La Jornada Semanal, 10 de noviembre de 1996


Entrevista con Ángeles Mastretta

Perseguir el deseo

Marta Lamas

Con el objeto de abordar en forma novedosa la nueva novela de Ángeles Mastretta, le pedimos a Marta Lamas, ensayista y editora de Debate Feminista, que dialogara con la autora de Arráncame la vida y Mal de amores. El resultado es esta estimulante conversación en torno a las protagonistas femeninas y a la peculiar forma en que la novelista se acerca a sus historias.



Lo que me parece más interesante de tu novela es cómo construyes un personaje femenino que opta por su deseo, en un momento histórico donde eso era todavía más difícil que hoy. Desde el principio lo tenías así de claro o te fue saliendo?

Desde el principio quería escribir la historia de una mujer cuya duda crucial fuera esa, cuya lucha interior tuviera que ver con eso.

Con perseguir el deseo, con asumirse?

Sí. Emilia Sauri es una mujer que se pregunta si es posible querer a dos hombres al mismo tiempo. A partir de este dilema se vuelve un personaje mucho más rico. Una mujer que se pregunta qué es más importante la guerra o la paz, la aventura o la paz interior y se acaba preguntando si sólo importan sus pasiones y sus deseos físicos y amorosos, o si también importan sus pasiones y sus deseos profesionales, las otras cosas que le llenan la vida.

Su vocación profesional, la medicina, se vuelve crucial para Emilia, al grado que opta por la tranquilidad que le ofrece Antonio Zavalza.

Zavalza es la opción de la armonía. Pero hay muchas otras cosas que ofrece Antonio Zavalza. No es que Emilia Sauri no haga bien el amor con Antonio Zavalza: él le gusta, pero le gusta de otra manera. Esa duda, de si disfruta con él tanto como con Daniel, fue algo que yo me preguntaba mucho y que después me di cuenta de que no conseguí que quedara suficientemente claro.

Una cosa que sorprende de tus personajes femeninos es la facilidad y la naturalidad de sus relaciones sexuales. Desde Arráncame la vida era muy notable el hecho de que ahí no tenían conflictos; sus conflictos eran de otro tipo, existenciales.

No sé si notas en la novela que Emilia creció en un ambiente donde quererse con libertad era muy fácil. Creo que Diego y Josefa tienen una relación extraordinaria, son muy cálidos consigo mismos, hablan mucho, se entienden muy bien, y la niña Emilia crece sintiéndose muy querida, muy acompañada.

Además, qué rico ser una mujer con padres liberales, sin todos los azotes religiosos tradicionales.

A mi mamá, que leyó el libro y le gustó, le costó mucho trabajo entender eso. No me lo dijo directamente, porque casi no verbaliza sus desacuerdos, pero no podía entender que sus vidas no estuvieran regidas por Dios. Me preguntó: "Por qué les va bien sin Dios?" A mí me encantó construir un mundo laico, de gente que es atea y que también es generosa, que le importan los demás, que quiere al país y que atrás de eso no está la religión.

Eso se nota mucho en la ausencia de culpa. Cuando Emilia va a atender el parto-aborto de esa pobre mujer, se siente mal por el dolor y por la circunstancia difícil de la otra, pero no tiene esa culpa cristiana de que "tengo que pagar por eso". Emilia piensa que a ella le toca en ese momento ir a ayudarla, y le duele lo que le está pasando.

Claro que le duele, y se involucra. Ella incluso dice, "yo quiero hacer esto por mí y por los demás", pero muy probablemente dice primero por mí, o sea, "a mí me gusta curar".

Eso es lo gratificante de tu novela: ver a esta mujer seguir su deseo, tome forma de hombre o de profesión, y ser capaz de estar conectada con sus sentimientos. La manera en que ella se deja llevar por sus ganas cuando sigue a Daniel, pero también cómo, en un momento determinado, ella empieza a oír su voz interior, y a decir...

..."Yo no voy tras él"...

... "Ya no voy más". Y lo interesante es que no lo hace por un problema típico de orgullo mal entendido.

Sí, Emilia de repente dice "yo ya no lo puedo seguir más". Se tarda bastante tiempo en decirlo, sin embargo lo tiene claro desde el principio. Hay varias cosas que Emilia tiene claras y que a mí me gustan mucho; por ejemplo, ella no dice "yo por qué voy tras él, parece que le estoy rogando". Seguirlo es completamente natural, ella va tras él porque quiere y no se siente no querida por Daniel.

Lo que no tiene que ver con los roles estereotipados, del tipo de...

