La Jornada 10 de noviembre de 1996

Unánime respaldo a la condena a la Helms-Burton en el proyecto de declaración de la cumbre

Enrique Gutiérrez, corresponsal y Elena Gallegos, enviada, Santiago, 9 de noviembre Con la aprobación del borrador de la Declaración de Viña del Mar, que se compromete a fortalecer la democracia y se pronuncia contra la ley estadunidense Helms-Burton, la llegada hoy a Chile del presidente cubano, Fidel Castro, se convirtió en el principal tema previo a la sexta Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de gobierno que se inaugurará formalmente este domingo.

Los mandatarios de América Latina, España y Portugal, que firmarán el lunes en Viña del Mar una declaración que llevará el nombre de esa ciudad balnearia, asistieron esta noche a una cena de gala ofrecida por el presidente chileno, Eduardo Frei.

La democracia requiere ``el máximo cuidado'' para consolidarse, ya que ``nadie puede sumirse en la modorra de creer que es un bien ya conquistado para siempre'', dijo esta noche el mandatario anfitrión.

``Nuestra gente ya no quiere dogmatismos. Tampoco un pragmatismo individualista y ciego, ni menos una política que no reconozca más frontera que las del poder'', agregó Frei en la cena de gala en el palacio presidencial y a la que asistieron 800 invitados.

En su discurso de respuesta y en nombre de todos los mandatarios, el rey Juan Carlos de España afirmó que la celebración de esta sexta Cumbre ``demuestra la cohesión y solidez de nuestra comunidad iberoamericana de naciones''.

Las mayores expectativas en esta jornada las produjo la presencia de Castro, quien descendió de un avión de Cubana poco antes del mediodía, bajo un sol radiante, 25 años después de la visita en la que fue recibido por el entonces presidente Salvador Allende.

``Saludo al pueblo de Chile y le expreso mi satisfacción por encontrarme de nuevo en este extraordinario país... Traigo conmigo los más cálidos y solidarios sentimientos del pueblo cubano al pueblo chileno. Espero que la Cumbre sea un éxito para honor y gloria de Chile'', dijo Castro, quien vestía un sobrio traje azul, corbata del mismo color y camisa blanca en lugar del uniforme militar que lució en 1971.

La llegada del líder cubano, quien deseó ``bienestar y paz al pueblo chileno'' en un discurso que duró menos de dos minutos, congregó a centenares de chilenos -la mayoría del Partido Comunista- que con banderas de su país y de Cuba saludaron el paso de su automóvil por la céntrica Alameda de Santiago.

En cambio, apenas unas 60 personas -vigiladas por 200 policías y rodeadas de decenas de periodistas- se reunieron en una plaza capitalina para protestar por la presencia de Castro, convocadas por agrupaciones de derecha que esperaban reunir a 5 mil manifestantes. Poco después, un cacerolazo convocado en esta capital por la ultraderechista Unión Democrática Independiente y el movimiento nacionalista Acción por Chile, pasó virtualmente inadvertido, salvo en las inmediaciones del Hotel Hyatt, donde se hospeda el presidente cubano.

El jefe del ejército, Augusto Pinochet, y los comandantes en jefe de la Armada y la Fuerza Aérea se trasladaron días pasados a la norteña localidad de Iquique para observar maniobras militares, en un aparente intento de evitar rendir honores a la llegada del presidente Castro.

``Lo considero una visita y nada más, una visita a la que llamó el gobierno. Si quieren invitar a Lucifer y Lucifer llega, no tengo por que meterme'', dijo esta noche a la televisión Pinochet, quien rompió relaciones con Cuba al instaurar en 1973 la dictadura militar que encabezó casi 17 años.

Poco después de la llegada del mandatario cubano, el presidente salvadoreño, Amando Calderón Sol, dijo en conferencia de prensa que ``debe iniciarse una proceso democrático en Cuba'' y matizó su condena a la Helms-Burton al afirmar: ``Veo su motivación, veo la necesidad de la democracia, pero hay excesos'' en esa ley estadunidense que reforzó el bloqueo contra la isla.

