Jorge Carpizo
Los jardines de Villandry

Entre los castillos que existen en la región del río Loire, el de Villandry se distingue por su jardín que probablemente es el más bello de esa comarca, y uno de los mejores de toda Francia.

Es un jardín renacentista con alguna influencia italiana pero con todos los elementos que distinguen y caracterizan a los jardines franceses. Se puede afirmar que realmente es un jardín rococó por lo extraordinariamente elaborado, porque la decoración es abundante y recargada, porque los colores compiten con las formas y con los volúmenes por sobresalir y llamar la atención, pero el conjunto posee una gran armonía constituyendo un cuadro paisajista en el cual algunos colores son de aceite y otros de pastel.

Los jardines de Villandry son cinco: el del amor, el de la música, el del agua, el de simples y el de la huerta, los cuales se encuentran en tres niveles.

El jardín del amor recrea las cruces de malta, vasca y del Languedoc, así como las cuatro secciones del amor: veleidoso, tierno, apasionado y trágico. El jardín de la música traza diversos instrumentos muy estilizados de este arte.

El jardín del agua se caracteriza por un gran estanque de 3 mil metros cuadrados que se convierte en un canal que separa al jardín del amor del de la huerta y alimenta los fosos del castillo.

El jardín de simples se compone de plantas y flores que se utilizan en las medicinas, en los perfumes, en los artículos de belleza y en la gastronomía. Este jardín agrada especialmente al sentido del olfato con toda la gama de sus sutiles aromas.

Pero la sección más característica del jardín, que lo distingue y singulariza, es la parte que corresponde a la huerta y que constituye un conjunto entrelazado de flores, árboles frutales y verduras en nueve espaciosas fracciones cuadradas. Rosas, lavandas, romeros, mirtos, claveles de la India, petunias y cebollines que se combinan geométricamente y en grecas con árboles de peras, de manzanas y de tejos que se mezclan con coles, zanahorias, berenjenas, acelgas, calabazas, cardos y puerros. Muchas de las figuras están circunscritas por bardas de bojes, de 70 centímetros de altura.

Los jardines se completan con caminos de tilos --mil 150 de ellos-- pérgolas continuas de viñas y el laberinto de arbustos.

El agua, que siempre es uno de los fundamentos de cualquier jardín, no compite con los elementos vegetales, las fuentes no son muchas; las que hay, existen con modestia: chorros individuales de poca altura, pero que refrescan el ambiente. La belleza de estos jardines no se apoya primordialmente en el agua sino en el diseño geométrico y en la combinación de flores, árboles frutales y verduras. Resulta por demás interesante e intrigante cómo los colores y las formas de los árboles frutales y de las legumbres se entrelazan con aquellos de las flores. Es el mundo vegetal en todo su esplendor. Villandry es un jardín ideal. Es un jardín para la alegría, el bienestar y la felicidad. Es como los hombres nos hemos imaginado que tal vez podría ser el paraíso prometido por las religiones.

Desde la terraza de la torre del castillo se contempla la mejor vista de todos los jardines porque a pesar de su diversidad son uno y desde ahí se comprende y se aprecia su unidad compuesta por un inmenso rompecabezas de colores, formas, volúmenes y vida. Los jardines de Villandry constituyen una sinfonía vegetal.