James Petras*
Bill Clinton gana la elección, los republicanos la
presidencia
La victoria de Bill Clinton resultará en la continuación de la agenda republicana, porque el presidente la ha adoptado. Washington está profundamente satisfecho con el estado de las cosas en América Latina, a pesar de desacuerdos secundarios con el presidente (Ernesto) Samper por sus vínculos con el narcotráfico, y la corrupción endémica que aflige a la mayoría de los estados clientelistas de Estados Unidos en la región.
Principalmente, la política de Clinton está dirigida a apoyar el estatus quo neoliberal en América Latina y, si es posible, profundizarlo (presionando por más privatizaciones, menos regulación pública de multinacionales, etcétera). Clinton probablemente continuará su política hostil hacia Cuba mientras intenta evitar enfrentamientos directos en torno a la ley Helms-Burton con el resto del mundo, particularmente con Europa, México y Canadá.
El recorte del presupuesto social interno encontrará su reflexión en la esfera de la política hacia América Latina: Washington no hará ningún esfuerzo para financiar cualquier programa social significativo para mejorar las catastróficas condiciones de los trabajadores y campesinos, víctimas de las políticas neoliberales. Sin embargo, la promoción unilateral de las políticas de mercado libre provocarán inevitablemente una oposición creciente.
Los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea han acordado responder contra la aplicación de la ley Helms-Burton.
La promoción por Washington de utilidades a nivel récord, la transferencia masiva de pagos de interés y renta, ha creado el estrado para enfrentamientos sociales significativos, particularmente en Colombia, Brasil, México, Bolivia y Argentina.
Las FARC en Colombia operan a sólo 40 millas de Santafé de Bogotá y tienen influencia en 500 municipalidades, la mayoría rurales... En Brasil el Partido del Trabajo fue un gran ganador en las elecciones municipales y el Movimiento de los Sin Tierra ha surgido como un retador político nacional al régimen de (Fernando Henrique) Cardoso.
En México, es sólo cuestión de tiempo antes de que el gran número de movimientos sociales dispersos, guerrilleros y asociaciones cívicas se unan para retar al Estado unipartidista. En Argentina, el movimiento laboral ha organizado tres huelgas generales y amenaza con más.
Lo importante es que Washington está ciego a esta corriente de rebelión que está surgiendo en varios países clave. La administración Clinton cree que a través del FMI, el Banco Mundial, el Pentágono y la CIA están en control y que no hay nada de que preocuparse.
Clinton promoverá más superavits comerciales, más grandes y más fuerzas militares especiales contrainsurgentes mejor entrenadas para controlar la protesta popular. Washington demuestra poca preocupación con la decadencia de sus presidentes (Carlos Menem, con 18 por ciento del nivel de apoyo público; Cardoso, con 25 por ciento; Sánchez de Lozada, 20 por ciento, etcétera). Para Clinton esto sólo implica la búsqueda de una nueva cara para continuar las mismas políticas.
La creencia de Washington de que la firma de nuevos acuerdos de paz en Centroamérica y que la transformación de (Daniel) Ortega en un renacido neoliberal, señala que la era de la lucha armada ha concluido, está profundamente equivocado, como lo demuestran hechos recientes en Colombia, Perú y México.
La virtual desaparición del ala izquierda del Partido Demócrata implica que Clinton tiene mano libre para enviar asistencia militar e incluso tropas estadunidenses cuando los regímenes neoliberales eventualmente se derrumben. Clinton no tiene ningún sentido de la historia, de cómo la bonanza imperial del siglo XIX llevó a la Revolución Mexicana; de cómo el boom de los neoliberales de los 50 (Somoza, Odria, Pérez Jiménez, Trujillo, Batista) llevó a la revolución cubana y a los movimientos masivos de los 60 y principios de los 70.
Washington olvida el hecho de que América Latina se está moviendo hacia una fase posneoliberal, en donde las huelgas generales en las calles, rebeliones campesinas en el campo y el surgimiento de políticos nacionalistas están convergiendo para bloquear más privatizaciones. El posneoliberalismo no se está batallando en la arena electoral, la que Washington y los intereses financieros controlan, y por eso la luz roja no flamea en el Departamento de Estado.
Sin embargo, las señales están en todas partes. Los intelectuales que originalmente aceptaron la agenda neoliberal, están repensando su posición. Los estudiantes están retando a los regímenes neoliberales con sus manifestaciones en Caracas, Montevideo, Santiago, sindicatos antes adormilados en Bolivia, Argentina y Chile se están radicalizando. Podemos esperar que estos nuevos movimientos, al crecer más y retar a los regímenes en su lugar, provocarán un debate serio, pero no en Washington.
La política de Washington de extraer el máximo superávit de América Latina para compensar sus propios déficits externos con Europa y Asia, probablemente continuarán forzando una polarización sociopolítica más profunda.
La celebración de Washington del estatus quo, lo ciega a la próxima generación de líderes sociopolíticos que están surgiendo en América Latina. Con sus ojos puestos en las bolsas de valores de los llamados ``mercados emergentes'' de América Latina, Clinton no cuenta con una política alternativa más que revertir a la fuerza cuando sus clientes neoliberales se derrumben.
Indicativo de la visión mundial de Clinton de ``mercados libres con ametralladoras'' es el hecho que el presupuesto del Pentágono todavía está en la órbita de 260 mil millones de dólares, y que el presupuesto de la policía secreta internacional (CIA, DEA, DIA, etcétera) se ha incrementado en 3 por ciento, a 30 mil millones de dólares, y las nuevas operaciones encubiertas se han incrementado este último año.
El resultado de la política de mercados y armas de Washington, es que los interlocutores políticos de centroizquierda e intelectuales pragmáticos como Jorge Castañeda se han quedado colgando. Las políticas unilaterales de un solo sentido de Washington están radicalizando a América Latina y provocando conflictos con Europa.
Resulta desafortunado que la llamada prensa respetable, como los diarios The New York Times y The Washington Post, se hayan integrado a la celebración, porque cuando ocurran las rupturas, la sorpresa de las clases educadas de Estados Unidos será aún mayor.
*James Petras es profesor de sociología en la Universidad Estatal de Nueva York, y autor de varios libros. Especial para La Jornada.