Alberto Aziz Nassif
Córdoba: la defensa de la impunidad

A Proceso y sus tripulantes por sus 20 años de buen periodismo

Los aires del sexenio pasado no dejan de soplar sobre heridas abiertas que no logran sanar. Los personajes de esa etapa de México rondan y se agolpan en la memoria para incrustarse en el desprecio y la burla de nuestra ingeniosa cultura popular, única arma frente a la impunidad que nos rodea. En el mar revuelto del salinismo ha estado presente un personaje controvertido, el asesor con mayúsculas de Carlos Salinas: José Córdoba Montoya, ex jefe de la oficina de la Presidencia. La semana pasada tres diputados del PRD lo interrogaron --con motivo del caso Colosio-- en el recinto del Congreso de la Unión y el resultado es una pieza para el análisis.

El PRD y la parte cordobista del salinismo frente a frente. El operador más poderoso de un presidente que tuvo como obsesión orquestar una estrategia de asfixia en contra del partido del sol azteca. El hombre que permaneció a la sombra y que hoy, curiosamente, ha decidido salir a la luz pública como un simple ``ciudadano'' ya cuando los tiempos para responder como funcionario público están vencidos. En la otra parte, el partido que sufrió el embate del poder presidencial y que ahora, después de la batalla, promueve llamar a cuentas a los responsables del sexenio pasado.

En esta ocasión el tiempo parece colocar en su lugar a cada parte: el PRD sobrevivió al embate y tiene posibilidades de crecer y consolidarse como una fuerza política nacional; en cambio, el salinismo y sus operadores se encuentran en completo desprestigio, no de su proyecto económico que todavía permanece vigente, sino de su influencia política y moral, la cual difícilmente se podrán recuperar. En esta cuenta la ventaja estratégica es para el PRD y no para José Córdoba; sin embargo, el resultado de la comparecencia deja un mal sabor de boca.

Mientras que el perredismo se vio poco preparado y sin armas suficientes para poder colocar a Córdoba en una situación difícil, o para obtener alguna información útil para el caso Colosio --motivo formal del encuentro--, la contraparte mostró sus habilidades retóricas y argumentativas, que lo colocaron en una mejor posición estratégica. Los diputados perredistas no estaban bien preparados para el encuentro, su información era pobre, en cambio su interlocutor tenía mejores armas. Fue realmente una lástima, un desperdicio, haber dejado que Córdoba se fuera tan campante y sin aportar nada a cambio. Si el PRD tiene la intención de traer a comparecer a Carlos Salinas, sería preferible que no se repitiera un encuentro de este tipo, que terminaría en una ratificación de la historia oficial que escuchamos durante seis años.

Los temas que se trataron en el encuentro del pasado 30 de octubre, son algunos de los problemas que tienen al país sumido en una crisis de la que no puede salir: el asesinato de Colosio, la guerra en Chiapas, la relación entre el salinismo y el zedillismo, el clima político de 1994, la relación entre cuatro protagonistas de esa historia: Colosio, Salinas, Camacho y Zedillo.

Las declaraciones de Córdoba a los diputados perredistas no aportaron nada nuevo, y sí en cambio, expresan las armas y los soportes de la impunidad, problema que a final de cuentas tiene al país hundido en una crisis de moral pública. Si una de las intenciones de la comparecencia era ejercer la facultad de llamar a cuentas a un ex funcionario, como se acostumbra cotidianamente en los países democráticos, el resultado fue negativo, porque mostró que con sólo esperarse un par de años los funcionarios se libran de cualquier responsabilidad y además, que con un poco de astucia, y en este caso sobró, se puede salir adelante e incluso ganar terreno. Resulta claro que la carga de la prueba está a cargo del acusador y no del acusado, y jurídicamente en materia penal lo que no se puede probar no existe; así, vimos lo que pasa cuando tres diputados con fuentes endebles de información y poca habilidad, se enfrentan a un ex funcionario que tuvo toda la información del país en sus manos.

En esa comparecencia salieron a relucir algunas de las piezas que necesitan cambiar en este sistema político: la debilidad del Poder Legislativo que no tiene la información suficiente y los recursos necesarios para ser un contrapeso real al Poder Ejecutivo. Pero no sólo se trata de reformas estructurales que requieren un cambio de correlación de fuerzas y de composición en el Congreso de la Unión, sino también de un profesionalismo en la petición de cuentas; existen mejores armas para enfrentar a los responsables del sexenio pasado y llamarlos a cuentas que las que se vieron en San Lázaro. Mientras no logremos, como país, generar mejores instrumentos y mecanismos para vigilar y llamar a cuentas a los gobernantes, podemos estar seguros que la impunidad seguirá tan campante.