Jean Meyer
Armenia

Qué sólo valen los países grandes por su extensión geográfica, por su peso demográfico o económico? ¿Qué sólo interesa la intervención practicada en estos días al presidente Yeltsin mientras le dan al buen pueblo ruso un puente de tres días con el buen pretexto de festejar la revolución de 1917?

Sin embargo, la verdad es que no hay países pequeños, menos aún cuando se trata de naciones como las que pueblan Armenia, Israel o Palestina, naciones milenarias todas con una esencial diáspora, hija de una historia trágica. Armenia, el más antiguo reino cristiano, desapareció durante siglos bajo el dominio persa, otomano, ruso, hasta la nueva independencia de 1991. Por desgracia, desde 1988, todavía adentro de la Unión Soviética, se enfrascó con el vecino Azerbaijan en un terrible partido de brazo fuerte por el enclave armenio bajo tutela azerí, el Alto Karabaj. Miles de muertos, 300 mil armenios expulsados de Azerbaijan; otros tantos azeríes expulsados de Armenia, todo el desastre de la ``limpieza étnica''.

La independencia en tales condiciones tuvo como hadas madrinas la guerra (suspendida hace dos años pero aún amenazadora), la miseria y el exilio. De manera casi milagrosa el pueblo armenio escapó a los regímenes autoritarios que caracterizan muchas repúblicas de la antigua URSS; escapó también a la guerra civil. ¿Para siempre? La pregunta es válida después de las tumultuosas elecciones presidenciales de fines de septiembre.

La relección del presidente Levon TerPetrosian parecía asegurada. El hombre es el único jefe de Estado en la antigua URSS --con la excepción de los países bálticos-- que no ha sido ex jerarca comunista. En su haber figura la supervivencia del país durante la terrible guerra del alto Karabaj. Hoy en la capital Erevan el agua sale cuando uno abre la llave y hay luz en la noche, las calles son tranquilas y seguras, la moneda es estable y la economía crece rápidamente. No es poca cosa después del bloqueo energético total al cual fue sometida la pequeña república. Sólo Tadjikistán y Georgia sufrieron un mayor derrumbe de la producción. La de Armenia cayó al 20 por ciento del nivel de 1987. Armenia se salvó gracias a los esfuerzos de sus campesinos, gracias a la privatización de la tierra realizada en 1991, gracias a la presencia en Rusia de 700 mil trabajadores emigrados (la quinta parte de la población) que envía sus giros a casa; gracias a la unión de todos los armenios en la guerra y a la ayuda de los armenios de América y Francia.

Desde mayo de 1994 la tregua con Azerbaijan ha sido respetada y, quizá por lo mismo, la unión se ha fracturado. El viejo partido ultranacionalista, tradicionalmente apoyado por la diáspora, ha criticado la tregua y acusado al presidente de ser el lacayo de los rusos; Ter-Petrosian, preso político en los tiempos soviéticos, sabe que Armenia necesita ser realista y aceptar la alianza con Moscú. Sabe también que Turquía ha contribuido a la salvación del país al dejar entrar harina y combustible en los peores momentos del bloqueo. Sus adversarios se lo reprochan como una traición frente a un país que se niega a reconocer su responsabilidad en el genocidio de 1915.

Cansada de ocho años de crisis económica y de bloqueo energético, la población de la capital Erevan escuchó el llamado de la oposición: sus seis candidatos aprovecharon la situación y no permitieron que el presidente volviera a ganar el 83 por ciento de los votos como en 1991. TerPetrosian dejó de ser ``nuestro Levon'', el hombre de todos los armenios, y ganó con un 51.7 por ciento algo dudoso. Su principal adversario, Vazguen Manukian, su antiguo amigo y primer ministro, ganó en la capital que concentra el 40 por ciento del electorado, lo que le dio el 41.3 por ciento de los votos. Sus partidarios, antes de conocer el resultado final, denunciaron un posible fraude y tomaron violentamente el Parlamento al grito ``¡Vazguen presidente!''. Al día siguiente el ejército entró en la ciudad. Armenia parecía caer en una pesadilla. ``Eso les pasó a nuestros vecinos, ¿pero cómo puede ocurrir en Armenia?'', se preguntaba la gente.

Los observadores europeos denunciaron violaciones burdas de la legalidad electoral, pero el Consejo de Europa reprobó también la violencia irresponsable de la oposición. ¿Cayó en una provocación? ¿Manukian fue desbordado por sus seguidores? La nación está dividida en dos bandos fuertes. Ter-Petrosian no ha resistido la tentación de emplear la tropa contra la oposición, cuyos elementos duros no dudaron recurrir al asesinato político hace unos años. Un conato de guerra civil sería fatal a un país que tiene encima la espada de Damocles de la guerra con Azerbaijan. ¿Miseria de los pequeños estados? ¿Necesidad de una federación de las tres repúblicas del Transcáucaso, Georgia, Armenia, Azerbaiján?.