La Jornada 12 de noviembre de 1996

Antonio Gershenson
San Juanico 3

Casi 12 años después, explosiones e incendio vuelven a sacudir a San Juan Ixhuatepec, San Juanico. Entre un accidente y el otro han mediado muchas cosas, incluso las reiteradas, pero no atendidas, exigencias de los pobladores en el sentido de que gaseras e instalaciones riesgosas fueran trasladadas fuera de esa zona tan poblada.

Entre estos dos ``San Juanicos'' también ha habido numerosos accidentes más en Pemex. Tal vez los más recordados son los de Guadalajara y Cactus, pero también hubo otro en San Juanico seis años después del primero y seis años antes de éste, que obviamente resulta ser el tercero.

Se trata de una industria de alto riesgo, pero cuando los accidentes ocurren con frecuencia dejan de ser, valga la expresión, accidentales. Las medidas preventivas deben hacer frente a estas situaciones y anticiparse a ellas. Es más, la tecnología ha desarrollado medios de prevención de los tipos de accidente más comunes: radiografía de tuberías y depósitos, protección catódica, ultrasonido, emisión acústica y otros más. Esta tecnología ha contribuido, a nivel mundial, a una notable reducción en el ritmo de accidentes en la industria petrolera.

Existiendo la tecnología, en varias ocasiones la discusión en torno de estos siniestros ha derivado en el terreno presupuestal: ¿En qué medida incide en ellos la insuficiencia de recursos que se le dejan a Petróleos Mexicanos? Este organismo tiene ingresos muy elevados pero, como es sabido, la gran mayoría de esos recursos va al fisco. Y ya dentro de lo que queda a Pemex, también, ¿en qué medida se ha dado la necesaria prioridad al gasto de mantenimiento y prevención de accidentes?

Por ejemplo, en el caso de las explosiones de Guadalajara, la parte de los derrames que provenía de Pemex salió por una perforación en un poliducto que se oxidó hasta perforarse. La protección catódica había sido dañada por un tubo de agua que alguien puso por encima del ducto. Pero resultó que el número de kilómetros de ducto a los que se había revisado la protección catódica en ese año era una décima del total de ductos de Pemex. Esto equivale a que en promedio cada tramo de ducto se revisaba cada diez años. El riesgo, por lo tanto, era enorme, y tenía una conexión con el insuficiente presupuesto para revisión de protección catódica y, en general, para mantenimiento y prevención de accidentes.

Es muy probable que estas cuestiones vuelvan a ser discutidas en los próximos días. Cuando se apagan las llamas y se disipa el humo empiezan las investigaciones, los peritajes, tal vez las protestas de afectados. De una u otra manera se volverá a plantear, sobre todo: ¿Cómo prevenir nuevas desgracias de este tipo?

Aunque deben analizarse en concreto las experiencias de cada caso, lo ya sucedido en una serie de casos apunta, además, a dos consideraciones generales. Primera, debe reducirse y racionalizarse la carga fiscal de Pemex para que quede suficiente para la inversión. Segunda, ya dentro de Pemex debe aumentar el nivel de prioridad al área de mantenimiento y previsión de accidentes.