La Jornada 8 de noviembre de 1996

Jesse L. Jackson*
Reflexiones sobre la elección

Vemos un recubrimiento de esperanza, pero una corriente subterránea de enajenamiento y temor, dolor y hostilidad en esta elección. El presidente mereció su reelección, y cerró su campaña con un llamado a Estados Unidos a unificarse, a superar las divisiones que han quebrado a tantas otras naciones en la historia. Fue un exhorto digno del cierre de campaña de un presidente ilustrado.

Bill Clinton ganó, finalmente, porque tenía una carpa más grande que la de Dole, quien cerró campaña utilizando los mismos temas para abrir brechas entre la gente que él y Jack Kemp habían prometido rechazar. La carpa del Partido Republicano no se amplió; de hecho, al final, en su momento de desesperación, Dole y Kemp la achicaron. El presidente Clinton incluyó a las mujeres, a la gente de color, dentro de su carpa, y lo recompensaron con su margen de victoria.

Nos complace que ganemos curules del Congreso de Estados Unidos, aunque ciertamente yo estaría todavía más complacido si hoy pudiera felicitar a un presidente de la Cámara llamado Richard Gephardt. Está claro que el Contrato con America fue revertido por los votantes, mientras que el contratista en jefe fue forzado a esconderse. Creo que el próximo Congreso no será tan extremista a la derecha como en el pasado. Desafortunadamente también creo que no está inclinado a abordar parte del inconcluso negocio en esta nación: empleos para los desplazados del welfare, elevar a nuestra juventud, en vez de encarcelarla, y reinvertir en Estados Unidos. Estas son luchas que tenemos que continuar, con un pueblo con nueva energía encabezando el paso.

La noticia no dada son las competencias para el Senado. Los republicanos parecen haber ganado todas las competencias cerradas. ¿Por qué? Porque mientras la prensa se centró en la llamada ``conexión indonesia'' en detrimento del Partido Demócrata, ignoró en gran medida los montos masivos de los llamados ``gastos independientes'' del Partido Republicano Nacional a favor de sus candidatos al Senado. No cabe duda que necesitamos una reforma en torno al financiamiento de campañas, y el apoyo del electorado a iniciativas de este tipo está claro. Pero mientras los dos partidos intentaron comprar esta elección, me parece claro que las erogaciones de dinero irregular de los republicanos fueron, al final, la diferencia en el Senado.

Estoy alentado por la mayoría lograda por los demócratas de la legislatura estatal de Illinois y en otros estados. Estoy lo más desalentado por los resultados sobre la Propuesta 209 (en California, la que desecha los programas de ``acción afirmativa'' que ofrecen oportunidades a las víctimas de la discriminación racial y de género en empleo y educación).

El voto afroamericano representó el 8 por ciento del total en 1992; esta vez fue el 10 por ciento, un incremento neto de la participación. El voto latino también se incrementó. Por otro lado, a muchos votantes simplemente les repugnó la publicidad política negativa. En general, la participación electoral se desplomó, lo que yo creo que demuestra una vez más que una campaña que depende enteramente de la publicidad por televisión y radio --la guerra de las ondas-- es un error fundamental que los asesores de campaña siguen cometiendo.

La guerra política terrestre es crítica, especialmente para las victorias demócratas, que dependen en muchas instancias de coaliciones de votantes afroamericanos y latinos trabajando en conjunto con los votantes blancos. Ese tipo de coalición requiere de una guerra terrestre para alcanzar a los votantes enajenados, especialmente cuando ninguno de los candidatos aborda temas que afecten directamente a dichos sectores.

Muchos de nuestros asesores políticos aún deben aprender la lección de que cuando ganamos el Senado, en 1986, fue gracias a los dos millones de nuevos empadronados fruto de mi campaña (presidencial) de 1984. No podemos ganar sin una coalición seria entre negros y blancos; y si los líderes políticos blancos no están dispuestos a alimentar esa coalición, no estará ahí cuando la necesiten.

Señalo con orgullo el trabajo que hicimos a favor de aquellos candidatos que defendieron la tradición de la oportunidad equitativa, la justicia, los derechos igualitarios de la mujer y el trato justo a los trabajadores. Estuvimos viajando las últimas seis semanas, intentando movilizar el voto frente al gran enajenamiento y frustración del electorado. Celebramos mítines en 58 ciudades, en 29 estados y en la ciudad de Washington, viajando más de 38 mil millas para dar energía a los votantes. Tuvimos una respuesta maravillosa de la gente. Recuerdo a los 6 mil estudiantes que participaron en la Universidad de Santa Barbara; a los 2 mil de la Universidad Estatal de Iowa; la presencia abrumadora en las universidades de Sonoma State, Berkeley, Portland y Bates. Recuerdo los públicos en las iglesias al promover que los votantes afroamericanos mantuvieran viva su esperanza....

Ahora, después de esta elección, quizá tendremos un Congreso un poco menos arrogante y hostil. Además, por el mandato popular de Clinton, posiblemente habrá más flexibilidad en las negociaciones entre los legisladores y el Ejecutivo.

Una de mis preocupaciones es el riesgo tomado por el presidente Clinton al firmar, al final, una de las leyes sobre el welfare de Newt Gingrich. Su preocupación fue que existieran empleos y guarderías como una alternativa al welfare, y creo que la promulgó calculando o esperando que habría un Congreso demócrata para llevar a cabo esto. En este Congreso probablemente habrá resistencia contra las alternativas al welfare como lo hemos conocido, y los empleos y guarderías como las deberíamos conocer.

Eso se hace un punto real de desafío, una razón por la cual tenemos que centrarnos firmemente en desracializar nuestra política y clarificar nuestros objetivos sobre estos temas. En mi discurso ante la Convención Nacional Demócrata recordé a Estados Unidos la forma en que ocurre el cambio; un presidente ilustrado trabajando en combinación con un pueblo movilizado. Esa es nuestra tarea: movilizar de nuevo al pueblo americano para luchar por los grandes temas que todavía nos enfrentan.

Tenemos que desracializar nuestras políticas, blanquear la cara de la pobreza (o sea, no promover el estereotipo de que la pobreza sólo la sufre la gente de color, sino que la mayoría pobre es blanca), y reinvertir en nuestro pueblo. Esa es nuestra próxima misión.

*Jackson es presidente de la Coalición Arcoiris, ex candidato presidencial demócrata y el líder de los derechos civiles más reconocido de Estados Unidos. *Especial para La Jornada.