De su lado, el mandatario costarricense, José María Figueres, advirtió que esa legislación ``está contra todo... contra la Organización Mundial de Comercio (OMC), contra el fenómeno de globalización y del respeto que se debe tener entre países''.

El canciller chileno, José Insulza, había advertido sobre una ``fidelización'' de esta cumbre, y esté sábado, Figueres, coincidió en que ``hay que salirse de ese estereotipo y ver el problema de la democracia y su necesidad de dar soluciones en lo económico''.

El tema cubano se tradujo incluso en el lapsus del presidente de Portugal, Jorge Branco de Sampaio, quien al llegar a Santiago saludó ``al pueblo cubano'', para luego corregir su error.

Los 23 jefes de Estado y de gobierno dedicaron la tarde del sábado a entrevistas bilaterales en las que el comercio y las inversiones mutuas fueron el tema principal, pese a que no figura en la agenda del encuentro que se centrará en la gobernabilidad democrática.

La declaración de Viña del Mar

Los cancilleres iberoamericanos dieron este sábado los toques finales a la Declaración de Viña del Mar, compuesta por tres documentos, uno sobre gobernabilidad y democracia, otro sobre mecanismos de consulta para situaciones de emergencia y un tercero de temas especiales, en el que se incluye la pobreza, en narcotráfico y el terrorismo.

La canciller colombiana, María Emma Mejía, aseguró que hubo coincidencia plena entre todos los países para repudiar y condenar a la ley Helms-Burton, por la que Estados Unidos castiga las inversiones de firmas de terceros países en propiedades confiscadas a estadunidenses en Cuba.

Su colega chileno, el canciller José Miguel Insulza, dijo por su parte que ningún país había pedido que se haga referencia en el documento a la situación de Cuba, aunque fuentes allegadas al encuentro dejaron entrever que existieron diferencias sustanciales en cuanto al tratamiento que los países de la región desean darle a la isla caribeña, en especial por parte de Argentina.

La declaración comienza con un compromiso de los países con ``la democracia y el pluralismo político, el respeto a los derechos y las libertades fundamentales'', párrafo que, según observadores, obliga al presidente Castro al cumplimiento de esos acuerdos.

Pero luego, los firmantes reconocen el ``imperio del Derecho Internacional'' y en especial ``los principios de soberanía y no intervención, así como el derecho de cada pueblo a construir libremente, en paz, estabilidad y justicia, su sistema político y sus instituciones''.

El documento exhortará además al gobierno estadunidense ``para que reconsidere la puesta en práctica'' de la Helms-Burton por considerar que ``atenta contra los principios que rigen la convivencia internacional'' y que ``ignora el principio fundamental de respeto a la soberanía de los Estados''.

Al abordar la gobernabilidad democrática, destaca que ``supone transformaciones sociales, económicas y culturales que conduzcan a disminuir las desigualdades y los problemas de exclusión social''.

Los grandes obstáculos a estas transformaciones son para los mandatarios ``la corrupción, el terrorismo, las drogas ilícitas y sus problemas conexos, el lavado de dinero y otras formas de delincuencia organizada internacional'', contra las cuales intensificarán ``los lazos de cooperación internacional''.

Se impulsará ``una alianza mundial contra las drogas'' sobre la base de una ``respuesta integral y equilibrada construida sobre el principio de la responsabilidad compartida y con pleno respeto de los preceptos internacionales de soberanía de los Estados y la no intervención en sus asuntos internos''.

La Declaración de Viña del Mar llamará además a ``diseñar un plan para la cooperación política y en beneficio del desarrollo de nuestros pueblos'', y destacará el compromiso para ``mejorar la calidad de la política, de sus comportamientos y de sus estilos; modernizar la gestión pública y apoyar los procesos de descentralización, y consolidar las bases socioeconómicas que harán posibles una democracia integral, y asumir las oportunidades que ofrece la globalización''.