José Cueli
Jacques Derrida

Salvador Rocha --ortodoxo psicoanalista-- centró en unos versos el pensamiento de Jacques Derrida, el filósofo francés llamado a revolucionar el pensamiento de la época. ``Escribo gotas de sangre sobre tu piel/ antiguos códices/ leo/ lenguas lejanas/ abejas en mi cabeza''. Verso que toma las sombras en que se mueve Derrida, quien hereda de Freud, Nietzche y Heiddeger, la obsesión de encontrar las llaves que segundo a segundo nos abren la puerta del espíritu.

Rocha descubre en su trabajo sobre Derrida el misterio, el análisis del inconsciente que permite una verbalización de la escritura interna. Este análisis, llamado ``La descontrucción'', evoca un modo de filosofar, un estilo de pensamiento político, una forma de crítica literaria y un análisis.

Un pensar donde domina una jerarquía de los conceptos y los códigos exhaustivos y absolutos de verdad. La desconstrucción invierte la oposición clásica de causa-efecto. Así, la secuencia temporal de los fenómenos no es entendida como un antes y un después, sino en forma análoga con la construcción, que del aparato psíquico, hace Freud: estratificación de planos de inscripción de una huella neurológica que abre paso a la escritura psíquica y de ahí a la posibilidad de ser en el mundo.

Derrida complica las cosas al sostener que en la deconstrucción, la causa y el efecto pueden ocupar un lugar originario, donde el origen ya no es origen y pierde el valor metafísico asignado por el logocentrismo y la filosofía tradicional, al reducirse la forma entre significado y significante, sobre todo si consideramos la concepción ontológica del tiempo como una unidad horizontal estática, propuesta por Heidegger, en la que todo advenir implica un haber sido.

Las ideas de Derrida son compatibles con la concepción freudiana del inconsciente y del a posteriori --NachtrŠglichkeit-- concepto del pensamiento psicoanalítico que enfatiza que el pasado actúa en presente, no como causa remota, sino como agente determinante que reescritura al ser en un único plano ontológico.

Esta forma de pensar marca una ruptura con la tradición fono-logo-céntrica, que subordina la escritura al hablar, y la rebaja a una función secundaria que prescinde del cuerpo bajo el pretexto de un saber absoluto que establece una subordinación en las clásicas oposiciones presencia-ausencia, significado-significante, pasado-presente, logos-escritura y yo-otro.

La desconstrucción trabaja en sentido contrario a la formación de conceptos y objetos de la tradición técnico-científica, orientada hacía un pragmatismo de orden verificable, como el de los entes ante los ojos, e introduce nuevos elementos para la reflexión como los de: archiescritura, diferancia, espaciamiento, abrirse paso que al no ser en el sentido mencionado, sino sólo articulaciones o artefactos, obligan a repensar los de texto, escritura, autor, origen,

A su vez para Blanchot, en la línea de Derrida, la cuestión de escribir sustenta la escritura que fundamenta la cuestión y no permite más la relación con el ser, entendido por la tradición como el heredero del pasado, del orden y de la certeza. Y afirma que es precisamente en este ámbito de la ``verdad'', en el cual eso que llamamos yo, se fortalece.

O en los propios términos de Derrida, lo que he intentado hacer no hubiera sido posible sin la apertura de las preguntas de Heidegger... sin la diferencia entre el ser y los entes, diferencia ontico-ontológica de una manera que permanece impensada por la filosofía