La Jornada Semanal, 10 de noviembre de 1996
Casiopea mora en las alturas al lado de su esposo;
brilla aun cuando la luna resplandece toda
la noche en el cielo, pero es reducida y se adorna con pocas
antorchas en su constelación. Al igual que una llave
insinúa sus dientes de hierro y estremece los cerrojos
de una doble puerta cerrada desde adentro, así están
dispuestas sus estrellas. Por su parte, el rostro tembloroso,
ella extiende sus manos como lamentando la pérdida de
Andrómeda, quien expía injustamente las faltas de su
madre.
Se hallan entre nosotros mentes frenéticas
Que se pierden siempre por senderos oblicuos
Y, monstruosos inventores, no pueden ya remar
Sobre las calmas olas de un mar común.
Así son, como creo, los escritores que piensan
Que ni los cielos ni los astros danzan
Alrededor de la Tierra, sino que la Tierra dibuja
A diario un círculo perfecto;
Parecemos aquellos que por seguir la fortuna
Tientan la espalda flotante del celeste Neptuno,
E intentan ver, novicios, al dejar el puerto,
La nave quedarse firme y retroceder la orilla.
Armado de estos motivos yo combatiría en vano
Las sutiles razones de ese docto germano,
Que para bien salvar las apariencias,
Asigna, industrioso, a la Tierra tres danzas;
Al centro de ese Todo el claro Sol situado,
Y Phobe, el Agua, la Tierra en derredor morando;
Y para lo que hasta ahora el tiempo y la materia
No me permiten dar libre curso
en un estado tan avanzado, tomo como fundamento
De mis futuros discursos el etéreo movimiento.
Como la tierra
El sol está perdido, y ningún espíritu
Puede indicarnos dónde se hallan.
Y debemos confesar que este mundo está acabado
De buscar en el cielo y entre los planetas
Tantos mundos nuevos: vemos cómo éste
Se desmigaja y, de vuelta al estado de los átomos
Estalla, toda coherencia abolida,
Toda justa medida y toda relación.
Tal es la condición del mundo en el presente.
Y ella, que debía unir las partes,
Que poseía la única fuerza magnética
Capaz de, uniéndolas, soltarlas juntas;
Ella, lo mejor, el primer original
De toda copia;
Ella, cuyo universo es un yugo,
Ha muerto, sí, muerto, y al saberla muerta,
Conoces la flaqueza de este mundo que cojea.
Buscando el ojo de Dios, no vi más que una órbita
Vasta, negra, sin fondo, donde la noche que la habita
Irradia sobre el mundo y aumenta todo el tiempo;
Un arco iris extraño rodea el sombrío pozo,
Umbral del antiguo caos del que la nada es la traza,
Espiral que devora los Mundos y los Días!
Poder del aire pesado, musculatura del metal en el haz del cohete
enganchado
al rayo, a la carreta de los vientos,
y rozando el compacto tejido de la extensión, la opacidad que se contrae
y su dolor se extiende,
ramificación de resplendores y explosiones en la epidermis atmosférica,
habéis oído la estridencia de la astronave llamando lo que llamábamos
irrisoriamente
el éter? Una inmensidad viviente y movediza, un
ondulamiento negro
donde lentamente la vida crece y se aglomera, espectrografía de todos los
sueños, precipitado de la memoria,
jaula de llamas,
y el aire se abre como una naranja, y en la trama que él
deshace,
sin dejar en su herida azul ni rastro de sonda, ni fragmento de
horizonte fulminado,
la astronave se hunde en el infinito con ese abandono tranquilo del durmiente o del ahogado.
[...]
En esta madre del cosmos, indiferente a lo que se establece, inestable en
sus mucosidades, ocupada por entero en nutrir su sueño
eternamente,
aquí está la astronave...
Claridad en la sombra, relámpago en el humo,
Carne en la carne y calor en el hielo: una vida más
allá de la nada comienza a germinar.
Oh tiempo, voy a arremeter contra ti,
y te romperé las alas,
y te cortaré tu asmática voz de reloj!
Has tratado de pedir auxilio al
Espacio, viejo buitre gotoso
que envenena la cinta blanca de las sendas
y los grandes arcos del horizonte,
parecidos a inmensas babosas redondeadas!...
Tiempo! Espacio!
Únicas deidades que regís al mundo!...
Me rebelo contra ustedes!
Sabed que un espíritu tan fuerte como el mío
puede dar a una hora la amplitud de una semana,
o apretarla en su duro puño
como un limón,
del que brotará tan sólo
el jugo de un pequeño cuarto de hora!...
El átomo primitivo, la edad del mundo, la nebulosa primigenia.
Hiper de cuatro cosas explosión burlesca
átomo insuficiente átomo gigantesco
nada de nada basta todo para el todo novelesco
el mundo era menos viejo que la predicción
y la tierra menos puta que la de Sión
la tierra era virgen y muy ardiente
una constelación se inclina efervescente
sobre destinos humanos y de arenques
mientras la miel brota en las nalgas plateadas
de azulosas conchas a veces frecuentadas
por un diógenes solitario de nombres acomodados
sucinto cangrejo de negación
mientras que el salitre a la frontera se aleja
de las fuentes de sol indistinto da fe de que
desórdenes más precisos se extienden
juventud oh juventud oh juventud.
Traducción: Ana Cristina Mejía
Por convenio con Número (Bogotá).