Quizá sea bueno recordar a ciertos hombres que en el pasado fueron grandes poetas, pero también funcionarios ejemplares, puede servir como una ayuda-memoria para los cada vez más frecuentes periodos amnésicos de nuestra historia. Uno de esos hombres es sin lugar a dudas José Gorostiza, autor de Muerte sin fin, ``diamante en la corona de la poesía mexicana'', según Alfonso Reyes.
Desde muy joven --como muchos de los poetas del grupo sin grupo, Contemporáneos--, tuvo que compartir el ejercicio de la escritura con el desempeño de la burocracia. En 1927 pasa el examen para escribiente de primera en la Secretaría de Relaciones Exteriores y obtiene su primer puesto en la legación mexicana de Londres, donde la vida se le hace insoportable; después de una gran depresión regresa a México, para integrarse a la docencia como profesor titular de Literatura mexicana, en la Universidad Nacional; más tarde, en 1932, es nombrado jefe del departamento de Bellas Artes de la SEP, puesto al que renuncia debido al escándalo producido en torno de la revista Examen de Jorge Cuesta y a la censura oficial contra la novela Cariátide de Salazar Mallén, publicada por entregas en esa revista: censura ``moralista contra el lenguaje `pornográfico', sexista por la homosexualidad de varios Contemporáneos, machista al discutir por enésima vez la `virilidad' de la literatura mexicana, la polémica se torna abiertamente reaccionaria. El ala derecha de la política mexicana se aprovecha de la situación para `limpiar' los puestos públicos de los últimos Contemporáneos'', asevera Silvia Pappe en su muy ilustrado e inteligente ensayo sobre el poeta, intitulado ``Al mar de uno mismo, gotas de poesía'', publicado en Poesía y poética de José Gorostiza, Colección Archivos (Edelmira Ramírez, coordinadora) México, 1989, y de quien he tomado muchos de los datos que aquí consigno.
Varios años más tarde, Gorostiza regresa a la diplomacia donde ocupa muy diversos puestos, desde secretario particular, funcionario en distintas embajadas, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario, director de Asuntos Políticos del servicio diplomático, subsecretario y por fin, en 1964, ministro por un breve periodo, entre otros cargos. Es también asesor de la delegación de México en la conferencia de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura y, dato importante, en 1938 se encarga de redactar la nota diplomática enviada a Estados Unidos, en donde se notifica la decisión del general Cárdenas de expropiar la industria petrolera, es entonces secretario particular del ministro Eduardo Hay, y muchos de los documentos escritos sobre los problemas legales, suscitados por ese decreto, seguramente los escribió con impecable estilo el autor de Muerte sin fin.
Su actuación parece hoy milagrosa sobre todo si la comparamos con los tiempos actuales y la venta de la petroquímica: Gorostiza se estará quizá revolviendo hoy en su tumba. El último cargo es el de presidente de la Comisión de Enerhía Nuclear, en 1965, ¡singular cargo para un poeta! Silvia Pappe avisa acerca de la necesidad de elaborar un estudio sobre su escritura de contenido político e histórico, ``desde aquel artículo en la revista El Maestro sobre la alfabetización, pasando por la tesis de México entre Chapultepec y Bogota, todos los informes hechos con ocasión de la expropiación petrolera, aquella nota de protesta (contra el gobierno de Guatemala por violar las leyes marítimas entre los dos países) intervenciones ante organismos internacionales e informes presidenciales, de los cuales llegó, a decir de su esposa, a redactar varios''.
Además, hecho significativo, a Gorostiza le corresponde tomar la decisión de oponerse, en 1961, a la maniobra de la OEA para expulsar a Cuba de esa organización, porque esa decisión no procedía conforme a derecho. Además de aislar a México, ese acto diplomático sin precedentes pone su vida en peligro; ante las amenazas, la Secretaría de Relaciones Exteriores trata de protegerlo con el simple expediente de proporcionarle al chofer del diplomático una pistola. ¡Qué diferencia! ¿Sería posible que ahora sucediese una cosa parecida? ¿Cuántos guaruras hubiese sido necesario contratar para proteger a un ministro en el caso que hoy se atreviera a tomar una decisión así?
Poco antes de morir, Gorostiza declaró: ``Me hubiera gustado más trabajar en la poesía y menos en el gobierno,... aunque sí me satisface haber servido a México en todo lo que pude''.