caseríos erigidos con láminas, cartones y demás material de desecho, alguna vivienda sobresale tan sólo porque el pie de casa es de concreto. En esta zona de abandono social y legal, ese palacio contiguo a la calle del Camino Real se remata en 50 mil pesos.
No hay comprador en esta reventa. Más allá de los formalismos legales de adquirir un predio en una zona irregular, no hay quien posea esa suma entre los obreros de salario mínimo, los ambulantes o los diableros de la Central de Abasto que pueblan este sitio, en el confín de Iztapalapa.
Ese es tan sólo un rostro de los asentamientos de la pobreza en la ciudad. Hay quienes poseen inmuebles históricos, antiguos palacios de condes o marqueses, hoy convertidas en reducto de la miseria, una opción para sobrevivir en el corazón en la ciudad.
En el estrecho espacio de tres cuartos enclavados en la colonia Guerrero se distribuyen tres familias y dos perros.
La zona es virtualmente el crisol de la pobreza. Mendigos con la esperanza de recibir una dádiva para subsistir; delicuentes entregados al atraco como elemental forma de redistribución del ingreso o ambulantes afanados en imponer la realidad a legalismos que se empeñan en su negación.
Hacia el norte de la ciudad de México, enclavado en la Sierra de Guadalupe, la parte alta de Cuautepec alberga otros centenares de miles de personas que sobreviven en la gran ciudad. Explotados políticamente por sus líderes priístas de la organización Antorcha Popular, el asentamiento es prácticamente un laberinto de láminas de asbesto.
Férreo control político de la pobreza, el asentamiento es casi un ghetto infranqueable para quien no reivindique a Antorcha Popular, para quien no aplique con sus métodos de convivencia, para quien abdique del priísmo como sinónimo de futuro en la ciduad.
Esas son las condiciones que imperan en este lugar cuyos habitantes guardan silencio sobre pasado y futuro, apegados a la férrea disciplina de la organización.
Algunos centenares de metros más arriba, un muro se erige para contener la pobreza y delimitar la reserva ambiental.
Los pedregales en la delegación Coyoacán, las barrancas de Alvaro Obregón complementan el cuadro de la pobreza en la ciudad. La proliferación de asentamientos que trascienden el riesgo físico en pos de un lugar para habitar.
Ni los riesgos de las minas o los taludes de las barrancas detienen la urbanización popular en Alvaro Obregón.
La pobreza no encuentra fronteras en la gran urbe
Para el investigador Rodolfo de la Torre, del Instituto Tecnológico
Autónomo de México, la relativa recuperación en los niveles de pobreza
en la ciudad se los llevó la crisis económica de 1995: en tan sólo un
año se han revertido los avances que se tuvieron en la casi totalidad
del sexenio pasado.
Aun cuando el impacto que la crisis económica ha tenido en los niveles de pobreza y pobreza extrema, todavía no han podido ser cuantificados en el Distrito Federal; ``la experiencia sobre el manejo de indicadores económicos nos indica que en este último rubro --extrema pobreza--la proporcion pudo haber crecido al menos en la mitad, al pasar del 14 por ciento al 20 por ciento del total de habitantes en la ciudad''.
De la Torre afirma que si bien durante la década de los noventa la infraestructura en la ciudad ha mejorado y se tiene un mayor acceso a los servicios públicos, también es cierto que los indicadores de recuperación económica y mejores niveles de bienestar se fueron con la crisis.
Ambigua en su definición genérica y con muy pocos indicadores que diferencien la pobreza rural de la urbana, De la Torre sostiene: en la ciudad no podemos evaluar los niveles de pobreza a través del acceso a los servicios porque estamos hablando de que más del 90 por ciento puede tener estos satisfactores, sino en términos de una relación ingreso-gasto.
En la ciudad, la pobreza extrema no está ligada directamente a obtener agua potable, energía eléctrica o tener drenaje. En la metrópoli ``estos parámetros están ligados a aspectos alimenticios, nutricionales''.
Economista especializado en la investigación de la pobreza, cuyos estudios han sido publicados por el Banco Mundial, Banco de México y otras revistas, De la Torre sostiene que estas definiciones deben ser complementados por otros parámetros que miden el acceso a satisfactores básicos.
De la Torre afirma: ``Las cifras de la pobreza son manipulables, pero no sólo por el gobierno, sino también por los partidos políticos, el sector público, grupos de interés o grupos de presión. Cada uno de ellos puede proponer su línea de pobreza y construir su porcentaje de pobres, tratando de hacer más dramática o aceptable su situación, pero el problema fundamental es que no hay un acuerdo de lo que significa ser pobre.
La línea de la extrema pobreza en la actualidad, establece el investigador, podemos ubicarla en los casos donde los ingresos familiares son inferiores a mil pesos para una ciudad como el Distrito Federal. ``Cuando se habla de estos parámetros, la realidad arroja que el 53 por ciento de la población está en una situación de pobreza. Medirlo a través del acceso a los servicios reportaría que en esta condición sólo estaría el 13 por ciento de la población del Distrito Federal'', advierte De la Torre.
El especialista sostiene que la pobreza es un problema estructural que no se corregirá automáticamente con el mejoramiento de la economía. ``Aun cuando los indicadores macroeconómicos reporten un crecimiento de la economía a tasas moderadas o muy altas, la pobreza permanecería, porque de lo que se trata es que no se han mejorado los niveles de escolaridad, de preparación para esos sectores de la población; entonces, aunque haya recuperación de empleo, estas personas no podrán acceder a ellos y la pobreza permanecerá.''
Con esto --añade el investigador-- en el fondo la corrección del problema estructural de pobreza debe incrementar el acceso a la educación a los sectores más desfavorecidos, pero al mismo tiempo deben tomarse medidas de carácter transitorio, es decir, aquellos sectores que se incorporaron a los rangos de pobreza por la crisis económica o por el desemplo, por lo que transitoriamente debe haber programas para ayudarlos en la coyuntura.
``Tenemos poco más de año y medio de una severa crisis económica, que ha generado una mayor pobreza extrema, de eso no hay duda, pero no todo el deterioro en bienestar significa pobreza extrema''.
Añade que incluso puede haber un importante sector que aún no haya entrado propiamente en los rangos establecidos para la pobreza, pero que es claro que durante este periodo de crisis económica sus niveles de bienestar han disminuido sensiblemente, tan sólo porque algunas estimaciones señalan que el promedio de deterioro de los salarios contractuales en este lapso oscila entre el 20 y el 30 por ciento.
En este contexto, concluye, el manejo de los subsidios en la ciudad deben mejorarse para tener un mayor impacto en los sectores realmente mas necesitados, porque ``es muy fácil que los subsidios se desvíen si no estan bien dirigidos a estos grupos de población, es decir, debe haber una focalización de los subsidios''.
Ello, conjuntamente con políticas educativas que permitan mejorar las posibilidades de acceder a empleos y otras oportunidades, son factores importantes en el combate real a la pobreza, tanto en el ámbito estructural, como es el educativo, y para enfrentar las coyunturas, como son los subdidios