La intención de esta exposición es mostrar al público los usos de la fotografía en la obra de David Alfaro Siqueiros, dice Rita Eder, directora del Instituto de Investigaciones Estéticas, en su presentación a la exposición Siqueiros en la mira, que organizaron conjuntamente la Fototeca de ese instituto y el Museo de Arte Moderno, donde se presenta, como uno de los diversos actos celebratorios del centenario del nacimiento de Siqueiros.
Son 124 fotografías que van desde 1926 hasta 1972-73, en las cuales aparece el artista, y dan cuenta de la imaginería siqueiriana en por lo menos tres aspectos: la foto como documento y memoria, la foto como instrumento de trabajo para el pintor y la foto como obra plástica valiosa en sí misma. Es por lo menos una buena tajada de la iconografía del pintor, de sus 30 años hasta su muerte.
Lo expuesto procede de diversos acervos y colecciones, localizado y seleccionado por un equipo de la fototeca del mencionado instituto, que encabezaron Maricela González Cruz Manjarrez y Cecilia Gutiérrez. Entre los fondos más presentes están el de la propia fototeca del IIE, especialmente la colección Juan Guzmán, la Fototeca del Instituto Nacional de Antropología en Pachuca, el Archivo del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de las Artes Plásticas (del INBA) y el Archivo General de la Nación, sobre todo el Fondo Hermanos Mayo. Entre las colecciones particulares, aportaron los fotógrafos Héctor García, Rodrigo Moya, Enrique Bordes Mangel, entre otros.
La fotografía, desde sus inicios hace más de 150 años, comenzó una carrera de encuentros con la pintura y las artes de la estampa. También desde entonces se entendió la utilidad que podía tener para los pintores. Pero no pocas veces ese servicio se mantuvo como soslayado y vergonzante. Siqueiros desde muy temprano, en sus textos sobre exposiciones de Edward Weston y Tina Modotti, distingue los valores propios a ese arte --los que define casi por oposición a los valores de la pintura-- y, simultáneamente, insistiría en la importancia de usar la técnica fotográfica como un recurso indispensable al hace pintura: el artista, para ser moderno, no debería desdeñar ninguna de las posibilidades que le proporcionaba el mundo coetáneo.
La exposición deja ver con claridad lo que Siqueiros llamaba ``bocetos fotográficos'', en los cuales a menudo él mismo posaba y dirigía el enfoque y aun la luz. Hecha la toma, la utilizaba para realizar sus escorzos y sus composiciones. A menudo empleaba fotografías de autor o imágenes anónimas aparecidas en tarjetas postales o en periódicos. Nunca lo ocultó y siempre se sintió con derecho a hacerlo; lo cual incluso lo llevó a veces a la polémica, como la que sostuvo con el fotógrafo colombiano Leo Matiz.
Una parte importante de la muestra contiene documentación de Siqueiros en relación directa con sus obras, en proceso o terminadas. Y otra más ilustra aspectos diversos de la vida del pintor, especialmente los momentos cruciales, como sus estancias en la cárcel, su viaje a la Unión Soviética o su participación en la Guerra Civil española; también muchas lo muestran con el mundo en su derredor, con quienes fueron sus compañeras, especialmente Angélica Arenas; con su familia, con los colegas, entre ellos Diego Rivera y Orozco.
Alojada en la Sala Villaurrutia, la serie de fotografías se beneficia de la presencia de los cuadros de Siqueiros, que se han colocado a veces inteligentemente entre las fotografías. La manera como el pintor usa la foto en su quehacer resulta así más evidente.
Acompaña a la exposición un buen catálogo, profusamente ilustrado si bien no tan finamente impreso, que contiene reproducciones menores de todas las fotos que están expuestas. Lo presenta Rita Eder, lleva una interesante introducción de Teresa del Conde, directora del MAM y miembro del Instituto de Investigaciones Estéticas, y un muy buen texto principal de Maricela González Cruz, de investigación y reflexión, donde trata la estética siqueiriana desde el punto de vista de la fotografía y la relación del maestro y el medio fotográfico, ya tenido como un útil indispensable, ya entendido como un arte por propio derecho.
Todavía más, el catálogo incluye dos textos de Siqueiros sobre fotografía, y una reseña con textos de la polémica con el fotógrafo colombiano Matiz, quien lo acusaba de plagiario por haber usado su trabajo.