Sobre la VI Cumbre Iberoamericana de Viña del Mar planea la realidad socioeconómica no sólo de América Latina sino también de la península ibérica, realidad sombría que ofusca las resoluciones eminentemente políticas de la reunión. No son sólo los 200 millones de pobres y 64 millones de hambrientos en nuestro Continente los que, de una u otra forma, tratan de hacer sentir su presencia sino que también se suman a los millones de desocupados de nuestros países ``emergentes'' los desempleados y emigrantes forzados de Portugal y del Estado español que forman hoy un inmenso y creciente ejército.
Sobre ese trasfondo y por sobre el sordo pero ascendente rumor de las protestas sociales se desarrollan los actos oficiales de la Cumbre, se destilan documentos dosificados para que todos los acepten y suenan las fanfarrias de la retórica.
Lo más importante de la Cumbre es el hecho de que, aun con gobiernos que son todos partidarios fervientes del ``pensamiento único'' neoliberal y de la integración con Estados Unidos, la ``cuestión cubana'' haya cavado un foso entre América Latina y Washington y, además, que a la ley Helms-Burton se opongan duramente también los dos países ibéricos, en su doble carácter de bisagra entre el Viejo Continente y el nuestro y de países que comprenden que no podrán mantener su soberanía sino en una Europa integrada, o sea, independiente de Estados Unidos. Por cierto que el pedido a Washington de que modifique dicha ley es, en la realidad de hoy, inactuable, pero el repudio a la aberrante legislación republicano-democrática tiende también, por una parte, a condenar y rechazar el principio mismo de la internacionalización de las leyes estadunidenses y, por lo tanto, a prevenir nuevas ofensivas y, por otra parte, va más allá de las cancillerías para llegar a los pueblos y a las plazas y convertirse en bandera política. Un símbolo de esto es el saludo formulado por el primer ministro portugués al ``pueblo cubano'' al llegar a Chile, en un verdadero lapsus freudiano, porque lo que está en juego para todos es la relación no definida entre el mantenimiento de la soberanía y la mundialización del mercado.
Los homenajes a la democracia y las decisiones sobre el federalismo y la descentralización, por su parte, son una respuesta indirecta a los reclamos populares y de las minorías en pro de la autodeterminación, la autogestión, la regionalización democrática, la creación de nuevas bases pluriculturales, pluriétnicas y democráticas para los Estados, hasta ahora verticalistas y centralizados en lo interno y fuertemente dependientes, en muchos casos, de las políticas fijadas desde afuera por la gran finanza. Dichas resoluciones, por lo tanto, son una expresión indirecta de la gran hambre de democracia y de la voluntad de reducir el papel deformante y brutal del mercado y el papel burocrático del Estado para dar mayor margen a otro tipo de relaciones políticas y de mercado, más de base, más sociales.
Conviene destacar, por último, la digna posición de Tlatelolco ante el intento de fijar reglas a la autodeterminación cubana de quien, como el presidente argentino, quiere ser ``el primero de la clase''.. Es confortante ver que en nuestra Cancillería los principios tienen aún su espesor y su peso y que existe la conciencia de que si se les malbarata se abre el camino a la aventura incluso `suicidaria