Víctor Flores Olea
La verdad de la pasión

Julio Scherer es una muestra viva de que no hay verdad sin pasión. Y nos demuestra además que la pasión y la verdad sólo existen en la ética y por la ética. ¿De qué principios morales hablo? De los principios que, en el periodismo, se asumen como responsabilidad y compromiso, como búsqueda de la verdad, de lo que hay detrás de las apariencias, de lo que las apariencias son capaces de revelar como verdad. O mejor: de los hechos que denuncian un estado de cosas que normalmente procura ocultarse, enmascararse detrás de las apariencias.

¿Cuáles son las objeciones que a veces se escuchan sobre la tarea del periodismo de Julio Scherer? El extremo de sus opiniones, la reiteración machacona de la inmoralidad pública, la implacable denuncia de la corrupción, el señalamiento de las lacras que pulverizan el ejercicio del poder público. Sí, por supuesto, cada semana, desde hace 20 años en la Dirección de Proceso, años atrás en la etapa más luminosa de Excélsior, antes todavía como reportero y articulista estrella del periodismo mexicano, donde quiera que fuera. Sí, Scherer el implacable, Scherer el revelador, el denunciante, el informador; Scherer, el que no se ha dejado engatusar por los guiños de la fortuna o del poder. Scherer de una pieza que implacablemente anda tras la verdad.

¿Extremos exagerados? Pero después resulta que el propio Scherer se ha quedado corto, con su pasión a flor de piel y en la punta de la pluma. Después vemos que la verdad --la realidad de nuestra vida pública y social-- deja pequeñas nuestras sospechas, nuestras extremas fantasías. Después resulta que la verdad, la realidad, es más extrema en su descomposición que las denuncias de Scherer, que las revelaciones de Scherer, que las críticas de Scherer. Realidad, hechos comprobados, que son más escandalosos que los extremos de Julio Scherer, que sus pasiones y su pasión por la verdad.

Toda organización social encubre, disimula, enmascara: por ello es fundamental la crítica social, la crítica política, la denuncia de las complicidades y las impunidades. Por eso la crítica es una necesidad social y un principio de salud, el imprescindible oxígeno para vivir y ver. Más cuando la vida política se coagula en una compacta jerarquía de poderes, de verdades establecidas, que se ve a sí misma como infalible y sin rendijas para otras verdades. Cuando el conjunto de la vida social se concentra en el ombligo del poder, en un centro que todo lo resume y define, entonces aparece la voz de Scherer y dice que no, que las cosas no son así, que detrás de su apariencia color de rosa algo huele mal, que por dentro hay engaño, putrefacción y dislocamiento en el ejercicio del poder, en el ejercicio de los poderes públicos, económicos y políticos.

Scherer es también entonces un aguafiestas. Un excéntrico. Un renegado, un ingrato, un desertor. Un aguafiestas que dice no a las verdades establecidas, un excéntrico porque no acepta el conformismo decretado, un renegado porque escapa de las complicidades que exige el sistema, un ingrato y un desertor porque se propuso en su vida rechazar y desairar los reclamos del poder, de los poderes.

Pocas personalidades han contribuido en México, como Scherer, a la desmistificación de la vida pública. Y a mostrar los caminos de un periodismo independiente. Hoy, en que los espacios de la prensa son más amplios que nunca, la tarea semanal de Scherer en Proceso se ve dentro de una normalidad ya conquistada. Pero no era así: sus batallas, antes y ahora, fueron y siguen siendo para abrir y ensanchar los espacios de la información y la crítica periodística.

Es también entonces un precursor, un pionero de estas nuevas libertades. Además, la tarea de Scherer resulta anunciadora de los espacios democráticos de México, si la democracia es también la discusión de las alternativas para un país, la crítica de las costumbres y de las trilladas tendencias consagradas. La denuncia de las mentiras y el testimonio de otras posibilidades, de otras verdades en beneficio de la colectividad. Esa es también la democracia.

Julio Scherer se retira del periodismo más activo: no se retira de la memoria de este país con frecuencia desmemoriado. Deja un ejemplo excepcional de búsqueda de la verdad. Seguiremos recibiendo los beneficios de su experiencia única. Estoy seguro de que así será: su juventud, la juventud interna de Scherer, que es lo importante, seguirá con nosotros, para seguir revelándonos caminos.