La Jornada 12 de noviembre de 1996

Evitaron mandatarios que se magnificara provocación de Aznar contra Castro

Elena Gallegos, enviada, y Enrique Gutiérrez, corresponsal, Viña del Mar, 11 de noviembre Muy lejos de la broma, más bien con sobrada altanería, José María Aznar dijo a un centenar de reporteros que Fidel Castro se había llevado una corbata de las ``más finas'' que jamás hubiera podido usar.

Hablaba de la que él mismo le dio luego de un rudo intercambio que obligó a intervenir a varios de los presidentes que participaron en la sexta Cumbre Iberoamericana y que, por la aspereza del momento, temieron lo peor.

Enseguida, con gesto despectivo -aunque en realidad Aznar pretendía parecer simpático-, repuso que, en cambio, la que Castro le había obsequiado a él, quizá aún se la pondría algunas veces.

Y adelantándose a las críticas que se le vendrían encima por la aspereza usada con el comandante -``¡Con Cuba todo, contigo nada!'', le había espetado-, Aznar justificó: ``Yo no ando con dobles morales ni con dobles discursos''. Aún más: ``No soy como otros dirigentes políticos que dicen una cosa en público y otra en privado''.

Pero a esas alturas, la rudeza del jefe del gobierno español llenó de comentarios los corrillos en este último día del encuentro que cambió de escenario para trasladarse a este sitio de descanso hoy ensombrecido por una densa bruma que sustituyó al ardiente sol de Santiago.

El incidente que crispó los nervios de más de uno de los 23 jefes de Estado y de gobierno que acudieron a la cita, ocurrió el domingo entre los suculentos platillos chilenos que, en un almuerzo privado -ni los cancilleres asistieron- ofreció el anfitrión Eduardo Frei.

Resulta que a Castro le tocó, por sorteo, sentarse en uno de los extremos de la mesa casi junto a Aznar. Con ellos, estaba también, entre otros, Julio María Sanguinetti.

De buenas a primeras, el español soltó a Fidel: ``¡Con Cuba todo, contigo y con tu régimen... nada!''

Azorado el comandante porque eso nada tenía que ver con las buenas maneras y las formas diplomáticas que se guardan en este tipo de reuniones, preguntó aún sin dar crédito: ``¿por qué me dices eso?''

Encarrerado, Aznar repuso: ``¡Tú torturas!''

Ahora sí en el enojo, Castro trató de pararlo: ``Yo no torturo''.

Aznar ya no se detuvo: ``¿Quieres la lista? Te la doy, además conozco a varios de ellos''.

Fue cuando intervino Sanguinetti. Fue cuando otros de jefes de Estado y de gobierno que se percataron del duelo y que temieron que éste diera al traste con todo, comenzaron a conciliar. Fue también entonces que alguien los convenció de que intercambiaran las corbatas.

Aznar y Castro aceptaron. Desanudaron la pieza, la entregaron al otro y, como para que todo quedara ahí, se pusieron de inmediato la prenda recibida, no sin que antes el gobernante español dijera al cubano: ``No tengas cuidado, es una corbata, no una soga'', según relató el presidente argentino Carlos Menem.

Pero era sólo el principio del escándalo. Porque hoy en la Cumbre no se hablaba de otra cosa, incluso se mencionó que la corbata de Aznar tiene un costo de 150 dólares, mientras la de Castro de apenas 10.

Cuentan que más tardó en suceder que en ser divulgado por miembros de la delegación española. Y aunque pasó el domingo, hoy fue tema central de la conferencia de prensa que Aznar dio en el Hotel O'Higgins, donde se concentró a los informadores, que sólo pudieron ver por televisión la clausura, tal y como ocurrió en la inauguración.

``¡Lo que nadie me va a pedir ahora es que me haga comunista!'', dijo.

Tanta propaganda hizo su delegación al incidente, que un periodista español calificó el ``¡Con Cuba todo, contigo nada!'', como la frase de la Cumbre. Pero en un buen número de delegaciones el incidente se consideró ``desafortunado''.

Una fuente de la delegación mexicana contó de los esfuerzos que ésta ha hecho para limar asperezas entre los dos gobiernos -cubano y español-, primero en Nueva York para que el canciller Roberto Robaina tuviera contacto con su homólogo Abel Matutes, y luego aquí para que también Robaina se reuniera con funcionarios salidos del conservador Partido Popular.

