La Jornada 7 de noviembre de 1996

FESTEJO Y DESPEDIDA

Pablo Espinosa La imagen queda, inmarcesible:

Es el atardecer del miércoles 6 de noviembre de 1996. Abrazados como dos grandes camaradas de la vida, caminan por la avenida San Fernando, al sur de la ciudad de México, inmersos en el placer de caminar, compañeros de viaje, en dirección a donde el Sol incendia los remanentes de la luz del día.

Julio Scherer García y Gabriel García Márquez son quienes caminan, fundidos en la fogata del abrazo camarada.


Gabriel García Márquez saluda a Julio Scherer,
en la comida con la que se despidió al director de
Proceso.
Foto: Guillermo Sologuren

Don Julio, anfitrión la tarde de ayer en un jardín de aquel rumbo de Tlalpan, ha salido a despedir a una visita doblemente grata por tratarse de un regalo sorpresa: Gabo lo ha venido a saludar en la fiesta por los 20 años de Proceso, la última en que Scherer funge oficialmente como director de ese semanario. Doble despedida.

La antigua Hacienda de San Agustín, sobre la arbolada avenida San Fernando, está habitada en este atardecer por esa pléyade entrañable que otro de los grandes que dice también su hasta luego, Vicente Leñero, ha bautizado de manera contundente, sin más: Los periodistas.

En el fade in de la imaginaria, entonces se dibuja la foto de Juan Miranda que ilustra la portada de aquel libro de Leñero: la tarde del 6 de julio de 1976, cuando don Julio Scherer García camina por la avenida Reforma, en aquel instante también terminal y germinal al mismo tiempo: la salida de Scherer y su equipo de la dirección de Excélsior, para la fundación posterior de otros foros, otros ámbitos.

En el jardín de la ex hacienda discurre la fiesta por el vigésimo aniversario de Proceso. El rocanrol, la rumba, los giros de baile no alcanzan a ocultar una ínclita sensación, un aire triste, un cierto duelo por lo que todos saben despedida.

Hay fiestas que duran tanto como el parpadeo de pequeñas eternidades repletas de municiones de esperanza suspendidas en el vuelo. La esperanza que resuelve la contradicción de duelo y fiesta.

Fiesta: son veinte años de caminar junto a don Julio, medio siglo de éste construyendo el edificio del periodismo mexicano, una vida por delante en la escritura sin la premura ya de la hora de cierre. La vida de la que antes se llamaba, otra vez la dialéctica de duelo y fiesta, línea muerta. Las flores de un día, las flores del bien. ``El proceso inacabable de los hechos con que el hombre edifica su historia''.

Premio es vivir la vida con plenitud. Las palabras de Julio Scherer están en el centro de la pista de baile, en el verde del jardín donde nuevamente los senderos se bifurcan. Ese jardín, donde esta tarde otoñal están los periodistas que hacen Proceso, está pleno de abrazos camaradas, de brindis por la vida vivida a plenitud, de banquete alrededor de un maestro de quien todos seguiremos aprendiendo. Premio.

Flashes toda la tarde y buena parte de la noche alrededor de don Julio. Flashes por todo el jardín, con los reporteros, con los columnistas, con los colaboradores, con los fundadores y con los relevos generacionales. Flashes ahora con los fotógrafos. Flashes, flashes, flashes. Flash back. Veinte años en proceso.

Al fundido interminable de los abrazos, las fotografías. Castañeda, Froylán, Rodríguez, Pinchetti, Maza, Martínez, Ponce, Galarza, Ruiz, Acosta, Cabildo, Correa, Monge, Morales, Ortega, Ramírez, Vera, Sánchez, Alcaraz, Manzanos, Tibol, Castellanos, Alcocer, Pacheco, Monsiváis. Los periodistas.

La vida en un jardín.

Sale Julio Scherer abrazado de Gabriel García Márquez. La alegría de escribir.

Caminan. Abrazados