Letra S, 7 de noviembre de 1996


Con amplia experiencia en educación sexual, los investigadores José Aguilar Gil y Luis Botello Lonngi analizan, en un estudio, las creencias, fantasías y valores de los jóvenes sobre el ideal de virilidad y hombría, y que funcionan como obstáculos para la aceptación del mensaje preventivo. He aquí una reseña de su trabajo.

Identidad masculina y uso del condón

Alejandro Brito



Dicen que ``cuando la gana da, la gana gana''. Y cuando eso sucede uno ``se deja llevar'', sin pensar en consecuencias posibles, como la transmisión de algún germen patógeno o un embarazo no deseado. ``Uno no piensa en esas cosas en ese momento''. Esa es la excusa de muchos hombres jóvenes, y algunos adultos, que rechazan el condón, porque en plena conquista sexual no hayan la manera de ajustarse esa funda elástica, sin dejar de sentirse ridículos. Según una encuesta de Conasida, 30 por ciento de los capitalinos sexualmente activos, de 15 a 60 años, manifestó tener dificultades con el condón durante la relación sexual.

¿Por qué algunos hombres rechazan o no terminan por entenderse bien con un dispositivo diseñado precisamente para resguardar el símbolo de su virilidad? ¿Qué hay detrás del rechazo? En su estudio ``La imagen masculina del condón: una perspectiva de los varones jóvenes'' (en prensa), los investigadores José Aguilar Gil y Luis Botello Lonngi, afirman que eso tiene mucho que ver con las creencias, percepciones y expectativas de género. Aguilar y Botello aplicaron entrevistas a profundidad sobre el condón a 20 estudiantes varones de 16 a 19 años. Sus hallazgos serán de mucha utilidad en el diseño de campañas preventivas dirigidas a este sector de la población masculina.

¿La virilidad a prueba?

Los autores de ese estudio señalan que, a pesar de la información, los adolescentes aún están lejos de identificar al condón como un dispositivo de prevención. Su preocupación sexual va por otro lado: la afirmación de su hombría. El adolescente, apuntan Aguilar y Botello, está ``en la búsqueda de su identidad, que necesita probarse, arriesgarse, sentir, ya que esto le permite equilibrar sus impulsos con las exigencias sociales''. Aquí es donde las creencias y los mitos sobre la masculinidad obstaculizan el entendimiento y la aceptación del mensaje preventivo. A algunos jóvenes les parece que el condón interfiere con el acto sexual, o peor aún, que atenta contra su desempeño sexual, al poner a prueba su firmeza eréctil: ``Los hombres no pueden asumir la pérdida de excitación, si esto sucede, atentará contra su virilidad.'' Pocos varones aceptarían de buena gana las burlas femeninas debidas a su torpeza manual en el momento de la embestida triunfal. Por ello, y para evitar situaciones embarazosas, prefieren descalificarlo de antemano: ``no se siente lo mismo'', fanfarronean aún antes de ensayarlo. Los jóvenes que rechazaron el condón en el estudio exploratorio de Aguilar y Botello, ``expresaron que desde antes de usarlo ya existía en ellos esta creencia, que encaja dentro de un valor predominantemente masculino''.

Este temor a ver cuestionada su virilidad, también se expresa en la negativa de algunos jóvenes a usar condón cuando ellas lo piden: ``los varones no están dispuestos a perder la oportunidad de decidir cuándo y bajo qué circunstancias se ponen el condón''. De acuerdo con los autores citados, los hombres tienen ``la necesidad de mantener permanentemente el control en el ejercicio de la sexualidad, tanto el propio como el de la pareja''.

Superlátex en acción

Pero el condón puede contribuir también a reforzar la imagen de dominio en muchos adolescentes: ``el condón puede ser un reflejo de estatus masculino'', para un joven ``traer un condón consigo le reafirma su hombría'', y le da prestigio dentro de su grupo social. En palabras de uno de los entrevistados: los amigos ``sólo lo traen (el condón) para presumir que tienen relaciones sexuales''. Y en palabras de los entrevistadores: aquí ``la representación social (del condón) está más enfocada a la presunción y al prestigio que (a su adopción) como una medida preventiva''.

La información científica y profiláctica difundida por la autoridades de Salud y organizaciones civiles aún no permea la conciencia juvenil, porque, según José Aguilar y Luis Botello, ``no está incidiendo en las creencias de los jóvenes, probablemente, para ellos el condón representa una barrera para reafirmar la virilidad y no una posibilidad de prevención''. Esto quiere decir, de acuerdo con los autores del estudio mencionado, que ``pertenecer al grupo de `hombres ideales' (o dominantes) parece ser más importante que cualquier medida preventiva''. Sin embargo, si esa es la situación, la siguiente pregunta es inevitable: ¿por qué no diseñar campañas, dirigidas a jóvenes varones, en donde se asocie al condón con algunos valores de virilidad y hombría? ¿No serían, de esta manera, más efectivas?

El condón y el hombre nuevo

Aunque los autores de ``La imagen masculina del condón...'', recomiendan ``Promover el condón con base en la representación social que tienen los jóvenes del mismo'', se inclinan más por lo que ellos llaman ``construir nuevas masculinidades''. Esto es ``incluir la perspectiva de género en la educación integral de niños y jóvenes''. Se sabe que los adolescentes son los más propensos a modificar o adoptar conductas sexuales. El uso del condón, por ejemplo, está más extendido entre los varones sexualmente activos de 15 a 19 años (44.4 por ciento, según una encuesta del Conasida) que cualquier otro grupo de la población masculina. Por ello, la propuesta de los autores antes citados parece muy viable. Las campañas preventivas deben contribuir al cambio en la ``perspectiva de género'' de los hombres jóvenes. La promoción del condón debe tener esa dirección. José Aguilar y Luis Botello recomiendan, y esta es su propuesta más interesante y audaz, ``promover, entre los jóvenes, la práctica del condón durante la masturbación''. El juego onanista con el preservativo, además de acrecentar la habilidad de su uso, permite ``internalizar los valores de autocuidado y autoconocimiento del propio cuerpo, valores no permitidos al `hombre ideal' (o dominante)''.

Finalmente, concluyen Aguilar y Botello, el trabajo prventivo puede ser ``una oportunidad para romper el paradigma del `hombre ideal' y poco a poco ir internalizando al `hombre real', ya que es en la temprana juventud cuando se consolida la identidad y es el momento de construir nuevas masculinidades''.