...De "yo, rogarle? para nada!" Sin embargo, hay un momento en el que Emilia dice no. Por la actitud generosa y entregada, aparentemente incondicional de Emilia con Daniel, él cree que no hay límites. Y cuando él decide que ya se va, y supone que ella se va con él, se lleva la sorpresa de que Emilia le diga "no, espérate, yo no voy a ninguna parte".

Eso tiene que ver también con su rechazo a la política? Parece que planteas una oposición en la novela: la medicina como algo que da, algo positivo, y la política como algo que quita, algo negativo.

Sí, y por ello creo que seré considerada profundamente reaccionaria por algunas personas. Emilia, como heroína de la Revolución mexicana, es de lo menos heroica.

Es una anti-heroína política, pero acaba consagrándose como una heroína de la vida cotidiana, tal vez hasta como una especie de heroína feminista.

Yo me he estado preguntando con mucha intensidad sobre otras maneras de involucrarte con tu país distintas a la política. Aunque debe haber muchas cosas útiles que hacer en la política; yo no encuentro una mejor manera que la de que cada quien haga con pasión y con intensidad lo que sabe hacer. De eso Emilia se da muy bien cuenta: "yo qué voy a hacer la guerra?, de eso no sé; yo sé medicina y es lo que quiero saber y entonces voy a trabajar en eso".

Emilia recobra en el ámbito cotidiano la posibilidad de transformación de muchas cosas, en el estar ahí respondiendo en la inmediatez, y tú otorgas a eso casi el mismo valor que se suele dar a los hechos heroicos de quienes están haciendo política.

Ella no echa ningún discurso a otras personas, ni siquiera sabe bien cómo es el dilema para los demás. Eso me pasa a mí, y ahí sí estoy muy puesta en Emilia. La verdad es que yo cada vez estoy más segura de que no soy nadie para dar consejos.

Sin embargo, en la novela haces un manejo ejemplar de una situación que, en general, suele ser muy dolorosa: cuando alguien quiere a dos personas. Quienes la hemos vivido, en una punta o en la otra, sabemos lo duro y difícil que resulta. Tú eliges la punta más afortunada, y la menos típica en el caso de las mujeres. A las mujeres siempre nos toca estar en el papel de esposa o de amante, pero tú "posicionas" a Emilia (te" posicionas"?) en otro papel.

En el papel de hombre. Yo pensé, por qué siempre tiene que ser mala la persona que se enamora de dos, elija o no vivirlo? Como en este caso es una mujer, fue muy chistosa la reacción de algunos de mis lectores masculinos. Varios protestaron: "es que ese tipo de hombre no es posible, y menos dos veces, una con la tía y otra con la sobrina; dónde crees tú que va a haber dos mandilones iguales". Por eso me dije, bueno, en la novela voy a hacer que Josefa diga: "dos hombres de estos si los pone uno en una novela nadie se lo cree".

No sé si muchos hombres se van a identificar con ese modelo masculino atípico, pero a mí me parece entrañable.

Todos son entrañables. Daniel acaba aceptando la relación de Emilia con Zavalza, acepta incluso no saber si tuvo o no un hijo con ella.

Pero ella se enterca en decir "todos los hijos son del doctor Zavalza".

Eso dice, y por supuesto hemos de suponer que así se mantuvo siempre, que llegó a los 90 años así. No lo sabe

mos, y tampoco sabemos qué ocurre al final: dónde está Zavalza cuando ella está con Daniel?; probablemente en su casa, esperándola.

Ésa es otra cosa que me gusta: la forma en que Emilia se sale de los moldes convencionales.

Emilia en esa pareja juega un papel ambiguo. Ella es una mujer convencional en el sentido de que el hombre le da paz, le da armonía. Sin embargo, Emilia también es muy fuerte y Zavalza está muy dispuesto a lo tendríamos que poner así soportar que lo sea. Creo que a Zavalza le cuesta mucho trabajo cuando ella regresa y le dice "vi a Daniel", y él le responde "ya lo sé". En un momento pensé que si la novela se acababa ahí, yo tendría la posibilidad de hacer otra con lo que pasa posteriormente. Pero después pensé que era muy injusto con esta novela...


Yo creo que el feminismo es una pasión, pero también creo que hay pasiones que para mí son más importantes que el feminismo. Yo estoy dispuesta a hacer concesiones en aras de esas pasiones.

...Y con los lectores!...

...Sí, aunque hay varias cosas injustas. Esta novela debería empezar en la página 185, o sea, cuando Emilia tiene 17 años. Yo me fui hasta atrás, e hice nacer a Emilia porque me enamoré de sus papás, y por eso pensé toda la infancia de Emilia y en la tradición liberal de sus papás, en sus luchas intelectuales y sus derrotas políticas, en el azar de sus sueños, el modo en que la vida traiciona las posibilidades, el mundo con el que había soñado Diego Sauri, que es el mismo con el que soñamos ahora nosotros, o sea, un mundo de paz y de armonía, de democracia, de búsqueda de la justicia, de intentos para que nuestro país se vuelva más igualitario. Ahí me ganó esa historia y esa historia se comió media novela.

