Al analizar los resultados de las elecciones locales que acaban de transcurrir, uno se puede preguntar: se trata de un golpe de suerte de la oposición, o en efecto, estamos ante unos comicios que ya anuncian nuevos tiempos de alternancia y competitividad, que durante mucho tiempo se quisieron frenar, pero que hoy se generalizan en el país.
Las elecciones del 10 de noviembre en el estado de México, Hidalgo y Coahuila confirman las tendencias del sistema político electoral en el México de los últimos años, y también expresan novedades importantes que ayudan a resarcir el cotidiano pesimismo en el que se mueve este país: un avance de la alternancia; una competencia tripartita creciente de los partidos más importantes (PRD, PAN y PRI); una caída pronunciada del voto priísta; un porcentaje de abstención alto pero no alarmante ni deslegitimador; triunfos de la oposición en los principales municipios; un clima político poco conflictivo para votar y aceptar las victorias de oposición, y una heterogeneidad entre las regiones que se expresa en los resultados.
De las tres elecciones, se puede decir que las de Coahuila e Hidalgo mostraron resultados más acordes a los comportamientos ya observados, y por lo tanto, fueron menos sorpresivas; por ejemplo, no se esperaba que en territorio hidalguense la oposición tuviera un resultado muy exitoso y, en efecto, el proceso confirmó un predominio priísta; sin embargo no son despreciables los triunfos del PRD en Tula o el del PAN en Tocayucan. El otro caso es Coahuila, donde el panismo tiene importante presencia, sobre todo en municipios que ya ha gobernado anteriormente, como son Saltillo y Monclova; lo que le faltaba era ganar la ciudad más importante del estado, Torreón, y dados los resultados parciales parece que esa parte de la laguna se vestirá de azul los próximos tres años.
Pero el resultado más importante en términos del avance de la competencia, pluralidad, alternancia y el anuncio de futuro es sin duda el del territorio mexiquense por varias razones: la importancia de ese estado es fundamental dado que posee el mayor padrón del país; por su enorme peso económico en el conjunto nacional; por su conurbación con el Distrito Federal, así como por la amplia presencia de la oposición que lo hizo desde hace años uno de los pocos territorios de formato multipartidista desde 1988. En términos de resultados para la alternancia, las elecciones en el estado de México equivalen a las de 1988, cuando el cardenismo derrotó al PRI en ese estado. Hoy, ocho años después y en una etapa distinta del sistema electoral, la oposición del PAN y del PRD lograron ganar, según cifras parciales, varios de los municipios más importantes como son Naucalpan, Atizapán y quizá Tlalnepantla para el PAN, y Nezahualcóyotl, Texcoco, Tultepec y Los Reyes La Paz para el PRD.
Los resultados electorales dejan ver al menos dos importantes avances respecto del truculento sexenio salinista para que la alternancia sea una posibilidad real. Por una parte, el Presidente de la República y su gobierno han dejado de perseguir y sofocar al PRD como estrategia central con lo cual el partido del sol azteca empieza a respirar y a tomar su lugar real dentro del sistema de partidos y en términos electorales empieza a ganar votos sin fuertes litigios; es muy importante para la transición mexicana que exista un partido de centro izquierda fuerte y con posibilidad de gobernar amplias zonas del país. Por otra parte, con el PAN se han terminado las famosas y funestas concertacesiones que tanto mal hicieron al país y a la credibilidad política, y cuyo origen fue la terquedad de un gobierno autoritario obsesionado en que su partido siguiera siendo único. El dato es que ahora, sin trucos, el PAN es cuando más votos --municipios y gubernaturas-- ha ganado. Estas dos ventajas se expresaron en las elecciones mexiquenses: después de varios años de ser un territorio fuertemente competido, la oposición pudo lograr la alternancia en los municipios más poblados e importantes de ese estado.
La experiencia del 10 de noviembre anuncia también posibilidades importantes para el futuro próximo. Tal vez la más importante sea que hay avances a pesar de todo --como la terquedad priísta de reducir los avances de la reforma constitucional en materia electoral y su obsesión de pensar que con mucho dinero en las campañas compensará la pérdida de votos que tiene y que muy probablemente seguirá teniendo. El resultado de esta jornada puede anticipar que los cambios políticos ya no serán ni graduales ni de las regiones hacia el centro, porque las posibilidades de un centro con alternancia tanto en la capital como en el Congreso de la Unión, puede estar a la vuelta de la esquina, en 1997...