``Lo que hemos querido evitar es que esas diferencias se tensaran aquí y se convierta esto en un erradero'', comentó la fuente.

Tantos fueron los esfuerzos que hoy se hicieron para desenredar la madeja, que se forzaron bromas con los cubanos para darle otro sesgo al asunto:

-¿Cúantos hijos tiene Fidel? -más que curioso, el presidente de Paraguay, Juan Carlos Wasmosy, quiso congraciarse con Robaina en uno de los balcones del hotel Miramar, donde se efectuó la última reunión de la Cumbre.

-Bueno, a esas reuniones privadas no fui convocado, contestó con buen humor el canciller.

-Acá entre nosotros -siguió Wasmosy-, dicen que ocho.

-¡Por lo menos! -devolvió Robaina.

``Fidel llegó y Pinocho se escondió''

Aquí como en Santiago, los chilenos no contuvieron el entusiasmo por la visita de Fidel. Con viejas fotografías que muestran a Castro con un sonriente Salvador Allende y con banderas cubanas, hombres y mujeres, muchachos y muchachas, se apostaron a lo largo de los sitios que recorrerían los presidentes para corear divertidos: ¡Fidel llegó y Pinocho se escondió!

En clara y enojosa alusión al ex dictador Augusto Pinochet que, efectivamente, se inventó ejercicios militares en el punto más lejano de Santiago -al norte-, para estar fuera de la escena a la que, por cierto, nunca se pensó invitarlo: ``Esta -ha repetido el canciller chileno Miguel Insulza- no es una reunión de generales''.

Por el Paseo Marina que, como su nombre insinúa, mira al mar, los jefes de Estado y de gobierno y el rey Juan Carlos -al que salvo algunas excepciones se ha rendido una especie de moderna pleitesía-, caminaron. El lugar había sido cerrado por los carabineros. Pero un buen número de burgueses chilenos reservó mesa en los lujosos restaurantes que se asoman al Paseo, para ver a los invitados.

Así, en el Cap Ducal -que asemeja la proa de un barco y donde se sirve el mejor Congrio (pescado) de Viña-, con sus trajes de firma y degustando los más caros vinos, un puñado de ricos compartió la algarabía de los hombres sencillos que se han conformado con mirar el rápido paso de las comitivas, cuando los presidentes pasaron exactamente frente al elegante comedero.

Miraron casi con éxtasis al monarca español y, por segundos, se sintieron revolucionarios al paso del comandante cubano: ``Es Fidel, el mismo Fidel Castro'', gritaban en la euforia las señoras.

Y es que el programa de este día incluyó una conversación privada entre los 23, en la que no hubo testigos. Luego un almuerzo en el Miramar, después caminaron por el Paseo para dirigirse más tarde al salón en el que se clasuraría la reunión.

Fue justo al término del recorrido cuando un velero de tres palos se acercó más de la cuenta a los acantilados donde se levanta el Miramar. En las oscuras aguas de este mar que sería eterna inspiración de Neruda, media docena de veleros escenificaban, para gusto de los invitados, una regata.

Pero en éste, el que se salió de la ruta para meterse al área prohibida, dos enormes mantas se desplegaron y exhibieron una leyenda con enormes letras: ``Paren la pesca destructiva: Greenpeace''.

De inmediato los guardacostas se movilizaron. Junto con las patrullas marinas, un par de lanchas de goma, tripuladas por cuatro personas, se sumaron a la caza. El velero de Greenpeace fue detenido y escoltado lejos, muy lejos del Miramar.

Aquí la protesta tiene una singular importancia ya que los llamados barcos-fábrica (pescan todo lo que se mueve en el mar y ahí mismo lo procesan y lo enlatan), principalmente de empresas japonesas, han causado grave daño al medio y han dejado en la calle a los pescadores lugareños.

A las 16 horas, los presidentes acudieron a la última cita. En un amplio salón, Eduardo Frei clausuró la reunión.

Después se dijeron ``adiós, hasta el año que entra en Venezuela''.

Entre la bruma y los coros de ``¡Fidel llegó y Pinocho se escondió!'', Viña del Mar vivió la partida y otra vez como cada Cumbre, desde Guadalajara, Fidel Castro fue el imán, el centro de la polémica. No hubo antídoto que lo impidiera.