Emilio Pradilla Cobos
Procesos electorales en la ciudad de México

En unos días se celebrarán elecciones municipales en el estado de México; para muchos, son locales, poco importantes y ajenas a los procesos políticos en el Distrito Federal con miras a 1997. Para los que pensamos que la ciudad real es la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), de la cual el DF es sólo la mitad, esta apreciación es equivocada. Por muchas razones, uno y otro proceso electoral están ligados.

Los municipios del estado de México conurbados con el DF asientan al 50 por ciento de la población de la ZMCM y más de la mitad de su actividad económica. Por múltiples causas estructurales y políticas, el DF tiene un dinamismo mucho menor en ambos campos, lo que llevará en poco tiempo a que sean más importantes los municipios conurbados, a pesar de su fragmentación político-administrativa frente a la unidad y centralización del DF, mantenida a toda costa y desoyendo las demandas ciudadanas de su municipalización.

Los resultados en los municipios conurbados serán un indicador muy importante de las tendencias previsibles en el DF para 1997, pues unos y otro, separados por una línea imaginaria y una estructura político- administrativa diferente, comparten el ámbito territorial y problemas económicos, sociales, urbanos y ambientales cuya solución se dificulta aún más por la falta de unidad y coordinación en las soluciones. El partido ganador en los municipios conurbados tendrá a su favor el efecto de demostración y la ayuda, encubierta o transparente, que pueda prestar a sus vecinos cercanos del DF.

Hasta ahora el PRI-gobierno ha mantenido la fragmentación política y administrativa de las dos partes, a pesar de que los problemas son comunes. Una parte muy grande de los habitantes de los municipios conurbados circula, trabaja y consume infraestructura y servicios públicos y contamina en el DF y viceversa; comparten la mayor parte de los procesos, infraestructuras y servicios públicos, aunque su administración y legislación sean diferentes, lo que es causa de contradicciones, ineficiencias y desperdicio de recursos.

Los programas de desarrollo urbano se elaboran y aplican en diferentes instancias y con criterios y orientaciones diversas, sobre todo en la parte del estado de México, donde se suman sin integrarse municipios autónomos, haciendo imposible la formación de un proyecto integrador de desarrollo económico, social y urbano, la regulación homologada de los procesos urbanos y la operación coordinada de sus infraestructuras y servicios públicos. Así, prima la competencia por los recursos y no la coherencia entre dos mitades de un mismo organismo social. Muchos problemas graves de la ciudad, como el transporte, la corrupción, la violencia individual u organizada, la contaminación ambiental, la escasez de recursos hidráulicos, el desempleo, la caída de los ingresos, la ``informalidad'', no respetan límites imaginarios político-administrativos.

Los presidentes municipales que se elijan en los municipios conurbados y el gobernador del DF electo en 1997, tendrán que formularse seriamente este problema, analizarlo a fondo y ponerse de acuerdo para impulsar procesos de participación ciudadana, una acción legislativa y actividades conjuntas de planeación y gestión, para lograr la formación de una instancia de gobierno y administración metropolitana, que pueda enfrentar democrática y coordinadamente los enormes problemas y retos de la gran megalópolis. Si no es así, tememos que siga profundizándose su crisis económica, política, social, ambiental y urbana, presente en todos sus rincones, sin distingo de ubicación político-administrativa.

La constitución de la unidad de la ciudad, con respeto democrático de todas las diferencias, es condición de subsistencia de la gran ciudad y requiere echar las bases para su construcción; para ello es necesario un proyecto alternativo de desarrollo para toda la ciudad, que la haga integrada, incluyente, democrática, equitativa, limpia, humana, para todos. Las elecciones en los municipios conurbados son un buen momento para iniciar el cambio político, que sustente el económico-social que requiere la gran ciudad.