Pero sabes qué?, si no hubiera esa historia no sería creíble Emilia. Cómo explicar esa capacidad de ejercer su libertad?

Eso fue lo que me pasó. Me dije, "voy a ver cómo era México cuando ella nació, en qué mundo creció". Ese mundo me atrajo cada vez más, y quiero decirte que me pasé más tiempo, aunque no lo parezca, haciendo la investigación sobre las primeras 185 páginas que escribiendo el resto de la novela.

Eso se nota, la primera parte es como más demorada y te va dando el entorno, vas diciendo quiénes son estos padres, de qué están hechos por dentro.

Y después, cuando empiezan a pasarles muchas cosas, tú ya sabes quienes son; no nada más es gente a la que le ocurren ciertas cosas. Pero esta larga "presentación" es un riesgo, porque algunos lectores son impacientes. Yo tuve que decidir: "el que no sea paciente no va a llegar al momento en que la historia se vuelve muy rápida".

Tal vez por mi sesgo feminista, pero la tía, Milagros, me parece una de esas feministas "Hijas de Juárez". Qué se te jugó en ella?

A mí ella me encanta, y hay muchas características en Milagros Veytia que yo quisiera tener: es muy decidida, sabe muy bien qué quiere, es muy contundente para hablar, es muy audaz. Si hacemos un psicoanálisis, yo quisiera ser la mitad Josefa y la mitad Milagros. Por eso me di permiso de construir un personaje armonioso que tuviera algo de las dos, que es Emilia. Claro que yo no sé si consiga,cuando tenga 70 años, la armonía interior que tiene Emilia. Estoy en busca de eso.

Te has psicoanalizado?

Tengo un enorme respeto por la gente que va a terapia y por la gente que hace terapia. Lo que pasa es que cuando yo quise ir, el psicoanalista me dijo: "Tú por qué no te pones a escribir?" A lo mejor me hubiera hecho mucho bien seguir, pero él me mandó a escribir y yo lo respetaba en todo.

Desde el psicoanálisis se plantea la importancia de la elaboración simbólica de los conflictos. Para ti es evidente tu proceso de elaboración personal en la escritura? Yo encuentro muchas resonancias de tu vida personal en la novela.

Sí, pero también es importante la capacidad de la gente para ver cosas que no existen. Por ejemplo, la dedicatoria que le hago a Héctor. Lo del desorden generoso de su corazón tiene la lectura de que él pudiera tener muchas novias, pero hay quien la descifra como que Daniel y Antonio le caben en el cuerpo.

Regresando a la novela, ves tu feminismo puesto en ella?

Lo veo, aunque a mí me ha costado siempre mucho trabajo organizar mi posición feminista; como tú sabes no soy una activista. Al mismo tiempo sé muy bien, desde el fondo de mí, de qué se trata y cuál es mi trabajo ahí. Durante un tiempo en mi vida yo estuve diciendo: "yo debo ser una feminista rebelde", porque estoy dispuesta a hacer concesiones en aras de cosas más importantes. Yo creo que el feminismo es una pasión, pero también creo que hay pasiones que para mí son más importantes que el feminismo. Yo estoy dispuesta a hacer concesiones en aras de esas pasiones.

Una de ellas es, claramente, el amor.

Sí, fundamentalmente. Quizás ésta sea la única, aunque tiene varias vertientes: está el maternal, el de compañera...

Y tu amor por México, que en este caso tiene, para mí, la gran cualidad de ser un amor no religioso.

Es impresionante mi absoluta incapacidad para contar con Dios. A veces, cuando se te muere alguien a quien adoras, me siento como Milagros y digo, "ojalá me equivocara, ojalá que fuera cierto que existe un cielo". Pero es que no sólo yo no encuentro una razón para creer sino que hay una cosa peor: mis emociones se rebelan contra esa idea. Sin embargo, cada vez respeto más la pasión de otros por eso llamado Dios, aunque vivimos en un país en el que es espantosa la manera en que la Iglesia pesa tanto en el ámbito del ser humano.

Fíjate que precisamente tu laicismo es una de las cosas que más me gustó de la novela. Me encanta la forma en que planteas como algo tan natural y tan positivo no ser religioso. Encuentro, como se dice ahora, un subtexto juarista,no?

Me gusta que lo encuentres. Ojalá y ahí esté.