Luis González Souza
México y Clinton II

Con espejismos no se saneará la relación de México con Estados Unidos. Por el contrario, las promesas demagógicas han viciado más y más dicha relación, al tiempo que han pospuesto una y otra vez la tarea de fondo: restaurar la soberanía de México y, enseguida, exigir a EU una relación tanto más fructífera cuanto más equitativa y respetuosa.

El Espíritu de Houston invocado por Salinas y resucitado en el Nuevo Entendimiento del actual gobierno, prometían a México y EU una era plagada de amistad y cooperación. El ``matrimonio por conveniencia'' del que hablara Sidney Weintraub habría de convertirse en un matrimonio pleno de amor y bendecido por el Tratado de Libre Comercio (TLC).

Pero la realidad ha sido muy otra. Tal como comenzó a aflorar en la última campaña presidencial de Estados Unidos, su nuevo cónyuge está cerca de transformarse en su principal enemigo. Ya México porta bastante bien los tres sacos diseñados por la gran potencia al decretar quién cabalgará cual nuevos Jinetes del Apocalipsis, una vez que el fantasma comunista cayó de su caballo. Nos referimos a los sacos del narcotráfico, la migración y el terrorismo, si bien éste último apenas comienza a probarse so pretexto del EPR o de quien surja mañana. Es más, ahora resulta que el supuesto cónyuge ya figura entre los ``juegos de guerra'' del Pentágono, como posible blanco de una invasión. Así se anuncia en The next war, libro ni más ni menos que de Caspar Weinberger, secretario de Defensa durante el gobierno de Reagan y artífice entonces de la invasión a Granada.

¿Puede llamarse a eso una relación sana? Obviamente no. Pero en vez de admitirlo, el bloque gobernante en México se apresta a manipular un nuevo espejismo. Llamémoslo el espejismo del Bienaventurado Presidente Reelecto y resumámoslo así: puesto que Clinton ya no tiene que preocuparse por su reelección, ahora sí podrá desplegar su verdadera agenda, la cual garantiza un lugar privilegiado a México. Ejemplo inmediato: por fin Clinton se animará a visitar nuestro país. Ahora sí desaparecerán (o casi) los agravios a México: campaña antinmigrantes, incumplimiento del TLC, presiones para militarizar la lucha contra el narcotráfico, condicionamientos crecientes a una ayuda también creciente y un largo etcétera. Si antes nos fallaron el Espíritu de Houston y el Nuevo Entendimiento, ahora no nos fallará el Bienaventurado Presidente Reelecto.

Como todo espejismo, éste también se nutre de falacias. Apuntemos sólo las principales. Uno, la expectativa de reelección no es lo único que determina la conducta de los presidentes en Estados Unidos. Suelen pesar igual o más otros factores, destacadamente los dictados cupulares (Wall Street, el Pentágono) cuyo menosprecio pueden cobrarse con la destitución y otras cosas. Dos, el Presidente en EU no hace y deshace a su antojo, como en México; enfrenta importantes contrapesos, en primer lugar del Congreso. Tres, después de estas elecciones las dos cámaras del Congreso siguen bajo el control de los republicanos. Cuatro, si de algo Clinton ha dado muestras es de su habilidad camaleónica: asume el color de las fuerzas reales, se muevan para donde se muevan. Quinto, y en todo caso, Clinton mismo se ha derechizado.

Los mexicanos lo sabemos bien, o deberíamos saberlo. Bajo el primer mandato de aquél, hay que subrayarlo, México transitó del futuro-nuevo-socio al ya casi principal enemigo. El mismísimo santificador del matrimonio feliz, el TLC, ha sido impunemente violado.

Basta, pues, de espejismos. Una política visionaria hacia Estados Unidos no se cimienta en sueños guajiros. Más vale que encaremos de una vez por todas las tareas de sanear todo el entramado que alimenta a las relaciones México-EU. Y en eso nadie sino México tiene la primera palabra (o culpa), comenzando por quienes dicen gobernarlo.

Tarde o temprano el propio EU valorará la relación con un México digno. En cambio, de postergar más aquella tarea, tal vez nos encontremos con otra desgradable sorpresa: la aplicación del nuevo poder de Clinton, no para mejorar el trato con México, sino para cobrarle las facturas --reales o no-- pospuestas por motivaciones reelectoreras.

Seamos honestos y sensatos. Si no detiene su desnacionalización ya crónica, a México le seguirá yendo muy mal, sea Clinton el presidente o Robert Dole o la misma Madona.