La Jornada 6 de noviembre de 1996

Noam Chomsky
Perspectivas sobre la elección

La campaña electoral recién concluida fue de ``aburrimiento histórico'', coinciden analistas. Rompió récords en gastos y publicidad, pero generó poco interés. La cuestión central para los votantes fue quién era el candidato menos antipático.

El patrón fue establecido al iniciarse las elecciones primarias en enero, con gastos y publicidad sin precedente, pero pocos votantes. También ausentes estaban los temas que habían dominado las primeras planas. El caso más drástico fue el presupuesto, asunto que paralizó al gobierno a fines de 1995 mientras se debatía si se balanceaba en siete años o más, pero desapareció de pronto cuando los políticos tenían que dar la cara al electorado.

También desapareció el resto de la agenda de los ``conservadores'' quienes habían logrado una ``victoria arrolladora'' en 1994 (con el 20 por ciento del electorado). Los asociados más cercanos de Newt Gingrich buscaron cómo negar cualquier vínculo con su líder, quien se convirtió en uno de los dirigentes menos populares en la política estadunidense cuando el público se enteró del Contrato con America que habían firmado --sin su conocimiento.

Frecuentemente existe una brecha entre las preferencias del público y la política pública. En años recientes ésta se ha hecho en un abismo, al seguir la política, aún más cerca que en el pasado, la agenda empresarial. En el momento de la ``victoria arrolladora'' de 1994 (en la elección legislativa), 60 por ciento del público deseaba que el gasto público se incrementara. Mayorías abrumadoras creen que el gobierno está ``manejado para el beneficio de los pocos y los intereses especiales, y no para el pueblo''; que el sistema económico es ``inherentemente injusto''; que ``el sector privado ha obtenido demasiado poder''; que ``el gobierno federal debe proteger a los más vulnerables en la sociedad, especialmente a los pobres y a los ancianos, al garantizar niveles mínimos de vida y otorgar beneficios sociales'', incluyendo apoyo para los deshabilitados, seguro de desempleo y cuidado médico y de niños. Por un margen de 20 a 1, el público cree que las empresas deberían ``sacrificar algunas utilidades'' para el beneficio de ``trabajadores y comunidades''.

Esta resistencia de actitudes generalmente socialdemócratas es particularmente notable a la luz del enorme asalto propagandístico para convencer a la gente de que tiene creencias marcadamente diferentes. Los cambios en la economía global durante los últimos 25 años han puesto armas poderosas en manos de nuestros amos, quienes naturalmente las están usando para desmantelar el odiado contrato social y la democracia funcionante. Los salarios reales y la seguridad económica continúan estancándose y desplomándose para la mayoría, mientras que las ganancias se disparan junto con la compensación para los altos ejecutivos.

La desigualdad ha llegado a niveles récord. La imagen propagandística es que tenemos que reducir costos y reducir la intromisión del gobierno en nuestras vidas. La realidad es que los costos se trasladan de los ricos a los pobres, y tiranías privadas que no rinden cuentas a nadie se ``entrometen'' aún más masivamente que antes.

Pero el público no debe de ver sus acciones como una ``intromisión''. General Electric, Citibank y Merrill Lynch son gente común y corriente, igual que nosotros. Nuestro enemigo común es el gobierno --porque tiene un defecto inmenso: en principio, puede caer bajo la influencia pública.

En la realidad, los sectores del gobierno que sirven a la riqueza y al privilegio son inmunes al ataque. Para mencionar sólo un ejemplo, los ``conservadores'', quienes ``odian al gobierno'', encabezan la demanda de que se incremente el sistema del Pentágono, que ha sido el mecanismo principal mediante el cual el público financia la industria avanzada.

El público se opone, pero eso no es relevante. Gingrich es un ejemplo típico de ``la doctrina de mercado libre real'', propagando las lecciones serias de la disciplina de mercado a niños hambrientos mientras captura el campeonato de traer subsidios federales a su rica base electoral.

Los reaganianos fueron maestros del mismo arte, el cual tiene una historia venerable, y es la premisa de casi todo sector dinámico de la economía.

Las ``reformas'' actuales tienen la intención de llevar más allá a este proyecto. Cada punto en la agenda --salud, bienestar social, impuestos, desregulación, devolución (del poder federal a los estados), etcétera-- es justificado en términos de la necesidad de reducir costos. Una observación más de cerca demuestra que trasladan costos, de los ricos al público general, y seguramente no en respuesta a la voluntad pública. El público, entonces, tiene que estar desmoralizado y confuso.

En un texto clásico, el profesor de Ciencia de Gobierno en Harvard explico que ``los arquitectos del poder deben crear una fuerza que pueda ser sentida, pero no vista. El poder se mantiene fuerte cuando permanece en lo oscuro; expuesto a la luz del sol se empieza a evaporar''. El público no debe ver dónde reside el poder, cómo le da forma a las políticas y con qué fines. En vez de esto, la gente debe odiar y temer uno al otro. Nuestros enemigos son las madres en welfare conduciendo Cadillacs, sindicatos corruptos negándole libertad a sus trabajadores, inmigrantes robando nuestros empleos, terroristas a nuestros pescuezos y las restantes imágenes familiares. Las partes más democráticas de nuestro gobierno también son ``nuestro enemigo'', mientras que las que socializan los costos y los riesgos al subsidiar a los ricos permanecen ``en lo oscuro''.

Nada de esto es sorprendente en una sociedad manejada por el empresariado, en donde tal vez se gasta anualmente un billón de dólares en mercadotecnia --o sea, en la manipulación y el engaño-- y la enorme industria de Relaciones Públicas se dedica a llevar a cabo ``la perdurable batalla por las mentes de los hombres'' y el ``adoctrinamiento de los ciudadanos con la historia capitalista'', como declaran sus líderes (uno y otro).

Las tendencias son claras y comprensibles, en Estados Unidos y en gran parte del mundo. Persistirán tanto tiempo que ``el poder permanece fuerte en lo oscuro''. Pero esto no es una ley de la naturaleza. Las luchas populares han ganado muchas victorias y pueden comenzar hoy desde un plano más alto que en el pasado. No hay ``leyes'' misteriosas o ``fuerzas de mercado incontrolables'' que debamos obedecer silenciosamente; sólo decisiones al interior de instituciones humanas que están sujetas a la voluntad y a la opción, como siempre lo han estado.

*Especial para La Jornada