Luis Linares Zapata
Mapas y lecturas

La tinta que dibujó el perfil clasista de las recientes elecciones coloreó un mapa preciso, cercano a la actualidad política del país y que muestra, también, su bosquejo para el 97. Similar al fenómeno observado en el 88 de todas las referencias plurales, la geografía electoral señala, sin grandes problemas de lectura, la ubicación de los votantes y sus preferidas tendencias.

Dos hechos resaltan al primer plumazo. Uno, el simpatizante priísta va siendo cercado por el gozne de una clase media que se inclina decidida por el PAN (Coahuila, Naucalpan) y un proletariado que, ya sin los atornilles del temor y las maquinaciones del salinato, encuentra rescoldo en un PRD puesto en marcha. El trabajo organizativo desplegado en las capas populares por los militantes perredistas va minando la base de sustentación al otrora PRI de las ``grandes mayorías''. El restante hecho grueso es la constatación, tan epidérmica como grotesca, de una abigarrada franja de votantes que siguen apresados por la manipulación y que le dan al PRI el margen de sobrerrepresentación que aún exhibe. El caso de Hidalgo es ejemplar al respecto, lo mismo es válido para los numerosos municipios del estado de México (Edomex) que la oposición, con sus límites ciertos, no ha podido cubrir con eficacia. Los cuantiosos recursos del Estado seguirán siendo ahí la palanca que acciona el decadente maridaje entre el gobierno y su sitiado partido. Las disparidades en el músculo financiero no fueron el factor determinante a pesar del empleo desmedido y tramposo aún observado casi como regla contable.

Pero más allá de lo torcido de las pasadas elecciones, la imagen que ya emerge da cuenta de la irreversible transición que ningún Cofipe atorado puede mediatizar. La alternancia, como una orilla ansiada, se acerca tanto que la podremos tocar en este verano del 97. Bastaría tan sólo la voluntad opositora de coaligarse para asegurar una holgada tunda al PRI. De ahí que, más que la disputa por los miles de millones de pesos del subsidio a los partidos, los candados a las coaliciones y a las alianzas de variado tipo sean los obstáculos a eliminar.

Los escenarios que pueden imaginarse a partir de los resultados de estas elecciones y en relación con la disputa por el Congreso y el gobierno del DF, son alentadores. Para lo primero, el PAN se perfila, con firme trazo, como un trabuco que puede colocar en la cámara tantos diputados como numerosos distritos tienen las grandes ciudades que han sido puestas bajo su aún mojigato cuidado. Tal circunstancia le da una ventaja de salida a la que añadirá, sin duda, los avances que pueda lograr en la contienda por las 39 diputaciones que el DF todavía conserva. Si a ello le añadimos la merma que en las demarcaciones rurales, antaño reductos del ``invencible'' sufrirá el PRI a manos de los entusiasmados perredistas, el PAN bien podría conformar la inédita mayoría. Para lo segundo, el cerco impuesto a la gran ciudad de los mexicanos por los municipios conurbados (o casi) del Edomex (Neza, Texcoco) ahora penetrados por el trabajo que en la base está llevando a cabo el PRD, da cabida a especulaciones fundadas de una nada despreciable ventaja para el triunfo de este partido. La regla pudiera enunciarse así: mientras más organizado y urbano sea el populacho, mejores serán los chances de que las formaciones capitaneadas por López Obrador, ahora unidas y con objetivos precisos, podrán inclinarlo a favor de su causa. La cuestión remanente estribará entonces en los atractivos de los candidatos a la jefatura del gobierno a escoger.

De salida podemos adelantar que, en las zonas del voto de las clases media y alta citadinas, la predisposición para aceptar a los abanderados del PRI y el PAN es cosa hecha. Aunque cierto es que los azules llevan delantera. De la pobreteada medianía para abajo (categorización de ingresos), el PRD parece que será el favorecido a juzgar por los resultados obtenidos en zonas de alta competencia. La cuestión entonces estribará en el pleito entre participación-abstención y el tino para elegir aquellos perfiles que puedan circular a través de la aceptación clasista, amarren a ``los de abajo'' al tiempo que mitiguen los dañinos rechazos de ``los de arriba''.

La caja de las evidencias ha sido abierta. Lo que emerge es obvio aunque trate, con todo cinismo de ser manoseado. La crisis provocada por el mal gobierno, el descrédito acumulado por décadas de trastupijes, los escándalos de barandilla y el sacrificio que tan innecesariamente se ha impuesto a la población, van delimitando la onerosa factura ya bien documentada. Todo indica que el opositor ha llegado y los atajos todavía empleados sólo hacen más difícil o tardado el cobro.