La Jornada 8 de noviembre de 1996

López Portillo, contra ``quienes quieren modificar la soberanía''

José Ureña El ex presidente José López Portillo pidió que no se llame ``reforma de Estado lo que es otra cosa'', y denunció que se pretende modificar la soberanía so pretexto de que estorba a la aplicación del derecho internacional.

En todo caso, abundó quien se ha definido como ``el último presidente de la Revolución'', ``les falta imaginación para hacer funcionar en toda su riqueza el concepto de soberanía''.

Presidente de 1976 a 1982, autor de la expropiación bancaria que luego se anuló durante el delamadrismo y el salinismo, López Portillo repitió tres veces que le molesta que se llame reforma del Estado a lo que no es.

Tal vez sea, explicó en plática ante miembros del Consejo Nacional de Egresados de Posgrado en Derecho, simple pretensión o modalidad, y no tenga más importancia que la semántica, pero relaja la disciplina.

Además, defendió como especialista: ``el Estado no puede cambiarse o dejaría de ser Estado''. Población, nación y soberanía son inherentes a él y tampoco pueden eliminarse o modificarse, fortaleció su opinión.

Se invoca la reforma del Estado, dijo, cuando se habla con la definición anatómica de adelgazar la estructura del Estado porque se le consideraba gordo y necesitaba estar menos obeso.

Pero no es una reforma del Estado, refutó el ex presidente presentado como maestro: ``Es un cambio de sistema económico'' que consiste en eliminar, en acabar el paternalismo y la economía mixta para entrar al liberalismo.

De nuevo se menciona la reforma del Estado cuando se habla de modificaciones en materia electoral. Si acaso, condicionó, es una reforma política.

Esa supuesta reforma del Estado tiene otras pretensiones como acabar con el presidencialismo, ``fuente de recriminaciones'' y conflictos de dentro y de fuera, y habría que analizar si ello forma parte del debilitamiento de las instituciones.

El presidencialismo deberá tener modificaciones, por supuesto, y dar mayor influencia a los otros dos poderes, el Legislativo y el Judicial. Ya la Constitución de 1957 tenía una fuerte inclinación hacia el Legislativo, recordó.

El conferencista, quien acudió acompañado de su esposa Sasha Montenegro de López Portillo al auditorio 3 de la Unidad de Congresos del Centro Médico del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), defendió también al federalismo y su historia peculiar, aunque al aludirse a él haya ``uso indebido de conceptos''.

De azul impecable y camisa crema rematada en finas mancuernillas de oro, cargado a la derecha por la parálisis que le afecta parte del cuerpo, inmovilizado su brazo izquierdo, el ex presidente repitió varias veces:

``Me molesta en mi afán crítico, de especialista'', que se hable de reforma del Estado. Por ello se dirigió a los presentes, acaso unos 300: ``Por favor no llamen reforma de Estado. Por ello se dirigió a los presentes, acaso unos 300: ``Por favor, no llamen reforma de Estado lo que es otra cosa''.

Ya el país tiene muchos problemas -terminó con vehemencia a las 20:53 horas-, como para crear mayor confusionismo con ese tipo de definiciones doctrinarias. Luego aceptó media decena de preguntas antes de recibir un diploma y firmar ejemplares de Mis Tiempos.

Si él habla de Estado, le preguntó un abogado, ¿cuáles ingredientes serían necesarios para modificar al Estado? López Portillo dijo que se requerirían muchos. Uno de ellos sería cambiar el concepto de población y declarar ciudadanos mexicanos a extranjeros.

Puede ser, aventuró, que México se incorpore más adelante a un sistema político multilateral, y ésa sería otra forma. Pero hoy, previno, ``se está pretendiendo modificar la soberanía diciendo que estorba a la aplicación del derecho internacional, lo que para mí es un error''.

No es válida esa expresión ni para el aspecto económico, pues el Estado tiene la obligación de responder a la solución de todos los problemas y de todos los asuntos que se den en la materia en su jursdicción.

Se refirió, sin identificación alguna, a los ``intereses turbios'' que influyen en tal sentido, y dijo que más bien les falta imaginación para hacer funcionar en toda su riqueza el concepto de soberanía.

La segunda pregunta versó sobre si el asunto de soberanía no se refiere más a razones de ética, y a la moneda como un ejemplo de ella. López Portillo aludió a la segunda parte: desde hace tiempo ``una de las marcas de soberanía era la emisión de la moneda''.

El devenir exige cambios, contestó a la tercera pregunta, y seguramente será necesario cambiar el presidencialismo, que ``no fue muy útil, pero ahora muestra sus deficiencias''. No quiso aportar, sin embargo, soluciones: ``A ustedes los jóvenes les corresponde suplir lo que nosotros los viejos no supimos hacer a tiempo''.

La cuarta pregunta, referente a la industria petroquímica y al intento gubernamental de privatizarla, no tuvo mayor respuesta: ``No quiero entrar en polémica''.

El problema de la deuda externa, ``porque no tenemos bienes de capital''

Al final, quinta pregunta, la deuda externa. Dijo que México participa en ella porque ``todavía no tenemos nosotros bienes en capital''. Hay un financiamiento gravoso y un sistema financiero frecuentemente especulativo al que se acude.

Primero se culpó al populismo de ser causa de ese mal y de las crisis recurrentes. Se ingresó al neoliberalismo, siguieron las especulaciones y ``la piedra de Sísifo se volvió a ir al fondo''.

La solución será trabajo, aunque por un tiempo ese trabajo de los mexicanos ``va a seguir siendo en beneficio de quienes nos explotan''.

Culminó su exposición con su verdad: ``Como presidente de la república busqué autonomía, autodeterminación financiera'' a partir del petróleo, pero faltó tiempo y el entorno internacional no fue favorable.

Eran las 22 horas y López Portillo firmaba autógrafos