Bernardo Bátiz V.
Democracia, avances y nuevas metas

Quien ha luchado muchos años por el establecimiento de un sistema democrático en nuestro país, no puede menos que ver con beneplácito que en las elecciones del domingo pasado se haya dado una competencia más reñida, mayor participación ciudadana y que se adelanten reconocimientos a importantes, muy importantes triunfos de la oposición.

La alternancia en el poder es un resultado natural en una democracia, alentador para los participantes y medio para airear el denso panorama político que prevalece en México.

Sin embargo, más que nunca, tenemos que advertir que no es suficiente; que no basta lo que sucedido hasta ahora y que la lucha no ha terminado. Ahora empieza otra más ardua e importante.

Si ya está cristalizando el cambio de sistema de un partido monolítico y vencedor en todos los procesos, a un sistema de competencia real entre partidos y alternancia en los cargos, nuestro actual deber y objetivo deberá ser el de la consolidación de la democracia pasando de la simplemente representativa, consagrada en las Constituciones de los siglos XIX y XX, a una democracia participativa que deberá ser la meta a alcanzar en el siglo por venir.

La piedra de toque de los partidos de oposición, que ahora se consolidan, será su posición frente a las exigencias populares de mayor participación, no sólo en el disfrute de los bienes, sino de participación también, amplia y respetada en las tomas de decisiones.

Recuerdo que el jurista mexicano Don Rafael Preciado Hernández decía que el avance hacia una democracia participativa y directa sería posible en México, si primero lográramos consolidar la democracia representativa que tenemos en el papel pero que aún no era entonces --ni lo es plenamente ahora-- una realidad sino un ideal.

La sociedad exige nuevos ámbitos de participación y éstos con frecuencia van más allá de los partidos que no son suficientes para encauzar todas las inquietudes y necesidades de la población, como se constata con el alto abstencionismo electoral que todavía se dio el domingo.

En otras ocasiones se ha señalado; los partidos de oposicion, a imitación del PRI, han creado redes de intereses personales, burocracias que viven de la política y cúpulas que se reúnen y entienden entre ellas pese a que no en todos los casos son verdaderas portadoras de la voluntad general de la nación y ni siquiera de sus propios militantes y simpatizantes.

Es por ello que es oportuno, junto con el aplauso a favor de la democracia que avanza, el llamado de atención para que no caer en los viejos vicios políticos de nuestro país, ahora tan sólo con un emblema de color diferente.

Es también oportuno recordar que no es suficiente para los ciudadanos acudir cada tres años a las urnas y agotar el ejercicio de la soberanía al cruzar un emblema partidario. Los tiempos, la crisis, la mayor polítización de cada vez más mexicanos exigen cauces mejores y más directos de participación.

¿De qué sirve ganar unas elecciones si de todos modos se venderá Pemex? (o lo que quede de él) ¿De qué sirve que la oposición avance si los salarios no aumentan?

Es necesario rescatar las fórmulas de participación más directa del pueblo en las decisiones, plebiscito, referéndum, iniciativa popular, acción popular.

Es necesario completar la democracia puramente formal con una democracia participativa y con justicia social.