Michael Ratner*
Demócratas y republicanos, contra los derechos en Estados Unidos
La relección del presidente Bill Clinton continuará con el ataque y con la reducción de los derechos civiles, humanos, sociales y económicos que han caracterizado su primer periodo. Bob Dole podría haber sido marginalmente peor, pero la diferencia, si existiera alguna, hubiera sido muy pequeña. Un comentarista caracterizó el último periodo de Clinton como ``la administración demócrata más republicana de este siglo''.
Hasta existe un argumento respetable de que los liberales hubieran quedado mejor si Clinton hubiera perdido --por lo menos hubiera ofrecido la posibilidad de tener a los demócratas en oposición fortaleciéndose para defender los derechos civiles y la herencia del New Deal de Franklin Delano Roosevelt--. De hecho parece que Clinton en la presidencia ha llevado a cabo y podrá continuar haciendo lo que ningún republicano pudo: desmantelar y limitar severamente la red de apoyo social del welfare, la seguridad social y el Medicare (el programa de salud para los ancianos).
Para los que les importa vivir en una sociedad que protege los derechos individuales y cuida a los necesitados, el primer periodo del presidente Clinton fue un desastre. Clinton apoyó activamente la pena de muerte, la construcción de más cárceles, el incremento de la intervención telefónica por las autoridades, y restricciones draconianas sobre el habeas corpus (el derecho de las cortes de liberar a prisioneros ilegalmente detenidos). Acompañó los sentimientos más xenófobos y alentó la aprobación de un proyecto de ley repugnante que restringe la inmigración y negó a muchos inmigrantes, que han residido en este país durante años, el acceso a una revisión jurídica de sus deportaciones. Aprobó de una ley que deporta a extranjeros indocumentados sospechosos de terrorismo sin permitirles ver la evidencia en su contra.
Clinton fue decepcionante en torno a los derechos de los gay y lesbianas. Retrocedió de su compromiso de permitir a gay y lesbianas en las fuerzas armadas, promulgó la ley prohibiendo los matrimonios gays y fracasó en promover una legislación antidiscriminatoria.
Clinton permitió que la policía nacional, el FBI, y la policía internacional, la CIA, pisotearan derechos humanos, involucrarse en asesinatos y encubrir hechos ilícitos del pasado.
El FBI acusó falsamente a Richard A. Jewell de plantar la bomba en las Olimpíadas, quemó documentos que implicaban a esa agencia en los asesinatos de Ruby Ridge (un enfrentamiento con activistas de ultraderecha) y trasladó archivos biográficos de políticos opositores a la Casa Blanca. La CIA fue implicada en el encubrimiento de asesinatos en Haití y Guatemala y de permitir que cargamentos de cocaína fueran importados a Estados Unidos en beneficio de la contra nicaragüense.
Hacia el fin de su primer periodo Clinton promulgó la legislación para ``reformar'' el sistema de bienestar social que reduce en gran medida los apoyos económicos públicos a los pobres y los inmigrantes legales. Con esta acción, puso fin a más de 60 años de asistencia financiera federal garantizada para los niños pobres; un millón de niños más serán arrojados a la pobreza.
En su próximo periodo, podemos esperar más de lo mismo. Para los que argumentan que Clinton será más liberal en sus próximos cuatro años, simplemente no será el caso. Clinton no es liberal. Ganó la relección porque giró hacia la derecha y dejó a Dole con pocas maneras para diferenciarse. No hay ninguna razón para que cambie de rumbo, particularmente si quiere que su vicepresidente Al Gore gane la elección en el año 2000.
Clinton promoverá una legislación criminal punitiva que incluirá más condenas de cárcel mandatorias, menos revisión judicial de casos, exámenes de droga para los que soliciten licencias de manejo, toques de queda para adolescentes y más cárceles.
Aunque Clinton, en contraste con Dole, favorece el acceso continuo de los niños de indocumentados a la educación pública (es probablemente inconstitucional no hacerlo de todas maneras), él, como Dole, desea limitar la inmigración legal. Clinton también se opone a definir el inglés como idioma oficial, propuesta apoyada por Dole, pero en todo caso había poca posibilidad de que ésta fuera aprobada.
Clinton favorece los derechos al aborto, en contraste con Dole. Este es el único tema sobre el cual, al parecer, Clinton tienen una posición clara, aunque es poco probable que los abortos sean prohibidos de nuevo en este país sin importar quien está en la presidencia. Clinton también es mejor que lo hubiera sido su contrincante en torno a la ``acción afirmativa'', que permite preferencias en empleos y educación para los discriminados por su raza o género. Dole la rechazaba, Clinton sólo dice ``enmiéndenla, no la terminen''. En otras palabras, la estará reduciendo. Clinton no será tan diferente a lo que hubiera sido Dole en torno a los nombramientos a la Suprema Corte. Los nombramientos de Clinton durante su primer periodo fueron de centristas, no de activistas liberales, manteniendo así el tono conservador de Reagan-Bush en la Suprema Corte. Se pueden esperar más de estos nombramientos centristas durante su próximo periodo. La Suprema Corte bajo Clinton o Dole ya no es una institución sobre la cual se pueda contar para asistir los cambios sociales tan necesarios en Estados Unidos.
Lo peor puede aún estar por venir. En septiembre Clinton anunció que desea que su ``legado'' sea la reforma del Seguro Social y el Medicare. Por reforma del Seguro Social él quiere decir reducirlo, privatizarlo, y forzar a que los trabajadores inviertan en fondos mutuos. En torno del Medicare, que otorga asistencia para salud para los ancianos, este sector puede esperar contar con menos y menos cada vez.
Es un panorama malo. El pueblo de Estados Unidos no puede depender o confiar de los demócratas o de los republicanos para remediar los males que sufre la sociedad estadunidense. Como lo dijo el historiador Howard Zinn en un artículo publicado recientemente en Rolling Stone, ``finalmente, si el cambio ha de llegar a America, no vendrá por la urna. El cambio vendrá por movimientos tumultuosos alrededor del país, movimientos que son tan fuertes que cualquier partido que tenga el poder tendrá que responder. Ambos partidos principales condujeron la guerra de Vietnam, y los republicanos terminaron la guerra por las presiones a su partido. El destino del país no será determinado por quien gane la elección''.
*Ratner es uno de los abogados constitucionalista más destacados en Estados Unidos; ha encabezado casos legales contra el gobierno estadunidense por parte del gobierno sandinista de Nicaragua y del gobierno de Jean Bertrand Aristide en Haití. Es abogado del Centro de Derechos Constitucionales, Nueva York. Especial para La Jornada.